Escuela en Iztapalapa, marginada por la SEP
Les retiró los pupitres; la mayoría de alumnos son de origen rural y carecen de documentos
Ampliar la imagen La escuela rural Bonampak, enclavada en la delegación Iztapalapa, cuenta con un aula de cinco por seis metros que alberga a unos 120 alumnos en tres turnos. Las carencias son evidentes Foto: Josefina Quintero
Ampliar la imagen Fachada de la escuela rural Bonampak, en la delegación Iztapalapa Foto: Josefina Quintero
Enclavada en la colonia Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, donde se concentra el mayor número de bandas delictivas de la delegación Iztapalapa, se encuentra la escuela ''rural'' Bonampak. El aula, de cinco metros de ancho por seis de largo, alberga a 120 niños en tres turnos, que por falta de documentación fueron rechazados de los centros de enseñanza urbana de la Secretaría de Educación Pública.
La mayoría son hijos de padres oaxaqueños, michoacanos y veracruzanos que llegaron a la capital en busca de mejorar su calidad de vida, lo que hasta el momento no han conseguido, pero a decir de los progenitores "es mucho mejor estar en la capital que en los pueblos". También hay menores originarios del Distrito Federal.
La escuela está a una calle de la primaria República Arabe de Egipto; comparte el mismo vecindario, territorio, está dentro de la misma colonia y delegación; sin embargo, Bonampak está catalogada como un centro de enseñanza rural, que en la práctica significa carente de materiales, apoyos y servicios. Incluso cuentan los alumnos que la SEP les retiró los pupitres que les había asignado a principios del año escolar, por tratarse de una escuela ''rural''.
El colegio surgió hace cuatro años como centro de iniciación Bonampak; cuenta con el registro de incorporación a la SEP de prescolar 09KCC0013W y de primaria 09KPB0010D; es una escuela de madres y padres trabajadores, dedicados a la venta de productos en el Metro, o son limpiaparabrisas o cargadores de la Central de Abasto.
Silvia Cruz, encargada de las gestiones para legalizar la situación de los alumnos, explicó que la mayoría de los niños no cuentan siquiera con acta de nacimiento, y recordó el caso de Cecilia, de 4 años, hija de oaxaqueños, que cursa el prescolar. "Ellos son varios hermanos y ni los padres contaban con papeles para identificarse. Nosotros lo hacemos a través del DIF, pero todavía hay cuatro menores que tienen pendiente el registro de nacimiento, porque aún no podemos conseguir la constancia de no registro en sus entidades."
La falta de documentación, añadió, es principalmente porque los padres son analfabetas y provienen de estados de muy alta pobreza, donde los pobladores emigran al Distrito Federal o deciden cruzar al otro lado.
Gustavo Martínez Rocha, quien inició el proyecto de la escuela Bonampak, explicó que la asignación de escuela rural fue tramitada a través del Consejo Nacional de Fomento a la Educación (Conafe). "Nosotros pedimos el apoyo, porque muchos niños se quedaban sin estudiar; como dijeron que la mayoría eran de zonas rurales se nos otorgó dicho registro."
Añadió que la escuela es una alternativa que surgió para retirar a los niños que comienzan su vida laboral a muy temprana edad, "porque siguen la experiencia de sus padres; tenemos menores de 4 años que ya trabajan en los cruceros viales. También hay de cinco y seis, la mayoría dedicados al comercio informal en calles de la ciudad".
Mariana Espinoza Jiménez, que a sus 16 años tiene ya dos de educadora en esta escuela, señaló que una de las principales solicitudes son los mesabancos para los niños, además de un espacio para que puedan desarrollarse mejor, porque el aula la comparten con los pequeños que cursan la primaria.
La educadora comentó que al terminar la secundaria y para poder continuar sus estudios decidió suspender su preparación y capacitarse en Conafe, para así apoyar a la zona rural del Distrito Federal mediante un curso para aprender a tratar a los niños complementado con instructivos y prácticas.
La joven educadora es querida por los pequeños. El trabajo que desempeña a su corta edad fue la ilusión que tuvo de niña, por ello se traslada todos los días desde Tepepan, Xochimilco, para llegar, luego de dos horas, al oriente de la ciudad. El salario que percibe es de apenas mil 500 pesos mensuales, pero sabe que al terminar su enseñanza recibirá una beca y concluirá su formación académica.
La escuela está en vías de ampliación porque la demanda ha crecido; sin embargo, ante la falta de apoyo y recursos los trabajos son lentos, pues tampoco se puede incorporar a los programas de mantenimiento del gobierno de la ciudad por su condición de rural, mientras los pequeños siguen su desarrollo entre costales de cemento, pupitres insuficientes y sin espacios donde jugar, pero ya ellos hablan del cariño que sienten hacia su escuela y sus maestras.