Razones religiosas frenan el potencial vinícola de Turquía
Uyurca, Turquía. Cuando la familia Ozbek comenzó a plantar parras, sus vecinos les dijeron que estaban cometiendo pecado mortal. "Nos dijeron que producir vino iba contra el Islam. Aseguraron que en nuestro suelo no llovería más. Luego vieron cuánto dinero generamos y ahora también plantan parras", dijo Cengiz Ozbek, granjero de 37 años. Ahora, la mitad de las 40 familias que viven en esa pequeña aldea producen uvas para vino, pese a que la enseñanza musulmana dicta que el alcohol es haram o pecado. El sistema secular del país mantiene un estricto control de la religión y por mucho tiempo ha fomentado una actitud tolerante hacia el alcohol. La aldea, enclavada junto al río Kizilirmak, produce ahora unas 500 toneladas de uvas al año, desde las sólo 12 toneladas de su primera cosecha en 1996. Vende toda su producción de Kavaklidere, el mayor y más viejo fabricante de vinos de Turquía, la cual fue fundada en Ankara en 1929. El presidente y fundador de Turquía, Mustafá Kemal Ataturk, era conocido por su amor a la potente bebida sabor a anís, el raki, por anhelar la transformación de Turquía de una sociedad pobre y dominada por la religión a una nación moderna y con gustos europeos. Hoy día, Kavaklidere representa 35 por ciento del mercado vinatero de Turquía y exporta cerca de 20 por ciento de su producción a Europa. Pero el director ejecutivo de Kavaklidere, Ali Basman, se queja de los impuestos en alza, de las actitudes hostiles del gobierno y de un gran mercado ilegal de licor, el cual, dice, ayudó a reducir 15 por ciento las ganancias de la compañía en 2005. Los impuestos al vino han aumentado vertiginosamente más de 100 por ciento, llegando a 2 dólares con 44 centavos por litro, aproximadamente la mitad del precio de una botella, desde que el Partido de Justicia y Desarrollo, con raíces en el Islam político, llegó al poder en 2002. Los impuestos a la cerveza y el raki han subido 50 y 26 por ciento, respectivamente. "La gente en Turquía evita pagar impuestos, pero es fácil gravar el alcohol, en especial para un gobierno que lo reprueba por motivos religiosos", dijo Basman. "Pero cuando subes los impuestos fomentas el mercado negro. Casi 60 por ciento del vino vendido en Turquía es ilegal y su calidad es pobre. Los productores clandestinos son una dura competencia", concluyó.
Reuters