Usted está aquí: domingo 30 de abril de 2006 Economía La mentira de las manos limpias

José Antonio Rojas Nieto

La mentira de las manos limpias

Ojalá y de veras la creación de empleos se diera por decreto. Ojalá y de veras la mejoría en la calidad y precio de los combustibles y la electricidad también se diera por decreto. Ojalá y muy de veras -y ya para terminar lo que pudiera ser una larga y aburrida lista-, la justicia social, la seguridad de las familias y el bienestar de la población, se dieran por decreto. Pero no. Por eso, para ser presidente del empleo se necesita ser presidente de la inversión. Bien lo supo Ernesto Zedillo que prometió un millón de empleos al año y no lo logró. También Fox, cuyos logros en este terreno han sido paupérrimos, como lo demuestran dos simples indicadores básicos: a) el descenso sexenal del total de ocupados y b) el estancamiento del número de asegurados permanentes del IMSS.

No hay creación de empleos si no hay nueva inversión. Y no hay nueva inversión si no hay ahorro, en lo fundamental interno si aspiramos a ser una nación que no dependa del exterior. Y para que el ahorro interno crezca, deben crecer los ingresos de las personas, de las familias y de las empresas mexicanas. Y éste -como se podrá entender- depende, en un caso del empleo y, en otro de la competitividad. Severo problema. Agudo círculo, virtuoso o vicioso, según sea el caso. Por eso, prometer empleos sin señalar -así sea de manera simple- cómo incrementar la inversión es hacer demagogia. De otra manera habría que responder dos preguntas: 1) ¿quién o quiénes pueden o deben invertir?; 2) ¿de dónde obtendrán los recursos para invertir?

Perogrullo responde: los inversionistas privados y los inversionistas públicos. Los datos demuestran que los primeros ya concentran el 80 por ciento de los 800 mil millones de dólares de 2005 que aproximadamente sumará la inversión de 2001 a 2006. Y que el Estado ya sólo aporta el 20 por ciento de la formación de capital, la mayor parte (88 por ciento) en construcción. Recordemos algo fundamental. Sólo a través de sus empresas públicas -hoy básicamente Pemex, CFE y LFC-, de algunas de sus secretarías -por ejemplo Comunicaciones y Transportes, Agricultura- o de algunas de sus dependencias -Conagua, Caminos y Puentes, entre otras-, el Estado invierte.

Pero esta inversión no sólo ha sido relativamente cada vez más pobre, sino directamente más dependiente de los privados. Lo demuestran los cerca de 70 mil millones de dólares de inversión financiada que se habrán acumulado en el sexenio por concepto de Pidiregas (55 mil en petróleo y 15 mil en electricidad), y que representarán cerca de 90 por ciento de la inversión sexenal en exploración y producción primaria de petróleo; y la mayoría de las obras de generación eléctrica. Los privados dominan ya la nueva inversión donde se generan las rentas petrolera y eléctrica. Así de simple.

Y esto debe explicarse. ¿Lo escuchó usted en el debate? Yo tampoco. No sólo con manos limpias, sino con mente y espíritu limpios, debiera explicar y someter a consideración de la sociedad, el hecho de depender de hacer depender de los inversionistas privados, la marcha de los sectores estratégicos, petróleo y electricidad. Y, más aún, el ánimo de profundizar esta tendencia. Sí. Es un fraude participar en debates en los que no sólo se ocultan -por ignorancia o mala fe- las tendencias de una evolución económica en la que el Estado -sin duda en contra del espíritu y el mandato constitucionales- cede los terrenos estratégicos a los privados.

Es un fraude ocultar -con una clara intención electoral- el ánimo de continuar y profundizar la cesión, a estos capitales privados, de dos de los resortes fundamentales de nuestra vida económica: petróleo y electricidad. ¿Cómo, entonces, creer eso de las manos limpias? ¡Una explicación no sólo superficial sino nebulosa de las cuestiones económicas, fiscales y energéticas lo impide! ¡Cómo creer en alguien que, como secretario de Energía, además de rodearse de amigos de dudosa capacidad y escasa preparación para responsabilizarse de áreas técnicas sustantivas, alentó al máximo esa tendencia contraria a la Constitución! Sí, sin duda que el autodenominado candidato de las manos limpias tiene derecho a impulsar el cambio constitucional de los artículos 25, 27 y 28, si lo considera pertinente. A lo que no tiene ningún derecho es a maniobrar -como ya lo hizo- para permitir una penetración a oscuras de los privados en ámbitos que nuestra Carta Magna aún reserva al Estado. Como secretario de Energía eso hizo. Por eso, la anécdota del préstamo de Banobras resulta absolutamente intrascendente frente a las realidades en petróleo y electricidad.

El candidato de las supuestas manos limpias nunca -sí, nunca- podrá demostrar que, siendo secretario de Energía, cumplió escrupulosamente los mandatos constitucionales. Junto con su jefe y sus amigos, profundizó la penetración de las compañías privadas -extranjeras, primordialmente- en nuestras industrias petrolera y eléctrica. Lamentablemente.

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