Usted está aquí: martes 25 de abril de 2006 Opinión El príncipe se aburre

Pedro Miguel

El príncipe se aburre

Diríase que Henry Charles Albert David Mountbatten-Windsor es un joven inglés con alto sentido del patriotismo. Hace apenas diez días que se graduó -tras un año de estudios- en la escuela de oficiales de Sandhurst y ya arde en deseos de ser enviado al combate. Según The Mail on Sunday, en la ceremonia de entrega de galones del pasado 12 de abril, este lugarteniente segundo dijo a sus superiores: "Si no se me permite desplazarme con mi unidad a una zona de conflicto, devolveré mi uniforme". En septiembre del año pasado, cuando cumplió 21 años, Henry advertía en una entrevista: "De ninguna manera voy a pasar por Sandhurst para después quedarme en casa haciendo el vago mientras mis compañeros luchan por el país".

Tal vez Henry realmente crea que la soldadesca británica que participa en la ocupación de Irak esté "luchando por su país". Pero es posible también que se encuentre aburrido y desee una buena dosis de emociones fuertes, como las que ha tenido a lo largo de su joven existencia: pleitos a puñetazos al salir de su club nocturno privado, tratamientos para superar adicciones, noches de farra y disparos con arma de fuego en Buenos Aires. El escándalo mediático más reciente ocurrió en Londres, cuando Henry luchó por su país de una manera muy original: en vísperas del 60 aniversario de la liberación de Auschwitz, acudió a una fiesta de disfraces vestido de nazi. La cosa no habría pasado a mayores pero, para su infortunio, otro diario sensacionalista -The Sun- envió fotógrafos al encuentro y al día siguiente publicó en primera página la imagen del muchacho portando un brazalete con la cruz gamada.

Ha de ser incontable el número de individuos que, en Inglaterra y otros países, cometen idioteces parecidas sin que por ello alcancen las primeras planas. El problema de Henry consiste en que no es un inglés cualquiera, sino uno de los dos engendros de Diana Frances Spencer y Charles Philip Arthur George Mountbatten-Windsor y, en consecuencia, está colocado en el tercer sitio de la línea de sucesión al trono británico, en el cual reside la jefatura del Estado. Por esa razón el episodio levantó ámpula y un ex ministro de Defensa -el laborista Doug Henderson- dijo que Henry no debe ser admitido en la escuela de oficiales de Sandhurst porque había proferido una ofensa "a mucha gente que peleó en la Segunda Guerra Mundial y a familiares de los caídos".

La posición social del príncipe obstaculiza ahora su deseo de ir a matar iraquíes o afganos. Un comunicado de la oficina de su padre, el príncipe de Gales, destacó que "puede haber circunstancias en las que su presencia atraiga una atención excesiva que ponga en riesgo su vida y la de aquéllos bajo sus órdenes". En otras palabras: suficientes y acuciantes problemas tienen ya los efectivos agresores angolestadunidenses en Irak y Afganistán como para que encima los pongan a hacer de niñeras de un príncipe transgresor y malcriado. Pero aún está por verse la decisión que tomen al respecto los mandos militares de Londres.

Otra cosa: en Katmandú los manifestantes antimonárquicos que exigen la destitución del decrépito Gyanendra Bir Bikram Shah Dev estrenaron ayer una nueva consigna frente a las tropas antidisturbios armadas hasta los dientes: "Dispárenle al rey, no a nosotros". A pesar de los toques de queda y de la violenta represión, los opositores nepalíes siguen saliendo a las calles, decididos a incendiar la corona con plumas que simboliza la monarquía de esa nación asiática. Ojalá que, para cuando alcancen su objetivo, el objeto real ya no se encuentre sobre la cabeza del todavía monarca. De otro modo, éste podría sufrir quemaduras y lesiones graves y hasta fatales.

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