Vienen de paso; juntan algún dinero y siguen su marcha hacia Estados Unidos
Franeleros centroamericanos toman calles tapatías
Guadalajara, Jal. Su fisonomía es similar: ropa sucia, caras morenas enmarcadas por gorras de beisbolista, una franela en la mano. Su trabajo también es común: apartan lugares en las calles, ofrecen limpiar el vehículo de quien se estaciona en "su" espacio, cobran por anticipado entre 10 y 15 pesos.
Parecen los típicos apartalugares de la zona metropolitana de Guadalajara y desde hace años se han adueñado de las áreas públicas más concurridas, pero la diferencia sustancial es que son extranjeros de paso, golondrinos les dice la policía, que todavía no ha podido detener alguno, pero que conoce de su presencia.
Llegan en grupos, casi siempre por las noches, y se ubican en centros comerciales cercanos a las vías del ferrocarril que circula de sur a norte. Su número impone a los franeleros locales, quienes prefieren no meterse en problemas y los dejan trabajar tres, cuatro, cinco horas, lo suficiente para juntar algo de dinero y financiar otro tramo de su largo viaje desde Centroamérica hacia Estados Unidos.
El director de la policía de Guadalajara, Alejandro Solorio Aréchiga, confirma la presencia ocasional de estos grupos; vienen y realizan esa función -van hacia Estados Unidos-, es una labor que hacen de paso.
Los apartalugares que por años se han dedicado a este trabajo en la ciudad se quejan de los constantes roces que se dan por la posesión de territorio, en especial en áreas aledañas a los centros comerciales del poniente de la zona metropolitana o, durante las noches, junto a los antros, bares y cantinas del centro de la ciudad.
Hordas invisibles
Muchos de quienes los han visto no reconocen que sean migrantes. Algunos fines de semana, en zonas de gran actividad nocturna, como la Ruta Vallarta, que incluye una buena cantidad de restaurantes y bares por esa avenida que corre de poniente a oriente de la ciudad, se ha visto, además de los trasnochados y paseantes comunes, un grupo de apartalugares con acento extraño en sus palabras.
"Así, sin más, se metieron a franelear aunque vieran que aquí estábamos nosotros", dice Gerardo, quien calcula tener más de seis años como apartalugares en la zona. "Mi compa y yo les fuimos a decir que se quitaran, que la calle nosotros la trabajamos, pero nos amenazaron con meternos una chinga, que la calle es libre y que ellos iban de paso hacia el gabacho (Estados Unidos)".
De acuerdo con Gerardo, eran al menos 30 que rápidamente se distribuyeron por parejas donde mejor les pareció. Estuvieron durante varias horas y no quedó más remedio que compartir ganancias con ellos.
"Se fueron como a las 3 de la mañana, ya cuando casi todo terminaba y habían cobrado a la gente por anticipado. Yo creo que se pusieron todos de acuerdo en la hora, porque, de pronto, ya no los vimos", agrega.
No es el único reporte
"Aquí, en Galería del Calzado y en la Gran Plaza, es común. Seguido vienen; ya nos acostumbramos y como siempre vienen en bola mejor los dejamos que le trabajen un rato y se vayan cuando quieran. Vienen de las vías y luego se regresan también para allá, son puros trampas que van de paso y necesitan dinero para seguir su viaje pa'l otro lado", afirma otro apartalugares que trabaja en la zona de Plaza México.
Esos tres centros comerciales están cercanos a la zona federal por donde pasan los trenes cargueros que salen de aquí o vienen del sur del país y se dirigen por toda la costa del Pacífico hacia Sonora y Baja California, destino final en México de su viaje hacia Estados Unidos.
La policía realiza operativos para detener indocumentados centroamericanos pero sólo ha logrado hacerlo en retenes que se ponen en las carreteras o en lugares específicos donde se detienen los trenes.
Los dos primeros meses de este año, el Ejército y las policías de Zapopan y Guadalajara detuvieron, y luego el Instituto Nacional de Migración los deportó, a por lo menos 300 indocumentados, todos cuando van de paso, pero ninguno en plena faena de recolección de dinero en las calles.