Usted está aquí: martes 2 de mayo de 2006 Política Recorrieron Los Angeles por lo menos 700 mil personas con el sí se puede

Calcularon que la afluencia en el transporte era sólo 15% de un día normal

Recorrieron Los Angeles por lo menos 700 mil personas con el sí se puede

Más de 200 mariachis entonaron Viva México en una de las manifestaciones

ARTURO CANO ENVIADO

Los Angeles, 1º de mayo. Tienen ganas de repetir la hazaña. Antes de la hora convenida, miles se congregan en las esquinas de Olimpic y Broadway y, sin esperar instrucción alguna, agarran camino rumbo a la alcaldía al grito de "¡Sí se puede, sí se puede!", repetido sin cesar. Al final del día suman 700 mil en las calles.

Pachanga en grande en la segunda ciudad mexicana del continente. Familias enteras, abuelas y carreolas incluidas avanzan con sus carteles hechos a mano o entregados por una de las muchas promotoras de las movilizaciones.

Así avanza María Mejía, salvadoreña de 43 años, quien vino con su hijo de 14. Empleada doméstica y con 18 años aquí, vino por la misma razón que vinieron 250 mil personas, según la estimación "conservadora" de la policía. "Me merezco mis papeles, me los he ganado". Igual que miles que hacen bulla a la menor provocación de un mariachi, María está feliz con la marcha, y desmenuza, con su acento que la identifica como mexicana: "Teníamos el número y el valor pero nos faltaba la unidad, ahora que la tenemos nadie nos va a detener".

Muchos migrantes solucionan así, con sentido práctico, la bronca desatada en las alturas luego de que el cardenal Roger Mahoney y el alcalde Antonio Villarraigosa rechazaran el boicot y llamaran a todos a los inmigrantes a marchar sin faltar a sus trabajos ni sus escuelas. Si andan todos juntos al son del mariachi, ¿por qué preocuparse de que los citen a dos marchas? Las dos son enormes.

Los inmigrantes y quienes los apoyan resuelven el dilema y otra vez rebasan las expectativas de dirigentes y analistas.

Sólo unos pocos van a las dos marchas, porque ambas tienen trayectos largos y soleados que las familias aprovechan para pasear. Y ahí van, por el centro de Los Angeles, las familias enteras con sus camisetas blancas, sus banderas estadunidenses, confundidas con las mexicanas y salpicadas con los emblemas de otros países, especialmente centroamericanos.

El idioma oficial de la marcha

Los niños hablan en inglés, los padres en español y todos en spanglish, el idioma oficial de la marcha.

Los mira pasar la cincuentona Ana, quien prefiere no decir su apellido. Hondureña, lleva también 18 años trabajando aquí, en una casa y para la misma patrona, que no le dio permiso para venir a marchar. "Si el martes ya no tengo trabajo, pues valdrá la pena", le dije.

Las camisetas, las mantas, los cartelones, son un mural andante que refleja la diversidad y las muchas realidades de los migrantes: si en una manta llaman "reptil" a George Bush, en otra le juran a los "güeros" que los inmigrantes no quieren atacar sus costumbres sino asimilarse.

El abanico es enorme. Alude a los Mexican marines: "Si morimos por este país, ¿por qué no podemos vivir en él?" A la historia: "La tierra que pisamos fue nuestra primero". Al logro del "sueño americano": "Soy doctor, hijo de inmigrantes". Al góber precioso de estas tierras: "Go back Arnold (Schwarzenegger)". A la explotación que padecen muchos de los inmigrantes: "Legalicen a los esclavos del siglo XXI".

Los discursos del mediodía corren a cargo, separados en bloques, de un grupo de políticos locales, los famosos locutores de radio que llamaron a las marchas, los líderes de otras minorías y los dirigentes de diversas facciones de la Hermandad Mexicana. En su gran mayoría repiten los mensajes que gritan las calles e igual importan poco porque apenas unos pocos, cerca de las bocinas, alcanzan a escuchar.

Los Angeles y sus ciudades aledañas son una zona mexicanizada. En un estado, California, que de ser país estaría entre las primeras diez economías del mundo. Nomás para este mitin, caray, trajeron a 200 mariachis. Y la gritería ensordece cuando el mariachi se arranca con Viva México.

La marcha llega antes del mediodía a su destino, y seguirán llegando durante más de tres horas. La salida de los manifestantes de la zona de la alcaldía, así, coincide con el inicio de la otra manifestación, citada en el Parque Mac Arthur, célebre entre otras cosas porque ahí se reúnen a esperar a sus patrones los mexicanos que trabajan por hora o por día en los empleos más duros.

Durante algunas horas, el largo fin de una de las enormes marchas coincide con la otra, también enorme. Desde temprana hora algunos calculan que se extenderá en una buena porción de los poco más de cinco kilómetros del trayecto proyectado. La policía de Los Angeles cifra los participantes en 400 mil.

A la segunda marcha convoca la Iglesia católica, los sindicatos, los grupos afines al alcalde y un buen número de las organizaciones de defensa de los migrantes. Es la movilización más promovida en los medios, aunque aún los célebres locutores de radio se cuidan de inclinarse por una de las dos.

"Si usted ha decidido partiticpar en otra marchas, hágalo, lo importante es que todos los inmigrantes demostremos que somos merecedores del sueño", dice Reynaldo Armendares, mejor conocido como El Cucuy de la mañana, que transmite por la estación radiofónica La Raza.

Y algunos van a las dos

Igual, también muy de mañana, varios de los dirigentes quieren dar un mensaje de unidad. Una buena parte de los dirigentes de las organizaciones latinas y los políticos hispanos ofrecen una conferencia conjunta pese a sus diferencias.

Los políticos, sindicalistas, religiosos y miembros de organizaciones no gubernamentales se hacen acompañar de algunos trabajadores y no dudan al elegir la escenografía del arranque. Las cámaras de televisión los enfocan en grupo delante de un mural con la Virgen de Guadalupe en el centro, flanqueada por las banderas estadunidense y mexicana.

La Iglesia católica pedía sólo llevar banderas estadunidenses

Es curioso, porque la Iglesia católica reparte desde hace días un volante con instrucciones para la marcha vespertina, cuyo punto cuatro dice: "Llevar sólo banderas estadunidenses".

Es una cosa de estrategia política, admite el sacerdote Richard Estrada, de la parroquia de la Placita Olvera.

Igual la gente saca las banderas de sus países de origen, incluso en la marcha vespertina. E igual escucha disciplinadamente los discursos del cardenal Roger Mahoney y el alcalde Antonio Villarraigosa, oradores centrales al finalizar la marcha de la tarde.

Villarraigosa insiste, ante sus bases hispanoparlantes, en que el himno estadunidense sólo debe cantarse en inglés, pide una reforma migratoria "justa" y machaca en que él gobierna para todos.

A esas horas los participantes en ambas marchas ya se calculan en 700 mil personas. Un mundo, un hecho inédito en esta ciudad y en el país entero.

El reflejo del éxito

Los dirigentes no caben de contento, aunque su entusiasmo había comenzado muy de mañana, cuando inclusive los no entusiasmados con el boicot, comparten su optimismo: "Los autobuses andan en 15 por ciento de su capacidad y en el mercado de legumbres los camiones están parados afuera sin que nadie reciba la mercancía", dice la juarense Angela Sambrano, directora del Centro de Recursos Centroamericanos.

El día irá sumando las anécdotas y los datos sobre esta suma enorme de ciudades que es la zona de Los Angeles, una ciudad funcionando a medio gas. Las autoridades escolares reconocen que 72 mil estudiantes de secundaria y preparatoria faltaron a clases. Mike García, líder de los empleados de limpieza, dice a este diario que la mayoría de sus 28 mil afiliados no trabajan este día, y que el sindicato tiene un acuerdo con los patrones para evitar sanciones. Setenta por ciento de los miembros del sindicato de los janitors, completa Mike García, son mexicanos sin papeles.

Un par de residentes de esta ciudad, no interesados en inflar o desinflar los efectos de Un día sin inmigrantes, aseguran a La Jornada que para ser lunes el tráfico de las nueve de la mañana anda "nomás al diez por ciento de lo habitual".

Poco después de ese informe las calles del centro angelino estarán llenas de latinos. Nadie sabe qué pasará mañana, pero algunos carteles y mantas ya advierten: "Hoy marchamos, mañana votamos".

Haría falta que los dos millones de hispanos elegibles para votar se hicieran ciudadanos, se inscribieran en las listas y fueran a las urnas.

Una salida posible, porque la idea del regreso al México lindo y querido murió junto con la propuesta Sensesbrenner. El primer grito es "Sí se puede". Pero le sigue, enseguidita, este coro de guerra de los migrantes, repetido también hasta el hastazgo: "Aquí estamos y ¡no nos vamos!"

 
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