Tres "chivos expiatorios" pagaron por errores de diseño y experimentos mal hechos
A 20 años de Chernobyl funcionarios de la ONU plantean dejar el fatalismo
Sin fundamento, nueva ola de afirmaciones sobre el accidente, dicen en Naciones Unidas
Ampliar la imagen En la ciudad de Slavutich, veladoras, flores y rezos de ucranianos en memoria de las víctimas del peor desastre nuclear en la historia ocurrido hace 20 años en la planta de Chernobyl Foto: Ap
Ampliar la imagen Estudiantes de Ucrania durante un simulacro de accidente nuclear en Rudo, cerca de la planta de Chernobyl Foto: Ap
Moscú, 25 de abril. Como cada vez que el calendario marca el 26 de abril, y con especial tristeza este miércoles que se cumple el 20 aniversario de la mayor catástrofe nuclear de la historia, los habitantes de Ucrania, Bielorrusia y Rusia, los países más afectados aunque no los únicos, recordarán a las víctimas de Chernobyl.
Más allá de las conmemoraciones oficiales, por doquier habrá actos de homenaje a las personas que perdieron la vida desde 1986, a consecuencia directa o indirecta de la doble explosión del cuarto reactor de esa planta nuclear.
Tampoco faltarán los gestos solidarios con los liquidadores de las secuelas del desastre, muchos de los cuales tienen un precario estado de salud y la terrible certeza de que van a morir por la misma causa, ahora en forma de ostensible incremento del cáncer de tiroides, leucemia y otras enfermedades oncológicas.
Y en este contexto altos funcionarios de la Organización de Naciones Unidas insisten en que carece de fundamento "la nueva ola de afirmaciones alarmistas sobre sus repercusiones (de Chernobyl) en la salud humana y el medio ambiente".
En un artículo de opinión, difundido hoy bajo la firma de Kalman Mizsei y Louisa Vinton, el primero secretario general adjunto de la ONU y la segunda directora de programas "para los países occidentales de la CEI (antigua Unión Soviética) y del Cáucaso, además de Chernobyl", sostienen:
"Los mitos y los errores han arraigado (...) y, combinados con las políticas generalizadas de subsidios estatales con los que se clasificó como inválidos a los millones de personas que viven en las zonas de Chernobyl contaminadas (por la radiación), fomentan comportamientos fatalistas y pasivos, lo cual hace que las personas en las comunidades afectadas se acostumbren a la dependencia (de los recursos financieros foráneos)".
Dicen que sin duda han sufrido mucho las 330 mil personas que fueron evacuadas y reubicadas después de la catástrofe. "Sobre eso no hay duda, pero para los cinco millones (seis, de acuerdo con datos de los respectivos gobiernos) que viven en regiones afectadas y son consideradas como 'víctimas' de Chernobyl, la radiación no ha tenido repercusiones discernibles en su salud física".
Por ello, Mizsei y Vinton proponen una solución basada en "nuevas concepciones y decisiones audaces". En particular, "un cambio de las prioridades: de pagar subsidios míseros a millones de personas a fijar objetivos para el gasto que contribuyan a crear puestos de trabajo y al crecimiento económico".
En otras palabras, según estos funcionarios, después de privar de sus simbólicas pensiones a los inválidos de Chernobyl, éstos tendrían que ponerse a trabajar para impulsar el crecimiento económico en Ucrania, Bielorrusia y Rusia.
Con la misma lógica del absurdo, dictaminan: "las organizaciones de beneficencia tienen razón en preocuparse por la salud de la población, pero deben centrarse en fomentar estilos de vida saludables en las comunidades afectadas (por la radiación), en lugar de enviar a niños al extranjero (durante breves periodos de recuperación), como si sus hogares estuvieran contaminados".
Ante la magnitud de la tragedia en Chernobyl, y la preocupación de otros gobiernos de que la causa guardara relación sólo con un defecto del reactor, lo cual aumentaría el riesgo de que se repitiera la catástrofe en otras centrales, la dirigencia soviética ordenó una "amplia investigación" para tranquilizar a la comunidad internacional y concluir que el factor humano fue lo único que falló el 26 de abril de 1986.
A 20 años de distancia, abierta parte de los archivos del régimen soviético, parece demostrado que el desastre se debió a una fatídica combinación de errores humanos, defectos en el diseño del reactor y un experimento mal realizado.
La investigación, como era de suponer, terminó en un juicio ejemplar contra tres inculpados, que el 29 de abril de 1987 fueron condenados a diez años de privación de la libertad y que, a la luz de los datos ahora disponibles, no eran sino chivos expiatorios.
Para salvar el prestigio de la élite de la ciencia soviética, principal impulsora del uso de la energía nuclear en el país, y para relegar a segundo plano el fallido experimento en el reactor, habida cuenta de que las personas implicadas en el mismo murieron por las explosiones, se fincó toda la responsabilidad penal en el director general, el ingeniero en jefe y su segundo de la planta de Chernobyl.
El director general, Víktor Briujanov, purgó su pena y hace unos días, el pasado día 20, fue condecorado en Kiev con el diploma de honor del Ministerio de Energía y Combustibles de Ucrania por "el heroísmo y profesionalidad" que mostró apenas tomó conocimiento del desastre.
Final trágico
El destino de los otros dos "culpables" resultó trágico.
El ingeniero en jefe, Nikolai Fomin, intentó quitarse la vida en la cárcel, cortándose las venas con los cristales rotos de sus lentes, y después fue internado en un manicomio, donde permanece recluido.
Anatoli Diatlov, el ingeniero en jefe adjunto, quien acudió a la planta de Chernobyl minutos después de la primera explosión y el que recibió mayores dosis de radiación de los tres, obtuvo la libertad "por motivos de salud", cuando ya estaba literalmente desahuciado.
Diatlov consagró todas sus exiguas fuerzas a demostrar que, por encima de los errores humanos, los defectos de diseño del reactor de tipo RBMK-1000 fueron la principal causa de la tragedia de Chernobyl.
En un libro de muy reducida tirada, del cual La Jornada tiene un ejemplar, Diatlov acusó directamente al académico Anatoli Aleksandrov, presidente de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética y director del Instituto Kurchatov de Física Nuclear, de ser el responsable de la catástrofe, toda vez que el reactor se diseñó bajo su personal coordinación.
Y saca esta amarga conclusión: "En la Unión Soviética nunca hubo una organización o sociedad capaz de defender a una persona común por más inocente que fuera. El Estado y el partido (comunista) nunca podían ser culpables".
Anatoli Diatlov falleció el 13 de diciembre de 1995.
Por motivos no esclarecidos hasta ahora, un año después de que los tres fueran condenados, el académico Valeri Legasov, subdirector del Instituto Kurchatov de Física Nuclear, quien estuvo al frente de las labores de los liquidadores en Chernobyl y cuyo testimonio al parecer fue determinante para que el juez considerara probada la culpa de los procesados, se pegó un tiro.
Legasov se suicidó el 27 de abril de 1988. Tenía 52 años y se le veía como sucesor natural de Aleksandrov al frente de la Academia de Ciencias.