UN CEMENTERIO RESGUARDADO POR ANGELES
Por conocer, el invaluable patrimonio artístico del Panteón del Tepeyac
Antonio López de Santa Anna y Xavier Villaurrutia, entre los personajes allí inhumados
La entrada para el público en general sólo es posible mediante visitas guiadas
Ampliar la imagen Un ángel, uno de los habitantes del panteón del cerro de La Villa; en la imagen inferior se observa un mausoleo Foto: Fabrizio León
Ampliar la imagen Un ángel, uno de los habitantes del panteón del cerro de La Villa; en la imagen inferior se observa un mausoleo Foto: Fabrizio León
Se dice que resguarda los restos de san Juan Diego. Mera creencia popular, una de tantas leyendas alrededor del Panteón del Tepeyac, cuya invaluable riqueza histórica y artística es prácticamente desconocida.
Para empezar, es el más antiguo en México que todavía funciona, al remitirse su origen a la época virreinal, aun cuando el rango de cementerio lo obtuvo en el siglo XIX y el de panteón civil en los años 40 de la centuria pasada.
A ello debe sumarse la larga lista de personajes sepultados allí, cuyas biografías permiten reconstruir un sinfín de pasajes y vericuetos de la compleja vida política, militar, religiosa, artística y pública sobre todo del México decimonónico y de la primera mitad del siglo XX.
''Liberales y conservadores, por un lado, pensadores y artífices del porfiriato, por el otro; pintores, músicos y poetas -románticos e idealistas-; héroes y villanos yacen aquí todos junto a las familias acomodadas de una sociedad que se debatía por otorgar al joven país un rostro de modernidad", apunta el historiador Hugo Arciniega.
Más aún: es un cementerio que destaca por la riqueza artística y testimonial de su considerable cúmulo de monumentos funerarios, representativos de varios estilos y corrientes estéticas del pasado, como el romanticismo, el neogótico, el art nouveau y el art decó. Esas características y singularidades justifican el proyecto de la delegación Gustavo A. Madero para consolidar al Panteón del Tepeyac como un museo de sitio, pues hace unas semanas el recinto fue reabierto al público con su nuevo estatus.
Desde 1964, el acceso al lugar estaba restringido, ya que sólo se permitía entrar a los propietarios de las mil 500 fosas, o bien podían realizarse visitas mediante un permiso expedido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
En la nariz de la montaña
La idea del museo de sitio es una iniciativa que se remonta cuatro años atrás, aunque debió ser desechada por las anteriores autoridades de la demarcación.
Fue apenas en julio pasado cuando la actual administración retomó el proyecto y debieron sostenerse varias negociaciones con la comunidad para que fructificara.
La propuesta consiste en el acondicionamiento de un par de salas, así como la traza de un recorrido por el cementerio, para lo cual se requirió una inversión de 700 mil pesos, de acuerdo con la jefa delegacional, Patricia Ruiz Anchondo.
La primera sala está destinada a referir la historia del cerro del Tepeyac, conocido por los mexicas como Tepeyacac, que quiere decir ''en la nariz de la montaña" o cumbre, y en el que hasta antes de la conquista se hallaba el santuario dedicado a Tonantzin, madre de los dioses, según específica la investigación de Arciniega.
Luego de la llegada de los españoles, se fue consolidando el culto a la Virgen de Guadalupe y se convirtió en parada obligatoria de los virreyes antes de asumir su cargo y, tras la Independencia, en punto de visita oficial de casi todos los presidentes de la República, hasta para el emperador Maximiliano de Habsburgo.
En esa primera sala se da cuenta asimismo, del origen del propio cementerio, tema sobre el que hay datos contrapuestos.
Por una parte, la historia oficial de la delegación Gustavo A. Madero señala que el Panteón del Tepeyac fue fundado en 1660 por el canónigo doctor Juan María García Quintana y Ronda, caballero de la Orden de Guadalupe, quien años más tarde sería inhumado allí.
Mientras el historiador Hugo Arciniega, responsable de las cédulas del nuevo museo, ubica la creación del panteón en los primeros años del siglo XVIII, estrechamente vinculada a la Capilla del Cerrito y a la casa de ejercicios espirituales anexa.
''Fue elegido por las familias devotas de la Virgen de Guadalupe para enterrar a sus deudos. En 1859 quedó bajo la administración del ayuntamiento capitalino. Doce años después, cuando los cementerios ubicados dentro de los límites urbanos fueron clausurados, se determinó que el de la Villa de Guadalupe los sustituyera", apunta el especialista en una de las cédulas.
''Esto podría explicar la presencia de reconocidos integrantes del Partido Liberal en el cementerio. Durante el gobierno de Porfirio Díaz se le hicieron importantes ampliaciones y se construyó este edificio, tal vez porque aquí yacen los restos de Delfina Ortega, su sobrina y primera esposa."
Simbolismos de monumentos funerarios
La segunda sala da cuenta de las semblanzas de personajes inhumados en el lugar y su trascendencia histórica, empezando por el controvertido general Antonio López de Santa Anna hasta algunos de los más destacados artistas mexicanos, como el paisajista José María Velasco, el compositor Ernesto Elorduy y el poeta Xavier Villaurrutia.
La larga lista incluye también al torero Ponciano Díaz, al ingeniero Manuel María Contreras; Filomeno Mata, oposi-tor de la dictadura porfirista y director del Diario del Hogar; Rafael Lucio, médico del presidente Juárez y director del primer hospital para leprosos, y el arquitecto español Lorenzo de la Hidalga, constructor del Teatro Nacional y a quien se debe el nombre de Zócalo para el primer cuadro de la ciudad de México.
Asimismo, Manuel Orozco y Berra, autor de Historia Antigua y de la Conquista de México; Alfredo Chavero, uno de los autores de México a través de los siglos; el poeta Joaquín Arcadio Pagaza; el filántropo e ingeniero Gabriel Mancera constructor del Ferrocarril de Hidalgo; el arquitecto Emilio Dondé; Protasio Tagle, y Félix Zuloaga, entre otros.
Aspecto sustancial del Museo de Sitio del Panteón del Tepeyac, a decir del pintor Marcos Límenes, encargado directo del proyecto auspiciado por la delegación Gustavo A. Madero, es el recorrido por el propio cementerio, en el que se analiza in situ el simbolismo de varios de los monumentos funerarios, destacando sobre todo los de origen romántico, con rasgos como la antorcha invertida, el manto cubriendo la cruz, las columnas truncas y las dolientes, por ejemplo.
Simbolismos que se consolidaron en México 100 años después de haber vivido su gran auge en Europa, durante la segunda mitad del siglo XVIII, donde la producción artística estaba inspirada en el mundo antiguo, básicamente en Grecia y Roma, según comenta Hugo Arciniega.
''La representación de la muerte cambió del esqueleto descarnado que segaba la vida con una guadaña, La Parca, al genio alado que apagaba una antorcha contra el piso, Tánato, hermano de Hipno, el Sueño, e hijo de la Noche", explica.
Pocas fosas disponibles
''Cada una de las imágenes que ornamentaban las tumbas debían sugerir una idea acerca de la trascendencia de las acciones, el heroísmo, las virtudes y el autosacrificio."
Con un cartel en la entrada en el que se advierte que allí no se encuentra san Juan Diego, el Panteón del Tepeyac, ahora como museo de sitio, seguirá operando además con los fines para los que fue creado, aunque restan pocas fosas disponibles.
Para el público en general, la entrada sólo es posible mediante visitas guiadas, que deben solicitarse en el lugar, o bien, en la delegación Gustavo A. Madero.