Usted está aquí: viernes 28 de abril de 2006 Cultura Educación: la gran ausente

José Cueli

Educación: la gran ausente

Al observar el debate televisivo del martes pasado, el cual como ya es costumbre estuvo plagado de bravatas, justificaciones y descalificaciones entre los candidatos, me llevó a recordar el discurso de Juan Ramón de la Fuente, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), al que me referí la semana pasada, pues en las propuestas de los aspirantes a la Presidencia no escuché alusión alguna en torno de la educación. Es decir, en todos los aspectos, la educación fue la gran ausente.

Cito a De la Fuente: ''El gran tema de la educación continúa vigente porque se encuentra en la raíz de muchos de los problemas que viven nuestros países. Su gran importancia radica no solamente en generar y transmitir conocimientos, porque educar es ante todo formar personalidades, constituir a los sujetos éticos y políticos que habrán de asimilar y digerir todo un orden cultural y moral en el que los conocimientos adquiridos tengan una pertinencia y un sentido.

''Educar es forjar seres humanos libres, sensibles, autónomos, críticos y creativos, comprometidos con la comunidad a la que pertenecen, aptos para el ejercicio responsable de la democracia, así como para enriquecer y dar continuidad a la tradición cultural en la que están inmersos (...) Si lo esencial en la política es dar respuesta a los problemas de la sociedad, entonces hoy más que nunca en nuestros países, la política debe centrar su mirada en la educación (...)"

Más adelante, De la Fuente menciona que vivimos en la era del conocimiento y hace una interesante y bien documentada reflexión al respecto. ''La nuestra es la sociedad del conocimiento. Pero la verdad es que los conocimientos hoy día no sólo se generan y se consumen: se aplican, se patentan, se exportan, se importan, y ocurre que, 10 por ciento de la población mundial genera y controla 90 por ciento de todos los conocimientos de los que disponemos. Eso explica por qué 20 por ciento de la población mundial controla 80 por ciento de la producción global; y eso explica también por qué Estados Unidos transforma hábilmente la fuga de cerebros en bienes de importación, y contrata para sus centros generadores de conocimiento a más de 400 mil científicos, tecnólogos e ingenieros de Europa, Asia y América Latina".

Señala también que mientras los países de la Comunidad Europea destinan 3 por ciento del producto interno bruto (PIB) a investigación y desarrollo, en México, en los pasados cinco años bajó el gasto en ciencia y tecnología de 0.4 por ciento a 0.36 por ciento del PIB.

Además cita cifras del reciente informe del Foro Económico Mundial que señalan que México descendió en el índice de competitividad del lugar 48 en 2004 al 59 en 2005. Otro dato que aporta De la Fuente, revela que mientras ''...en Estados Unidos hay una creciente preocupación en los sectores académicos, pues 'solamente' están destinando 900 dólares por habitante en investigación y desarrollo, en México destinamos 14 dólares por habitante. En España se destinan 410 dólares por habitante".

Esa visión, clara y lúcida, convendría adoptarla para ver ''a la educación y la cultura como palancas del desarrollo".

Se predica con el ejemplo y para ello está el caso de la UNAM. Tras la grave crisis sufrida en la máxima casa de estudios hoy se encuentra entre las cien mejores universidades del mundo. Allí De la Fuente y los universitarios trabajaron con ahínco para recuperar el prestigio y el lugar de orgullo que había ostentado. La fórmula empleada consistió en ''reformarse a sí misma y actualizar su oferta educativa".

Valdría la pena recordar este ejemplo y pensar que ese planteamiento podría funcionar para rescatar al pobre país que se nos desmorona entre las manos.

 
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