DESFILADERO
Calderón: sangre, mentiras y video
Surte efectos la campaña de odio en la pantalla chica
Dick Morris, su autor, engendró a Fernando de la Rúa
López Obrador tiene que salir a dar instrucciones
Ampliar la imagen Policías participantes en el operativo contra pobladores de San Salvador Atenco, el 4 de mayo FOTOMarcoPeláez
UNA SEÑORA QUE yo conozco cuenta con los servicios domésticos de otra señora que, hace tres años, le pidió un crédito al Gobierno del Distrito Federal para construirle dos cuartos más a su pobre vivienda. La respuesta que obtuvo fue favorable; en consecuencia, amplió su morada en la delegación Iztapalapa. Sin embargo, cuando la señora que yo conozco le preguntó por quién piensa votar el 2 de julio, contestó: "Por cualquiera, menos por López Obrador, ¿no ve que es un peligro para México?"
La campaña, no del PAN en lo concreto sino de la televisión en lo abstracto, está surtiendo efecto sobre los sectores más ingenuos, que son también los más desprotegidos. Para ellos, la televisión es todo: es la casa donde viven los ídolos del cine mexicano, los héroes y los villanos de las telenovelas, las bellezas de la farándula y los futbolistas y los que gritan los goles, así como los rostros, casi siempre muy serios, de hombres y mujeres que dan noticias y mueven las cejas para indicarnos cuándo debemos aprobar o reprobar algo.
En los intersticios de ese conjunto de representaciones de lo semidivino, de lo casi sobrenatural, hay un constante bombardeo de mensajes verificables: tiendas que ofrecen productos que sí existen en la calle; medicinas que sí alivian las molestias de ciertos males; programas de entretenimiento que sí aparecen en pantalla a la hora en que nos los prometen y, por supuesto, advertencias y consejos que, por lo menos, nos hacen dudar.
Que entre una pomada para desinflamar las almorranas y la incitación para visitar un parque acuático de repente aparezca una voz anónima pero severa proclamando que el fin del mundo estará mucho más cerca si gana las elecciones López Obrador, es algo que, a fuerza de ser repetido mañana, tarde y noche, termina por crear angustia en algunas personas. No porque lo diga un partido, en este caso el PAN -que ni siquiera firma los espots con su logotipo-, sino porque lo dice la televisión, que para amplios sectores sociales es lo más parecido a Dios.
"Y si lo dice la televisión... por algo será", razona la gente de buena fe. La situación se complica cuando el objeto de esa campaña de linchamiento, en este caso López Obrador, no responde a la propaganda negra, porque entonces la gente de buena fe saca de su alforja otro lugar común y se encoge de hombros pensando: "El que calla otorga".
Politeólogos
Para mantenerse otro sexenio en el poder, la dictadura salinista -que percibe a López Obrador como una auténtica amenaza para sus privilegios- tiene muy pocas herramientas, más allá de su dinero, de la televisión y de las fuerzas represivas. Tiene a Felipe Calderón, que es un candidato impresentable: un político cínico, mentiroso y corrupto, a la vieja usanza y, peor todavía, sin carisma. Tiene, como lastre, la gestión pública de Vicente Fox, que resultó una calamidad en lo económico y, en lo político, una decepción que se está convirtiendo en un peligro altísimo para la estabilidad general del país. Tiene al presidentito y a los consejeros del Instituto Federal Electoral (FELIFE), listos para cumplir órdenes de Los Pinos. Pero no tiene a la gente.
Sin candidato atractivo -Calderón nunca ha gobernado a nadie, fue director de un banco estatal medio año, secretario de Estado ocho meses, y su "obra" en la administración pública es del color de sus trajes favoritos: gris rata de alcantarilla-, desacreditada por el desastre de Fox, a la dictadura salinista no le queda otro camino que el de mentir no digamos descarada sino desenfrenadamente. Para ello ha contratado a Dick Morris, un famoso "creador de imagen" estadunidense, experto en campañas de odio y miedo como la que está impulsando a Calderón.
Dick Morris se vanagloria porque ha hecho presidentes de sus respectivos países a otros políticos latinoamericanos como Fernando de la Rúa en Argentina, Jorge Batlle en Uruguay y al ínclito Fox entre nosotros, aparte de "fabricar" a un monstruo como Víktor Yushuenko, el supuesto "hombre del cambio" en Ucrania, que en realidad es un vil delincuente y se está cayendo, repudiado por el pueblo que, engañado por Morris, lo eligió.
Lo malo de Dick Morris es que sus engendros terminan catastróficamente. De la Rúa provocó en Argentina la peor crisis económica en la historia de esa nación y su renuncia trajo consigo una matanza y el ascenso y la caída de cuatro presidentes más en el curso de una semana. Batlle logró ser el único gobernante de la oligarquía criolla que por primera vez desde que Uruguay existe perdió las elecciones ante un candidato de izquierda. Y Fox... para qué hablar de Fox si al que lo hace le apesta la boca.
Sin embargo, de acuerdo con la estrategia de Dick Morris, desde Guadalupe Victoria hasta Ernesto Zedillo en México no había habido nunca un presidente tan amado, tan adorado y tan querido como Fox. Prueba de ello es la tristeza que embarga a hombres, mujeres y niños de toda condición, para quienes el tiempo ya no corre sino vuela más vertiginosamente que de costumbre a medida que se acerca la mañana en que Fox tendrá que irse a su rancho. ¿Qué vamos a hacer sin él?, se preguntan llorando todas las clases sociales.
Es tan grande, tan sólida y tan extendida la popularidad del inconmensurable estadista de Guanajuato que López Obrador -insiste la propaganda negra- se amarró una ancla al cuello y se arrojó a las aguas del Golfo de México el día en que tuvo la malhadada ocurrencia de llamar "chachalaca" al idolatrado Fox. Eso lo precipitó hasta el fondo de las encuestas. Eso, y el hecho de no haber asistido al debate del 26 de abril, donde Calderón esplendió con tamaña grandeza, liquidó la carrera política del Peje, según Morris y todo el aparato de la televisión y las encuestas.
El triste espectáculo en que tres merolicos y una señora dientona con parálisis facial compitieron por demostrar quién declamaba las promesas más grotescas, fue atendido entre bostezos por sólo 11 millones de personas -seis por Televisa y cinco por Tv Azteca-, pero éstas, según Morris, influyeron decisivamente sobre 90 millones de personas más, que no sólo no lo vieron sino que les importó un cacahuate. Sin embargo, como afirmaron los "politeólogos" de Televisa -especialistas en autos de fe-, "los debates se ganan en el posdebate", y allí ganó el candidato de la dictadura salinista porque así mandó decirlo la propia dictadura salinista: algo que desde entonces repiten a toda hora sus lacayos.
Fraude mediático
Cuando López Obrador afirma y reitera que sigue, de lejos, al frente de las encuestas, no hay por qué no creerle. Las mentiras de Morris -el supuesto "amor" del pueblo hacia Fox y el "éxito" del debate que vio uno de cada 10 mexicanos- no alcanzan para convencer a nadie del ascenso de Calderón: pretenden otras cosas, entre ellas, desalentar a los optimistas, aburrir a los indiferentes, distraer a los incautos y preparar la consumación del fraude mediático, el supremo recurso que invocará la dictadura salinista si no le sirve su actual campaña de mentiras revueltas con odio y, poco a poco, con más y más sangre.
¿Cómo sería un fraude mediático? Sábado 6 de mayo (o sea hoy). Las encuestas de Reforma y GEA-ISA se disputan el premio a la mentira más grande. La primera "informa": Calderón, 40 por ciento; López Obrador, 33 por ciento. La segunda "confirma" la exageración y le da otro estironcito: Calderón, 41 por ciento; López Obrador, 31 por ciento. Mitofsky matiza para añadirle un toque de credibilidad a la farsa: Calderón, 35 por ciento; López Obrador, 34 por ciento. Así, aunque sea por un punto, Calderón de todos modos va, ahora sí, adelante.
Estamos ante una tendencia "irreversible", nos dirá Morris de aquí hasta el fin de la campaña. Y llegamos al 2 de julio en la noche. La televisión presenta sus encuestas de salida: gana Calderón. El FELIFE corrobora más tarde: gana Calderón (aunque no haya sido computada ni la mitad de los votos). Y Fox, una hora después, en todos los canales televisivos, anuncia que acaba de felicitar a Calderón.
En la preparación de este escenario, la dictadura salinista incorpora otro elemento. Para derrotar al candidato que ofrece un programa de gobierno a favor de los pobres, Fox le declara la guerra a los pobres. Mueren 65 mineros en Coahuila y aprovecha la tragedia para dividirlos y enfrentarlos, ocasionando un choque violento con la policía, y otros dos muertos, en Michoacán. Acto seguido, aplasta a los campesinos de Atenco y la saña de la policía federal es aplaudida por los levantacejas de la televisión, que piden más sangre aún.
Martí Batres escribió el jueves en este diario que López Obrador "no puede cambiar" toda su estrategia de campaña en estos últimos dos meses. Y es cierto. Pero también lo es que no puede mantenerla exactamente igual, porque las circunstancias políticas son distintas y en todas partes la gente está esperando que el jefe del movimiento que va a derrotar al salinismo salga, cuanto más pronto mejor, a dar instrucciones.
Mientras tanto, por su modesta parte, los microrganismos del Lado Izquierdo Opositor (LIO) estarán presentes hoy, distribuyendo el dvd de Luis Mandoki, en el mercado Kennedy de la colonia Jardín Balbuena; en el parque Aguascalientes, frente a Lecumberri; en el Parque Hundido, en el Parque de los Venados y en la Plaza Delta. Si ustedes quieren sumarse a esta campaña, vengan. Vamos a estar ahí hoy y mañana. Y vamos a ganar. Sin duda alguna.