Usted está aquí: jueves 13 de abril de 2006 Cultura Se cumple el centenario natal de Samuel Beckett, profeta de un mundo sombrío

El premio Nobel irlandés militó en la resistencia contra el nacionalsocialismo alemán

Se cumple el centenario natal de Samuel Beckett, profeta de un mundo sombrío

Esperando a Godot, obra que le valió el éxito al dramaturgo, la escribió en francés

Influyó en autores como Vaclav Havel, Harold Pinter y Thomas Bernhard

DPA

Ampliar la imagen Una calle de Dublín, en el sur de Quays, rebosa de carteles para anunciar el festival conmemorativo por el centenario de Samuel Becktett (1906-1989); a la derecha, el célebre autor que llevó al escenario el desamparo del hombre moderno y lo absurdo de su existencia Foto: Ap y Archivo

Ampliar la imagen Una calle de Dublín, en el sur de Quays, rebosa de carteles para anunciar el festival conmemorativo por el centenario de Samuel Becktett (1906-1989); a la derecha, el célebre autor que llevó al escenario el desamparo del hombre moderno y lo absurdo de su existencia Foto: Ap y Archivo

Hamburgo, 12 de abril. Sus personajes vagan por decorados despojados, viven en cubos de basura, se pierden en el recuerdo de tiempos mejores. Como ningún otro autor, el premio Nobel irlandés Samuel Beckett (1906-1989) llevó al escenario el desamparo del hombre moderno y lo absurdo de su existencia.

Con su obra más famosa, Esperando a Godot, se convirtió en uno de los dramaturgos más influyentes después de la Segunda Guerra Mundial. Pero esta especie de padre del pesimismo literario también tenía otras facetas: durante esa conflagración, el parisino por elección trabajó en la Resistencia francesa. Este 13 de abril se cumplen cien años de su nacimiento.

Eso sí. Hay dudas respecto de esa fecha. Una biógrafa presume que Beckett nació en realidad el 13 de mayo, pero que luego modificó la fecha, porque para un dramaturgo del dolor y la mortalidad le parecía más apropiado el 13 de abril (entonces un Viernes Santo).

Creció en un barrio de Dublín y como hijo de una acomodada familia de empresarios protestantes en la católica Irlanda era un marginado. Como estudiante de francés y de literatura llamó la atención, sobre todo por sus ambiciones deportivas. Por sus cualidades como lanzador en el equipo universitario, el escritor zurdo sigue ocupando un lugar en los anales del cricket.

Ya de muy joven se vio tentado por la idea de vivir en el extranjero: en 1928, Beckett se fue a París como profesor de inglés y pronto formó parte del círculo en torno del novelista James Joyce, el segundo gran exiliado de la literatura irlandesa.

En aquellos años, Beckett visitó varias veces a una tía en la ciudad alemana de Kassel, cuyo marido comerciaba con arte y antigüedades. El escritor se enamoró de su prima Peggy Sinclair, pero los planes de boda fracasaron. Al menos aprendió suficiente alemán como para poder ensayar años después sus propias piezas con actores alemanes en Berlín.

Pero para ello faltaba aún mucho tiempo, Beckett publicó primero prosa, pero apenas encontró lectores. En 1937 fijó su residencia definitivamente en París. Sus viajes a Alemania lo habían llenado de desprecio por el nacionalsocialismo. Por eso, tras la invasión de las fuerzas alemanas, apoyó a la Resistencia como mensajero.

Rituales para burlar la desesperanza

Durante tres años, Beckett se tuvo que esconder en el sur de Francia. Ayudó en el sabotaje de instalaciones alemanas y escribió su novela Watt, una obra difícil sobre el poder y el dominio, en la que los elementos tradicionales de la narrativa, como la acción y el héroe, aparecen sólo de forma rudimentaria.

Después de Watt, cambió de idioma. La obra que le valió el éxito la escribió en francés: Esperando a Godot, que había sido rechazada por numerosas editoriales, se estrenó en 1953 en un pequeño teatro parisino y rápidamente consiguió trasladarse a los grandes escenarios.

La tragicomedia en torno a los vagabundos Vladimir y Estragón, que pasan su tiempo esperando al personaje del título que nunca aparece, abrió el camino a otros éxitos, como Final de partida (1957), La última cinta (1959) y Días felices (1960).

Pronto, Beckett también comenzó a trabajar como director y autor de piezas escritas para radio. En 1969 recibió el Premio Nobel de Literatura.

La obra de Beckett refleja las experiencias de una generación, las guerras mundiales, el genocidio y la primera bomba atómica. Su teatro íntimo muestra al ser humano sólo ante el paso del tiempo. Ningún más allá lo consuela de su existencia, que comienza con dolor, está repleta de fealdad y decepción, y avanza inevitablemente hacia la muerte.

Pero la desesperación se mezcla con el humor. Los personajes de Beckett burlan a la profunda desesperanza con rituales y poses, lo que les da algo payasesco.

En sus piezas tardías, Beckett redujo cada vez más sus medios representativos. Hálito (1969) avanza sin actores y sin lenguaje: luz, un escenario repleto de basura y una grabación con los gritos de un nacimiento alcanzan para derribar la existencia.

Beckett siempre rechazó que sus obras fueran interpretadas. ''No hay ningún enunciado", dijo en una entrevista. El profeta de un mundo sombrío y ateo tenía biblias en varios idiomas y solía leerlas. Sus amigos lo describen como muy culto, cariñoso, solidario y cuidadoso.

Hasta edad muy avanzada, Beckett siguió escribiendo. Junto a obras de teatro, escribió poemas, novelas y novelas cortas, y trabajó para la televisión. Influyó sobre autores como Vaclav Havel, el premio Nobel británico Harold Pinter y el dramaturgo austriaco Thomas Bernhard.

Beckett murió el 22 de diciembre de 1989, pocos meses después de su esposa Suzanne, con la que compartió cuatro décadas y junto a la cual reposa en el cementerio de Montparnasse, de París. Se dice que aún en su lecho de muerte recitaba poesías.

 
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