Ante auditorio lleno, recorre de las rancheras al jazz
El canto de Lila Downs triunfa en Ginebra
Ginebra, 6 de abril. La barrera del idioma no fue impedimento para que el público gozara la actuación de Lila Downs, quien hizo vibrar a la sala, repleta, de Bâtiment des Forces Motrices, en un concierto dominguero más que original: de la ranchera al jazz pasando por el rap, la música mexicana con predominio de la oaxaqueña, fue la mejor forma de dar la bienvenida a la primavera en Suiza.
Quién sabe si la comunidad mexicana y en general la latinoamericana realmente conoce a la cantante o si la sola llamada a cerrar filas alrededor de una artista del pueblo, del nuestro, fue suficiente para abarrotar semejante escenario. La gente salió porque quería dejar de lado el frío, de ese invierno que entumece, para cantar lo nuestro, a grito pelado, a pecho bronco, con pasión, nostalgia y con ese ánimo del nunca haberse ido que nos puso el corazón tieso.
En el balcón del teatro, la vista sorprendía. El lleno era rotundo y asombra ver la cantidad de suizos que, como si supieran, muy dentro en el corazón, que tienen más del Popo que de los Alpes. Pese a que a Lila le hace falta una buena escenógrafo, uno que otro cambio de vestido, algo más delicado en el ambiente, un video a su altura de mujer que canta porque sí, porque le gusta, porque le da la gana, y mejor si con ello "se va por el mundo haciendo feliz a los que no conozco sino por unas cuantas horas cuando cantan conmigo".
Su público la miró y escuchó electrizado; su canto, entre flamenco con pena en el alma y notas arabescas, entre líricas de nuestra música como rap de resorte y saxos que nos llegaron al alma y un arpa que ya la quisiera para un día de fiesta, Lila Downs, que se dice del sur, cantó, y con ella lo hizo el espíritu de los que iniciamos primavera al son de las rancheras de abuelas lejanas.
Se puso el delantal para cantarle al mole; el rebozo para contar porque "está borracha". Cantar por la nueva Adelita: la tableadora, por el migrante fracasado, y qué sé yo. A veces fue cumbia zapoteca o maya y en otras zapateado frenético, y sus brazos que son alas.
Los no latinos llegaron por el mito de Frida, de Salma, aunque Lila es quien canta. Y salieron encantados. Lo que les gusta es la pasión, el color, la lengua, el sonido; la simple imagen de quien viene de México, que basta para llenar espacios. Entre el programa de Conciertos del Mundo, organizado en esta ciudad, éste, el de Lila Downs, fue concierto de México para el mundo traído ex profeso por All Blues Konzert, en cooperación con Prestige Artists y patrocinio de Heineken, donde la gama de artistas que la acompañaron en el bajo, la batería, el acordeón o la guitarra es de todos los continentes y, voilà, todos saben el ritmo de La Llorona, los pesares de una cucaracha que no puede caminar y la voz de la cantinera que estremece porque de otra manera no podría cantar las 19 piezas con las que se ganó al público.