Usted está aquí: domingo 23 de abril de 2006 Capital Niños indígenas migrantes en el DF se quejan de discriminación en la escuela

Compañeros, e incluso algunos maestros se burlan de su forma de hablar, dicen

Niños indígenas migrantes en el DF se quejan de discriminación en la escuela

También padecen mala alimentación y problemas de salud: delegación Cuauhtémoc

ANGEL BOLAÑOS SANCHEZ

Ampliar la imagen Celebración del Día del Niño en el parque Río de Janeiro, colonia Roma, donde la delegación Cuauhtémoc organizó actividades recreativas y entregó juguetes a los festejados Foto: José Antonio López

Ampliar la imagen Celebración del Día del Niño en el parque Río de Janeiro, colonia Roma, donde la delegación Cuauhtémoc organizó actividades recreativas y entregó juguetes a los festejados Foto: José Antonio López

La delegación Cuauhtémoc concentra el mayor número de población indígena migrante en la ciudad de México: alrededor de 11 mil personas, de las cuales 60 por ciento son menores de edad, y aun cuando muchos de ellos nacieron en el Distrito Federal, siguen enfrentando los mismos problemas que sus padres al emigrar de sus lugares de origen: discriminación, hambre y enfermedades derivadas de la mala alimentación, según el diagnóstico del Consejo de Consulta y Participación Indígena de la demarcación.

Sin embargo, ellos tienen la voluntad de salir adelante, como es el caso de Marlen Mendoza Ascencio, quien estuvo a punto de abandonar la primaria cuando cursaba el sexto grado, debido a las burlas de sus compañeros e incluso de algunos maestros, por su falta de dominio del español. Hoy está a punto de concluir la secundaria, y quiere ingresar al Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM. Por su destacada participación en diversos foros sobre los derechos de los niños y las niñas indígenas, fue seleccionada para asistir a un encuentro en España con menores de pueblos originarios de diferentes partes del mundo.

Recuerda que a los siete años de edad se separó de su abuela en San Juan Tetelcingo, en el estado de Guerrero, para alcanzar a sus padres en la ciudad de México. Al llegar aquí solamente hablaba náhuatl y poco a poco aprendió el español. "La gente que discrimina a los indígenas está mal, no sabe lo que es ser mexicano, porque antes de los españoles y los mestizos ya estábamos nosotros los indígenas", subraya.

Luis Abraham Aguilar Ruiz, coordinador del Consejo de Consulta y Participación Indígena en Cuauhtémoc, quien trabaja con grupos de migrantes en cinco de los 15 predios en los que se concentran -algunos de ellos en condiciones de riesgo-, admite que la discriminación sigue siendo un problema, pero persiste también la mala alimentación, pues es común que solamente coman una vez al día, y consumen muchas golosinas y refrescos, por lo que enfrentan problemas de desnutrición y las enfermedades que se derivan de ésta.

Ayer la demarcación organizó un festejo a los niños indígenas, con teatro guiñol, música, juegos y actividades lúdicas.

Allí, Irene Martínez, indígena triqui proveniente de San Juan Copala, Oaxaca, narró que llegó a la ciudad de México a los 15 años con sus papás, y a sus 27 años tiene cuatro hijos: Humberto, de 10 años; Estafanía, de siete; Marcelino, de cinco, y Blanca Yssel, de año y medio. Viven en un conjunto habitacional en la colonia Doctores, junto con otras 63 familias, y sobreviven con un ingreso semanal de 500 pesos, en promedio, producto de la elaboración de artesanías, que venden en la Alameda Central. Sus tres hijos mayores estudian, pero también tienen que trabajar con ella en la elaboración de artesanías.

Irene admite que a sus hijos no les enseñó su lengua materna, aunque reconocen algunas palabras, pero en la escuela a la que asisten, la Agustín Rivera, ubicada en la colonia Roma, no les dan libros en triqui, solamente en español.

Marlen, al salir de la secundaria, mientras su padres venden sus artesanías afuera de la estación del Metro Balderas se dirige a un centro de día, que atiende a niños en riesgo de calle; allí come, realiza sus tareas y actividades recreativas, y por la tarde regresa a su casa, en Balderas, en un predio rescatado por el programa de vivienda de alto riesgo estructural, donde habitan 12 familias nahuas. Piensa que en la ciudad de México, a pesar de la discriminación, es posible salir adelante, siempre y cuando cuente con el apoyo de sus padres.

 
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