Usted está aquí: lunes 10 de abril de 2006 Opinión Condición: estable

León Bendesky

Condición: estable

Los resultados del primer trimestre del año indican un resultado favorable en términos de la estabilidad financiera. Esta situación ha sido extensamente difundida por el gobierno desde la Presidencia, Hacienda y el banco central como entidad autónoma.

La estabilidad se considera hoy el más relevante activo de la economía. En ella se asienta la propaganda sobre las virtudes del programa de gestión pública que se aplica e, igualmente, la intensa campaña electoral en la que está plenamente enfrascado el presidente Fox.

Así que no cesan las advertencias sobre la necesidad de preservar esta condición ante cualquier posible irresponsabilidad que pudiera cometer el fantasma del populismo que ronda el continente y que, según la visión del gobierno y las cúpulas empresariales, acecha a este aventajado país para hacerlo sufrir otra vez.

Pero, más allá de la contienda política, este argumento exhibe una pobre imaginación para la publicidad política y para el análisis económico, tan grande como la superficialidad con la que se plantea y discute el tema de la estabilidad financiera.

Los datos recientes del Banco de México sobre la inflación del marzo (boletín de prensa del 7 de abril) muestran que los precios crecieron ese mes 0.13 por ciento. La tendencia ha sido a la baja en 2006, con incrementos de 0.59 en enero y 0.15 por ciento en febrero. La tasa acumulada de alza en los precios es de 0.87 por ciento en el año y, medida de marzo de 2005 al mismo mes de 2006, de 3.41 por ciento (los registros de los periodos anteriores fueron de 0.79 y 4.39 por ciento).

Los precios (medidos por el índice nacional de precios al consumidor) están bajo control. Este es un signo ostensible de la estabilidad. Otro es la tasa de interés y, si se toman como referencia los réditos que paga el gobierno por la colocación de deuda mediante los Cetes (Certificados de la Tesorería de la Federación) a un plazo de 28 días, se aprecia que en la última subasta del 4 de abril la tasa se fijó en 7.22 por ciento anual. La tendencia durante el año ha sido a la baja con promedios de 7.88, 7.61 y 7.37 por ciento en los tres primeros meses. Desde diciembre, cuando la tasa promedio fue de 8.22 por ciento, los réditos se han reducido 0.85 puntos, que equivalen a 10.34 por ciento.

Este comportamiento de los intereses indica que las tasas reales, es decir, descontando la inflación anual tiende a reducirse. Además, los rendimientos contrastan con la evolución en Estados Unidos, donde la tasa de los fondos federales que fija la Reserva Federal volvió a aumentar en la última junta del Comité de Mercado Abierto del 28 de marzo a 4.75 por ciento (desde el 4.5 por ciento anterior) y se estima que volverá a subir en la próxima ocasión. Esta discrepancia tenderá, tarde o temprano, a afectar al valor del peso. Véase al respecto la reciente experiencia del euro ante la decisión del Banco Central Europeo de mantener sus tasas frente al alza en Estados Unidos.

Finalmente, un componente decisivo de la estabilidad, por su efecto en la formación de los precios por la vía de las importaciones, es el tipo de cambio. El dólar se vendió en promedio (en su cotización oficial, que no en ventanilla) en diciembre en 10.6295 pesos, con alzas hasta marzo en que costó 10.7468. Esta variación de 11.7 centavos representa 1.1 por ciento en el valor del dólar. El comportamiento de esta variable crucial para la estabilidad agregada se sostiene en las abundantes reservas internacionales acumuladas por el banco central, que son de 75 mil millones de dólares.

El mercado de menudeo ha mostrado una elevación del precio rebasando los 11 pesos por dólar, debida a una mayor demanda, que también se abastece de las reservas. Hay un colchón para absorber la demanda que puede estar provocando la incertidumbre electoral y aun para contener una corrida de cierta magnitud, aunque se sabe que al final ninguna reserva es suficiente ante la especulación exacerbada.

Ante estos signos de estabilidad financiera el gobierno espera una tasa de inflación anual de 3.3 por ciento y hasta una tasa de crecimiento del producto de más de 4.5. Estabilidad y crecimiento aún son partes no bien ensambladas del modo de funcionamiento de la economía mexicana. Pero, en todo caso, la estabilidad no se asienta hoy en el aumento constante y bien difundido de la productividad, única base posible del crecimiento suficiente y sostenido del producto y del empleo. De tal suerte que hay mucho espacio para armar un nuevo esquema de política económica en este terreno. Lo que no se puede demostrar es que un intento de crecer más pueda mantener la estabilidad de los precios, las tasas de interés y el tipo de cambio.

La estabilidad actual depende esencialmente de las condiciones externas que la han favorecido: el elevado precio del petróleo, el crecimiento en los países avanzados y las remesas de los trabajadores desde Estados Unidos. Esa ha sido su fuente de apoyo y, al mismo tiempo, su debilidad intrínseca. Un cambio en estas condiciones evidenciaría la fragilidad estructural del equilibrio existente.

 
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