Política migratoria reactiva del gobierno mexicano
Las declaraciones del presidente Vicente Fox después de la reunión que sostuvo en Cancún con George W. Bush y Stephen Harper, primer ministro de Canadá, en el sentido de que "el acuerdo migratorio sería resultado de cinco años de trabajo entre México y Estados Unidos, aunque ahora la decisión está en manos del Congreso de aquel país... Y toca a los senadores estadunidenses decidir qué tipo de acuerdo en la materia necesitamos entre nuestros países", evidencia la posición del gobierno mexicano de aceptar la unilateralidad de una propuesta migratoria de Estados Unidos, cuando el fenómeno migratorio no puede determinarse en función de una política doméstica, ya que se trata de un asunto bilateral que exige la participación del otro país, por lo que resulta simplemente lamentable sentarnos a esperar lo que quieran hacer desde el otro polo. Sobre todo si consideramos que la decisión que tomen los senadores se encuentra marcada por la gran división histórica entre los dos principales partidos que se encuentran debatiendo el tema, no sólo por la percepción que puedan tener en relación con el tema que se discute, sino básicamente porque saben que cualquier movimiento en un sentido o en otro en el tema migratorio tendrá repercusión política y, por tanto, electoral. Es decir, que no se trata tanto de deliberar sobre un asunto que tiene básicamente un contexto laboral y de derechos humanos, sino que pasa por la lucha interna partidaria.
Se debe reconocer que Fox puso cierto énfasis al principio de su administración en el fenómeno migratorio y que su propuesta parecía bien encaminada pues señalaba la importancia de un programa migratorio integral que incluyera la posibilidad de la amnistía de los trabajadores indocumentados. Sin embargo, una vez que se vivieron los eventos del 11 de septiembre quedó absolutamente desarmado y sin propuestas, por lo que ahora no puede afirmar que el momento que se está viviendo en Estados Unidos en relación con este tema es producto de cinco años de trabajo. Esta es la realidad, y si nos atenemos a las propias declaraciones del presidente Fox queda claro que no hay oferta del gobierno mexicano ante el fenómeno puesto que serán los senadores estadunidenses los que nos señalen lo que "nos conviene". Es lamentable que el gobierno mexicano actúe no como un socio igualitario integrado a una región, sino como un participante subordinado.
A quienes sí hay que reconocer el cambio impresionante que se ha producido a nivel del Congreso de Estados Unidos, que se encuentra enfrascado en el debate sobre tan central tema, es a los migrantes que viven en el país vecino. Desplegaron una demostración nunca vista en las calles de las diferentes ciudades, sin ningún temor y seguros de su valía, llevando a cabo un comportamiento humano solidario, un verdadero ejercicio de coherencia y de entrega social que puso en evidencia el nuevo momento histórico del fenómeno migratorio y demostró hasta qué punto los partidos y los sindicatos, están completamente rebasados.
Fue la sociedad migrante la que se reconoció, la que excluyó el egoísmo y se identificó no sólo con una determinada apariencia física, sino con los trabajadores: todos los trabajadores, figura que se encuentra por encima de banderas y de lenguas, tal como demostraron.
Los trabajadores migratorios están demostrando que los que se fueron no sólo son una parte central de México, sino que son los más decididos, los que no están dispuestos a dejarse abatir por un sistema que los quiere mantener en el ostracismo, en el limbo jurídico y todos a uno van a luchar por sus derechos civiles, por sus derechos humanos, la única forma en la que vale la pena vivir.
Hay una primera propuesta del Senado, sin duda importante pero no suficiente. La lucha será larga y difícil, pero ya empezó y no hay quien la pare.