Usted está aquí: miércoles 5 de abril de 2006 Cultura Salvador Elizondo

Elena Poniatowska/ I

Salvador Elizondo

Lejos de México, me entero de la muerte de dos amigos admirables y entrañables: el doctor Ramón de la Fuente Muñiz y Salvador Elizondo. A Salvador lo conocí muy joven y admiré su genio. Todavía no escribía o no hablaba de sí mismo como escritor sino como hombre de cine, al igual que su padre. Ingenioso, venía a la casa en la calle de La Morena 426 y hablaba del pintor Boldini, porque un retrato de mi abuela, Elizabeth Poniatowska, pendía de un muro de la sala y a él le gustaba Boldini.

En esa época Salvador pintaba y lo hacía con excelencia. Todo lo realizaba en forma insuperable: dirigir cine, pintar, escribir. Alberto Gironella me enseñó, en su casa de la calle de Marsella, un cuadro notable de una mujer de espaldas, todo el costillar a la vista, desollada, una soberbia lección de anatomía. ''Lo pintó Salvador." En esa época Gironella y él eran inseparables.

Elizondo también era poeta y muy bueno e investigaba un asesinato de una persona (no sé si hombre o mujer) de la familia Clément Jacques. En mi casa hablábamos francés. Sólo quería hablar en ese idioma. ''Tienes que ayudarme a esclarecer este crimen, porque tú conoces bien a los de la colonia francesa." Me pedía que fuera su Watson, ya iba muy avanzado en sus investigaciones. Farabeuf, El hipogeo secreto, El retrato de Zoe fueron hitos en su carrera. ''El Chato Elizondo es un genio", decían. En la primera entrevista hecha para Novedades, el 15 de septiembre de 1960, además de hablarnos de usted, Salvador, quien traducía a Pound, dio muestras patentes de su acidez y de una personalidad que destacaba muy por encima de los demás:

Encantamiento contra la enfermedad

Cuando digas el nombre de los dioses

bajando por la escaleras

tus ojos encontrarán los ojos

de algún desconocido

y pensarás en lo que tantas veces

me dijiste.

Olvidarás tu nombre poco a poco.

No quedará de ti más que tu sombra

disolviéndose sobre el muro

y tu paso, ágil sobre la arena,

se desvanecerá junto a la espuma

y sólo tu recuerdo pronunciará

dos veces

el nombre con el que abrías la ventana:

Mar. Mar.

-Señor Elizondo, ¿qué no vamos a hablar de cine?

-Preferiría hablar de Ezra Pound. A mí me parece una cosa verdaderamente absurda que sólo tres gentes en México hayan leído a Ezra Pound. Pound es lo único que me interesa en la vida.

-Sin embargo, hay otros poetas.

-Yo quisiera realmente que la gente tomara conciencia de lo que significa Ezra Pound.

-Octavio Paz lo conoce a fondo.

-Me refiero a los poetastros, a esos españoles que hablan de las ''caracolas" y de la ''albahaca" -es una hierba que crece en Andalucía-, de los ''laureles".

-Pero señor Elizondo, yo quiero hablar de cine. Usted es un director y ha filmado ya películas.

-En cine siempre se repite la misma cosa, se dice lo mismo hasta el hartazgo. ¿Quiere que le vuelva a repetir los temas que se trataron en la mesa redonda? La Nueva Ola nos interesa sobre todo porque es un grupo de jóvenes, sin preparación, que sin haber hecho jamás una película tuvieron la oportunidad de sobresalir.

-¡Les tuvieron confianza! Pero, ¿qué tiene que ver La Nueva Ola en México? Lo que no comprendo es por qué ustedes, jóvenes críticos y directores, no agarran una cámara, consiguen 50 mil pesos y se van a filmar al interior del país.

-En primer lugar, no puede hacerse una película con 50 mil pesos. En segundo, nadie los da y si alguien los da, esa película no tiene ninguna posibilidad de ser distribuida y, por tanto, exhibida. Yo hice lo que usted reclama: cogí una cámara y me fui a Guanajuato. Estuve una semana metido dentro de la cripta ésa, filmando las momias, teniendo como base un poema de T.S Eliot, Los hombres huecos. Cada toma correspondía perfectamente a un verso del poema. ¡Se trata de un equivalente fílmico del poema! Y pensaba meterle la música correcta. Ahí está la película enlatada.

-Creo que T.S. Eliot exige grandes ''derechos de autor", ¿no?

-T.S. Eliot es un señor que pide un millón de dólares de regalías por Cocktail Party, que los pide o que los gana. ¡Pero a pesar de ello me sigue gustando su poema! Por otra parte, Elena, ¿usted no cree que efectivamente México es el país de la garnacha?

-¿Qué es eso?

-La garnacha es una torta así, sopeada, con queso y frijoles. (Hace una mueca.)

-¿México es el país de la garnacha?

-Sí.

-No me parece muy apropiado emitir estos juicios ahora que estamos en las fiestas patrias.

-Es que en México no se toma en serio nada, ¿no? El simple hecho de que nosotros los seudointelectuales queramos hacer cine después de haber leído Les Cahiers du Cinéma, y conozcamos a medias el nombre de Georges Sadoul, les causa una risa loca a los productores. Una vez fuimos a ver a uno de ellos, un director productor, y él hasta mandó llamar a uno de sus amigos: ''Ven a ver qué chistosos son estos jóvenes". Hay una falta profunda de seriedad, de respeto; de respeto por el hombre cualquiera que sea.

-¡Falta de humanidad! Pero si usted mismo se califica de seudointelectual y de crítico europeizante -conocedor incipiente de Georges Sadoul-, no veo cómo otros puedan tomarlo en serio.

-Lo que yo quiero decirle es que no se puede hacer cine a base de leer la crítica. En el cine no se trata de ser eruditos, ni de leer el Positif o Les Cahiers du Cinéma. Resulta tan absurdo como si un pintor tuviera una cultura plástica basada en L'Oeil o en cualquiera de esas costosas revistas. Por otra parte, no creo que en México interese realmente el cine. A esa mesa redonda en el IFAL asistieron las personas que querían ver a Buñuel de cerca y unos cuantos periodistas anónimos, de ésos que sacan notas sobre María Antonieta Pons. Había un solo señor en toda la sala, que más o menos está ligado al cine, ¡y ni siquiera recuerdo su nombre! Para hacer cine hay que filmar, hay que tener una película entre manos, cortarla, sentirla, estar en la sala de montaje. Todo lo demás es pura palabrería.

 
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