Usted está aquí: miércoles 26 de abril de 2006 Política El amago de violencia paró 5 horas a Puerto Cárdenas

En 2005 movilizó 17.5 millones de toneladas de carga

El amago de violencia paró 5 horas a Puerto Cárdenas

Recibe miles de automóviles, materias primas y mercancías

FABIOLA MARTINEZ Y ERNESTO MARTINEZ ELORRIAGA ENVIADA Y CORRESPONSAL

Ampliar la imagen Rondines de marinos en las cercanías de la planta de Sicartsa, en Lázaro Cárdenas, Michoacán Foto: Alfredo Domínguez

Puerto Lázaro Cárdenas, Mich., 25 de abril. Este muelle, con 32 años de operación, paró por primera vez el jueves pasado, como medida precautoria ante el choque entre mineros y fuerzas policiales. Sólo el amago de violencia hizo detener, por cerca de cinco horas, al embarque más grande del país.

Ni los fenómenos naturales habían hecho suspender operaciones en estos 4 mil 800 metros de predio, donde el año pasado fue movilizada una gigantesca carga de 17.5 millones de toneladas, que nutre a buena parte de la industria y el comercio de México. El de Lázaro Cárdenas es el nivel más alto, si se compara con las 16 millones de toneladas operadas en el puerto de Veracruz, los 12 millones de Altamira o los 10 millones de Manzanillo.

Aquí se reciben también miles de automóviles (25 mil unidades el año pasado) y se procesa la mayoría de importaciones provenientes de Asia; pero sin duda alguna el corazón de este ir y venir de enormes contenedores de materias primas y mercancías son los procesos para alimentar los hornos de las acereras Mittal Steel y Siderúrgica Lázaro Cárdenas-Las Truchas (Sicartsa).

Hoy, a 23 días del paro en la siderúrgica, la Administración Portuaria Integral (API) ha tenido que ''prestar'' a Grupo Villacero un predio a la orilla del mar, para recibir las toneladas de materia prima que siguen llegando del exterior en gigantescos buques fondeados a la espera de ingresar a puerto.

En otra área, como material olvidado, el inventario, el ''stock'' va en ascenso: carbón, chatarra, coque y pelet. Las cifras oficiales precisan que 53 por ciento de los movimientos del puerto están vinculados a la vida de las dos importantes acereras.

Cerca de la playa solitaria, por donde entraron el jueves pasado los contingentes de las policías estatal y federal, en su intento frustrado por romper el paro de los mineros, están intactas las lomas de carbón. Tal vez 60 toneladas. A lo lejos parecen cordilleras formadas por el fino polvo negro que se mezcla con la arena de la playa y la brisa del Pacífico.

Al fondo se ve una llamarada. Es el fuego que sale de un gigantesco tambo rojo donde está inscrito, con letras blancas, el nombre de la empresa. La lumbre es la guía para ver el horno encendido de Sicartsa, área estratégica que por seguridad nadie puede apagar porque, en tal caso -cuentan los que saben-, se taparían los ductos y las concentraciones de gas podrían provocar un accidente de efectos desastrosos para esta ciudad.

Dentro de la planta, en ese predio polvoriento con tanques y columnas de concreto donde se prepara el acero, aparece un solitario obrero con un paliacate rojo en la boca; quizá su única protección para detener el polvillo negro irrespirable. Es uno de los pocos mineros de la sección 271 que no pueden detener su labor.

Parece absorto en su trabajo; está solo en ese lugar. No responde al llamado, hay demasiado ruido por los andenes de fierro que circundan los hornos. Más abajo, otra ''cordillera'', ahora de metal: millones de esferas de hierro apiladas que sirven para hacer operar molinos industriales. Son las mismas que, con el empuje de las resorteras, sirvieron de ariete a los obreros para romper la valla de uniformados.

Los directivos de API, el organismo descentralizado que administra el puerto, muestran que pese al conflicto laboral el embarque y atraque sigue su curso; una férrea seguridad vigila el ir y venir de las grúas y montacargas, así como el movimiento de camiones y vagones de ferrocarril. De este lado del puerto todos quieren dejar de lado lo que ocurre en la planta ''vecina'', la productora de alambre corrugado más importante de América Latina, cerrada por los mineros desde el 2 de abril. Aun cuando los 5 mil trabajadores que dependen de este embarque siguen haciendo lo suyo, pareciera que la brisa del mar arrastra también a la parte trasera de Sicartsa la incertidumbre de los paristas que, con todo, siguen al pie de la puerta dos de la acerera.

Los camiones y trascabos avanzan por las avenidas que llevan al embarcadero, pero el camino está aderezado por la presencia inusual de elementos de la Armada de México, justo entre la malla que divide a la planta con la aduana del puerto. También los obreros y operadores de máquinas parecen ver interrumpida su cotidianeidad con el sobrevuelo de los helicópteros negros de la Policía Federal Preventiva (PFP), que siguen en el resguardo de las instalaciones de la fábrica.

En un recorrido de este diario por áreas restringidas, justo en el lado opuesto de donde se hallan de guardia los obreros, luce imponente el recinto portuario. Ahí están las áreas de Petróleos Mexicanos, de la Comisión Federal de Electricidad, los frigoríficos, los contenedores, servicios de sanidad, medio ambiente y, como una mole de concreto vieja y olvidada, las instalaciones de NKS y Fertinal, cerradas también en un enjambre de conflictos laborales al inicio de este sexenio.

Las grúas siguen operando cientos de contenedores de las tres líneas navieras. Enseguida llega la hora del descanso. Media jornada. Los trabajadores buscan los comedores y otros sacan su torta. El puerto Lázaro Cárdenas, el más grande del país, se empeña así en seguir su cotidianeidad. Arriba, otro helicóptero de la PFP busca un lugar en la planta de Sicartsa para aterrizar.

 
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