Los transeúntes se sumaban, espontáneos, a la ovación para recibir el féretro
''¿Quién murió?, un gran escritor'', se decía en la entrada de Bellas Artes
La fotógrafa Paulina Lavista, su viuda, rindió el postrer homenaje a Salvador Elizondo
Ampliar la imagen Salvador Elizondo, en 1976
En punto de las 14 horas, una carroza fúnebre se estacionó frente a la entrada principal del Palacio de Bellas Artes. El féretro con los restos de Salvador Elizondo descendió, entre aplausos de familiares y amigos.
Las personas que pasaban por ahí se acercaban con curiosidad: ''¿quién murió?", preguntaban. ''Un gran escritor", les respondían, y de manera espontánea, sin preguntar más detalles, se sumaban a la ovación con la que se inició el homenaje de cuerpo presente para el autor de La luz que regresa (1984).
La fotógrafa Paulina Lavista, su viuda, se abría paso agradeciendo a las decenas de personas que acudieron a despedir al narrador. El Réquiem de Mozart sonaba ya en el vestíbulo del máximo recinto cultural del país, donde se colocó el ataúd.
Lavista y sus hijos Pablo, Pía y Mariana hicieron la primera guardia de honor, acompañados por Sari Bermúdez, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes; Mercedes Iturbe, directora del Museo del Palacio de Bellas Artes; Gerardo Estrada, coordinador de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México; los escritores José Luis Martínez y José de la Colina, y el político Porfirio Muñoz Ledo.
El escritor Carlos Monsiváis recordó que Elizondo tuvo un amor apasionado al cine y las artes plásticas, y agregó: ''Hubiera querido ser director de cine, incluso tiene un cortometraje. También incursionó en el dibujo, al que renunció porque decía que se parecía mucho al de Picasso.
"En literatura consiguió resultados notables; el más firme: Farabeuf, una novela, por supuesto a contracorriente, una reflexión sobre la crueldad del instante de contemplación del suplicio, que sigue perturbando y sigue siendo muy actual.
''Después hizo una serie de libros muy estimables de ensayos y dio clases. La obra de Elizondo es múltiple, pero desde el punto de vista cuantitativo no es vasta. Decía que escribir demasiado costaba mucho más esfuerzo que escribir poco en el sentido de los resultados.
''El permanece en la memoria de sus amigos como un ser con una enorme inteligencia, un gran sentido del humor, a contracorriente, desde luego, y un amor por la excentricidad absolutamente respetable y valioso."
Irreprochable escritura
El poeta Alí Chumacero señaló que la obra de Elizondo es una de las más agudas de la literatura nacional, ''una de las más llenas de inteligencia, la cual quedará entre las mejores de todas las generaciones. Lo quise mucho, lo admiré, lo seguí. Fue un hombre inteligente. Antes de morir entregó un libro al Fondo Cultura Económica, el cual aparecerá seguramente por octubre".
El único orador en el homenaje fue José de la Colina, quien señaló que Elizondo se dedicó a explorar su ilimitada inteligencia y sus ilimitadas visión y sensibilidad del mundo mediante el ejercicio de una escritura que cada vez quiso que fuese más perfecta, más señorial, más a la altura que él mismo se exigía. No había una actitud artepurista o meramente narcisista, sino una gallarda, una aristocrática y generosa actitud de autoexigencia.
''A final de cuentas el modo de servir a la tribu de sus lectores comenzaba por el ofrecimiento de su escritura a la lectura inteligente, sensible, lúcida, intensamente crítica del primer lector de Salvador Elizondo: él mismo.
''Si innumerables veces se ha señalado la rareza de la obra elizondiana, su condición orgullosamente solitaria, su desarrollo tan aparte de las habidas tradiciones de la literatura del país, su agudo carácter de ruptura, sabemos que esa obra finalmente será colectada dentro de la tradición mayor y mejor de las letras mexicanas.
''Elizondo desde un primer libro de poemas, desde un librito sobre el cineasta Visconti, desde algunos ensayos publicados en la revista de nuestro grupo Nuevo Cine y la revista por él dirigida, Snob, ya mítica, tenía una escritura irreprochable.
''Farabeuf, Narda y el verano, El retrato de Zoe, El grafógrafo, Cuaderno de escritura, Teoría del infierno, sus libros de artículos y ensayos y ese relato autobiográfico y onírico, serio y a la vez lateralmente sonriente, su terminal obra maestra Elsinore, lo perpetúan más allá de la transitoria persona que habitó.
''Acaba de irse, pero por su escritura, es decir, por la sutil grafía de un gran espíritu fino, Elizondo permanece y perdurará. Adiós, Salvador Elizondo, seas bienvenido en la eternidad de lectores que te espera", concluyó De la Colina.
La familia del escritor realizó una última guardia de honor. De nuevo los aplausos acompañaron el traslado del cuerpo hasta la salida. Paulina Lavista, fotógrafa al fin, captó un par de imágenes con una pequeña cámara que apresuradamente sacó de su bolso. Fue su homenaje al compañero de 38 años.
Afuera, en la explanada de Bellas Artes, los transeúntes seguían preguntando y, respetuosos, despedían con la mirada la carroza diciendo: ''se va un gran escritor".