Usted está aquí: miércoles 19 de abril de 2006 Opinión Fox: guerrillero de la matraca

Luis Linares Zapata

Fox: guerrillero de la matraca

Tan pronto como terminó su meditación durante la Semana Mayor, el presidente Fox reanudó su cotidiana intentona (¡una más!) para descarrilar a López Obrador de la ruta ganadora que las encuestas, de manera por demás consistente, le confirman. Antes de ayer, el mismo lunes siguiente al domingo de la resurrección de la carne, a primera hora de la mañana, en el discurso presidencial, que más bien fue una diatriba en contra del odiado enemigo (el maligno sujeto de sus temores), utilizó una refinada, prístina metáfora ladrillera para construir, paso a paso, golpe a golpe, el futuro al cual, y según su reaccionaria pasión de guerrillero de la palabra, tienen que aspirar todos los mexicanos. Los oyentes eran, ¡oh casualidad!, beneficiarios del programa Oportunidades, precisamente ésos a los que un estudio independiente de la Sedeso señala como posibles sujetos a manipular en las elecciones venideras. La imagen de la coordinadora de la campaña de Felipillo, Josefina Vázquez Mota, flotó en este ambiente de sinceridad a ultranza que despliegan por doquier los hombres y mujeres del cambio. Ella y sus decididos ex delegados de antaño en la Sedeso, con la firmeza que les acerca el blindaje panista, se mantendrán al margen de todo uso indebido de sus conocimientos y relaciones. ¡Qué duda cabe! Son agentes transparentes, incapaces de utilizar los recursos, mecanismos y la influencia sobre personas indefensas para inducir el voto por Calderón y demás candidatos de su partido.

Pretende Fox, con denuedo de dignas causas, acompasar, reforzar, guiar si se puede, la campaña de Felipillo, ese belicoso encantador de espantajos venezolanos que aspira a superar la adversidad hasta triunfar el 2 de julio de sus esperanzas rijosas. Fox quiere, a costa de uno, dos, tres y hasta cuatro rollos diarios, convencer al que cree incauto electorado de las inmanentes bondades de un gobierno bajo la chueca mano de su protegido. Nada será mejor el año próximo si se sigue por este mediocre camino de mentiras probadas, parece decir el eco revolvente.

No cejará Fox ni un día en su cruzada que suena, huele y esparce un miedo atroz a ser enjuiciado por rabiosos izquierdistas que querrán llevarlo al paredón de las acusaciones cuando él no tenga ya medios a su servicio. Ese es el relato entrevisto por Fox. La historia que no le será favorable de empecinarse, hasta el final, en inyectar miedo y rencor a los futuros votantes.

Quiere don Vicente convertir la Presidencia en una agencia al servicio de un aspirante que no puede, según testimonian innumerables encuestas, rebasar el inicial 30 por ciento de la propensión al voto. Un logro ya de por sí digno de elogio, pues rebasa, con creces, el límite amargo (25 por ciento) que el conservadurismo ramplón de los panistas merece. La última publicación del diario El Universal así lo atestigua. Calderón se ha estabilizado, a lo largo de las tres mediciones de la campaña que hace el cotidiano, en cifras que pueden fluctuar uno, dos o tres puntos a lo sumo (entre 32 y 34 por ciento, no más).

Sin embargo, persisten los panistas y aliados en su objetivo de derribar a toda costa al puntero de la contienda. No puede López Obrador, según el cálculo de los aguerridos yunqueros que acompañan a Felipillo, continuar en el primer lugar de las preferencias populares. Más de dos años y medio acaparando el grueso de las simpatías es una realidad ante la cual hay que rebelarse con la fuerza de la envidia. Hay que denostar a los atrevidos populacheros con el mal aliento de los deseos reprimidos más allá de toda prudencia. Hay que oponer al tenaz adelantado de las esperanzas mayoritarias el empuje de los intereses concentrados en esas pocas manos que se pavonean con la soberbia de sus amasados privilegios.

Por eso es válida la guerra sucia, dicen los panistas escudándose tras el derecho a la expresión. Insisten, en su gelatinoso fuero interno que todo lo valida el triunfo. La derrota digna, apegada a derecho que acompaña a la verdadera democracia, no existe, dirán al unísono del Il cavalliere milanés Silvio Berlusconi. La derecha, ante la adversidad, muestra sus terribles facetas de siempre: tramposa, ruda, im-placable hasta llegar al crimen. Berlusconi, un amago avejentado del joven Calderón nativo, no sólo alardea y reniega del sistema electoral italiano, sino que incita a sus conciudadanos, a través de sus medios de comunicación, a impedir que su rival, Romano Prodi, un izquierdista cualquiera, pueda hacerse del poder en la Italia de todos los tiempos. Es la derecha, no la izquierda, la que rechaza, si no le es favorable, el dictado de las urnas. Es esa derecha reaccionaria la que al no poder movilizar a las masas concita al golpe de Estado, provoca el descalabro financiero, la que invita al poderoso cómplice externo a que intervenga para poner en su lugar a los atrevidos connacionales rejegos que la estorban en sus desaforados afanes de poder.

Habrá que recordar al Fox de días, de meses previos al año 2000, cuando sostenía, con voz resonante, que no reconocería el triunfo de Francisco Labastida (o del PRI) si éste no era mayor a 10 por ciento. Fox alardeaba entonces de salir a las calles, de movilizar a sus seguidores para imponer la que él identificaría como la voluntad general. Precisamente el delicado augurio que ahora le atribuyen, sin otro trámite que sus afirmaciones tajantes, a López Obrador. Tal vez por eso los perredistas van y vienen entre el IFE y el Tribunal Electoral en busca de un apoyo legal e institucional que parece flaquear o, de plano, se muestra indiferente. La atención de aquí para adelante deberá ponerse en la limpieza del juego. En detener la guerra farisaica, mentirosa y alarmista en que se han adentrado el partido Acción Nacional, sus apoyadores y la cauda de asesores que han contratado.

 
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