El Hospital Infantil: ¿cuál es la trama?
Durante las pasadas semanas han aparecido en La Jornada artículos en los que se critican diversas acciones de las autoridades del Hospital Infantil. El asunto es relevante porque pone en el escenario dos asuntos de primera línea en nuestro país. Uno es clarísimo y más prominente hoy que nunca antes: la importancia de los medios de comunicación como un poder creciente y quizás único ante las desmesuras del poder político. El otro es inherente a éste y se refiere a que en la medida que la influencia del periodismo crece, así debe cuidar su veracidad. A mayor poder mayor responsabilidad.
Debo decir de entrada que en general la situación de los institutos es precaria a consecuencia de recortes de presupuesto en condiciones de déficit previo, falta de plazas y una demanda de servicios en continuo aumento. No es fácil en estas condiciones plantear mejoras, pero sí es posible, al menos, hacer algunas cosas bien.
Se critica que en el Hospital Infantil se suspendiera el protocolo de implantes de células de cerdo en niños diabéticos. ¡Lo grave es que alguna vez se iniciara! Este proyecto nunca debió ser aprobado, pues son múltiples sus inconsistencias y fallas. Señalo lo más grueso: no se debe investigar en niños algo no estudiado primero en adultos (riesgo de daño por más tiempo y a consecuencia de decisiones de terceros); la potencial infección por retrovirus porcinos en humanos debe tener estrecha vigilancia ante la posibilidad de mutaciones, que inclusive podrían poner en riesgo la ocurrencia de una insólita infección (este riesgo es una de las limitantes por las que no se habían realizado en Estados Unidos o Europa); todos los riesgos deben ser informados y comprendidos por los responsables de los infantes en una carta de consentimiento informado explícita. Así las cosas, lo único esperable de una autoridad responsable es suspender el estudio y proponer una revaloración por un comité experto.
Se ha criticado también la restructuración de los servicios clínicos. La nueva estructura permitiría un cuidado médico más completo y un entrenamiento de los pediatras más integral. La estructura no es nueva: así es como funciona el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, con gran éxito en el pasado. Al cambiar la estructura se afectan, desde luego, las áreas o secciones de las especialidades que, mantenidas así por años, se convirtieron en verdaderos feudos (lo que inevitablemente ocurre con las jefaturas perennes, muy comunes en nuestro medio).
En esencia lo que ocurre en el Hospital Infantil de México es resultado de querer mejorar las actividades. Muy fácil hubiera sido dejar todo como estaba y, acaso, pintar el hospital y construir un nuevo edificio. Si queremos mejorar nuestras instituciones debemos asumir que requerimos cambiar muchas cosas, porque es mucho lo que no funciona.
Lo verdaderamente grave de este asunto es la forma en que ha sido tratado periodísticamente. Se ha condenado sin conocer. Se han presentado logros irreales (el trasplante de células pancreáticas debe demostrar aún que cuenta con lo elemental para poder efectuarse) y se han criticado los cambios sin conocimiento de causa. El periodismo escrito es nuestra mejor arma contra el poder atrabiliario y es un arma muy eficaz, pero ha de usarse bien. Es fácil denostar y erigirse en juez último aun sin contar con elementos cuando se cuenta con el medio, sea electrónico o escrito, publicando rumores o verdades incompletas. Se destruyen con facilidad reputaciones, se afectan futuros, se comprometen cambios y, en general, retrocedemos cuando el trabajo periodístico no completa su investigación correctamente.