Usted está aquí: jueves 30 de marzo de 2006 Cultura Julián Carrillo ''se aisló de los movimientos musicales debido a su obsesión por el sonido 13''

Rindieron homenaje al compositor en el Seminario de Cultura Mexicana

Julián Carrillo ''se aisló de los movimientos musicales debido a su obsesión por el sonido 13''

Quizá hubiese sido el gran sinfonista clásico que no tenemos: Herrera de la Fuente

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

Ampliar la imagen Jimena Giménez Cacho, Luis Herrera de la Fuente y Carlos Prieto, el pasado martes, durante el homenaje que se rindió al maestro Julián Carrillo Foto: Yazmín Ortega Cortés

Con su innegable talento, con su ''formación de alta clase", con su inteligencia, con su virtuosismo en el violín, con todas sus capacidades y conocimientos, ''¿por qué Julián Carrillo no fue la figura central de la música en el México de la primera mitad del Siglo XX?"

La interrogante fue planteada por Luis Herrera de la Fuente durante el homenaje que se rindió al descubridor del sonido 13 en la sede del Seminario de Cultura Mexicana, institución de la cual Carrillo fue cofundador en 1942, al lado de Enrique González Martínez y Frida Kahlo, entre otros.

De acuerdo con el notable director de orquesta, la obsesión de Julián Carrillo por el llamado sonido 13 hizo que México perdiera a ''un gran virtuoso del violín y quizás al gran sinfonista clásico que no tenemos".

Herrera de la Fuente hizo un repaso de aspectos centrales de la biografía de Carrillo, desde su nacimiento en Ahualulco (1875), ''pequeño y modesto" pueblo del estado de San Luis Potosí, hasta su arribo, a los 18 o 19 años, a la ciudad de México y su ingreso al Conservatorio Nacional de Música, donde tuvo como maestro de composición a Melesio Morales, ''eminencia de su tiempo".

En el Conservatorio encontró la revelación que se convertiría en el eje de su trabajo musical: en la clase de acústica, que normalmente ''lo aburría hasta el bostezo", escuchó una explicación sobre las divisiones longitudinales de las cuerdas y los sonidos que se producían en cada división.

Pero antes de que esto se le convirtiera en una obsesión, pasaron muchas cosas: impresionado por su talento, el entonces presidente Porfirio Díaz ordenó que se le otorgase una beca para que estudiara en Europa.

Hambre de saber en Leipzig

Carrillo viajó a París, primero, y posteriormente se trasladó a Leipzig, en cuyo célebre conservatorio logró inscribirse.

''Leipzig, se sabe, es la ciudad de Bach: sus años de Capel-meister en la iglesia de Santo Tomás, sus obras, sus discípulos, su saber no igualado, su persona misma dejaron en esa ciudad huella no mermada ni por los años ni por las guerras.

''En Leipzig nació Wagner, en su universidad estudió Goethe, allí mismo amó Schumann a Clara Wieck; ahí, entre grandes industrias, Félix Mendelssohn fundó el Conservatorio que él mismo hizo grande y famoso."

En ese medio, ''en ese aire, entre sus muros que conservan, que revelan lo mejor de la música de siempre, Julián Carrillo, el joven provinciano de Ahualulco derramó su hambre de saber".

En Leipzig, Carrillo compuso su Sinfonía en re -primera y única-. No fue una sinfonía sólo de nombre -acotó Herrera-, sino ''de canon estructural, cuyo estreno él mismo dirigió con la Orquesta del Conservatorio de esa ciudad".

Luego de graduarse participó como solista tocando el concierto de Chaikovski para violín en el concurso del Conservatorio de Gante, Bélgica, donde obtuvo el primer premio.

Parecía el inicio de un camino promisorio ''en los mejores centros musicales de Europa". Sin embargo, apenas ganado el concurso, Carrillo se embarcó de regreso a México. ¿Por qué?

De acuerdo con Luis Herrera de la Fuente, la respuesta podría conjeturarse a partir de las siguientes palabras escritas por Julián Carrillo: ''La idea bullía sin cesar en mi cerebro hasta que se me ocurrió abandonar el método tradicional (...) Empecé a dividir el intervalo de un tono que va de la nota sol de la cuarta cuerda suelta del violín, hasta llegar a la, y pude oír clara y distintamente dieciséis sonidos diferentes, es decir, dieciseisavos de tono.

''Ese momento marcó mi destino. Todos los conocimientos que habría de adquirir a lo largo de mi vida los dedicaría al desarrollo de los múltiples y complejos problemas resultantes de mi experimento, con lo cual se rompió el ciclo de los doce únicos sonidos conocidos hasta entonces, abriendo para la música las puertas del infinito."

Herrera de la Fuente dijo percibir en estas líneas ''algún tufillo mesiánico". Después recordó la relación amistosa que sostuvo con Carrillo, gracias a la cual se percató de que terminó sus días entregado a su obsesión y aislado de todos los movimientos musicales que se gestaban a su alrededor.

Descubrimiento de trascendencia

En el homenaje también participó el violonchelista Carlos Prieto, quien refrendó y amplió algunos de los puntos tocados por Herrera de la Fuente y afirmó: ''La obsesión del maestro Carrillo se debía a que estaba convencido de haber logrado para la música un descubrimiento de trascendencia jamás vista".

La parte musical estuvo a cargo del pianista Mauricio Nader y de la violonchelista Jimena Giménez Cacho, quienes interpretaron En el bosque-Pequeño vals lento para piano (1896), Nocturno a manera de improvisación (1928), Improvisación escrita para lectura o primera vista para violonchelo y piano (1909) y Crepuscular para violonchelo y piano (1920).

Estas obras fueron compuestas a la manera tradicional. Al final Jimena Giménez Cacho interpretó la Quinta casi sonata en cuartos de tono para violonchelo solo (1964) y dijo que su máximo anhelo es que Julián Carrillo deje de ser un compositor de conferencia y sea integrado a los programas habituales de las orquestas.

 
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