Usted está aquí: domingo 26 de marzo de 2006 Opinión Puerto Rico: yanqui o latinoamericano

Rubén Berríos Martínez

Puerto Rico: yanqui o latinoamericano

El 28 de junio de 2000 le propuse al entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, en una reunión en la Casa Blanca, que creara un mecanismo para atender el tema de las relaciones entre Estados Unidos y Puerto Rico. Lo hice luego de advertirle que en la madrugada de ese día más de un centenar de miembros del Partido Independentista Puertorriqueño, encabezados por su vicepresidente, habían penetrado en terrenos militares del gobierno estadunidense en Vieques, como parte de la campaña de desobediencia civil contra los bombardeos de la marina de guerra, lucha que culminó exitosamente con el cierre de las bases estadunidenses en Puerto Rico. Ya que Vieques había expuesto tan dramáticamente ante el mundo el problema colonial de Puerto Rico -posesión estadunidense desde la Guerra Hispanoamericana de 1898-, era el momento oportuno para que Estados Unidos se determinara a enfrentarlo. Antes de terminar su mandato, Clinton anunció la creación de un grupo de trabajo de la Casa Blanca sobre el estatus de Puerto Rico, gestión que se convirtió en proyecto bipartita cuando el presidente George W. Bush, al asumir el poder, ratificó la iniciativa de su predecesor.

Recientemente, la Casa Blanca ha hecho público el informe en que oficial y formalmente se reconoce ante el mundo -contrariamente a lo que Estados Unidos ha sostenido por más de medio siglo- que el llamado Estado libre asociado es un arreglo colonial de carácter transitorio. Concluye, además, que las únicas alternativas de estatus aceptables como finales son la independencia o la anexión de la isla como un estado de la Unión Americana.

La misma criatura política que fue para ellos tan útil como bastión geopolítico y militar durante la guerra fría, hoy -ante las nuevas circunstancias históricas, el creciente sentimiento anticolonial de los puertorriqueños, y desmantelada la presencia militar estadunidense en Puerto Rico- no le rinde a Estados Unidos beneficios que compensen sus costos políticos y económicos, actuales o potenciales.

Pero el informe de la Casa Blanca va más allá y recomienda un curso de acción para superar la condición colonial. Propone como primer paso que en el curso del presente año el Congreso de Estados Unidos legisle para la celebración de un plebiscito en que los puertorriqueños decidan si quieren continuar bajo el sistema actual o si quieren encaminarse a la descolonización. De optar el pueblo puertorriqueño por repudiar el estatus colonial se celebrará otro plebiscito, esta vez entre la independencia y la anexión. De prevalecer la colonia se celebrarían plebiscitos periódicos hasta que el pueblo la repudie: después de todo no hay derecho a la esclavitud.

La sentencia de muerte de la colonia ya está redactada. Sólo falta la firma. En cuanto a la anexión, ya le llegará su turno. Para Washington, Puerto Rico es un donante incompatible con el cuerpo político estadunidense. Un país que planea levantar una muralla en su frontera sur jamás aceptaría como uno de sus estados a una nación latinoamericana. Estados Unidos no es, ni está dispuesto a convertirse, en un Estado multinacional. Más aún, Puerto Rico siempre ha sido preludio para la política estadunidense hacia América Latina, y sería inconcebible que ese país proyectara la anexión de una nación latinoamericana como base de sus futuras relaciones con el resto del continente.

Para Puerto Rico, de otro lado, la anexión significaría asimilarnos, diluirnos como pueblo, renegar de nuestra estirpe latinoamericana, pretensión imposible en un pueblo orgulloso de su nacionalidad. Nunca se dijo mejor: "Parva propia magna, magna aliena parva" (Es grande lo pequeño cuando es propio, es pequeño lo grande cuando es ajeno).

Durante el presente año, nuestros esfuerzos estarán dirigidos en Estados Unidos a vencer la inercia característica del Congreso federal, para lograr que ese cuerpo legisle según las recomendaciones de la Casa Blanca. A escala latinoamericana e internacional nos proponemos también, durante este año, organizar una gran ofensiva culminando con un Congreso Latinoamericano por la Descolonización e Independencia de Puerto Rico. Trabajaremos, además, para transformar las vistas anuales del Comité de Descolonización de la ONU sobre el caso de Puerto Tico en un foro ampliado de apoyo internacional y para impulsar una iniciativa dirigida a que la Asamblea General examine el caso de Puerto Rico a la luz de la Resolución 1514 de la ONU, que consagra el derecho inalienable de todos los pueblos a su libre determinación e independencia.

Se acerca la hora de la suprema definición -yanquis o puertorriqueños- que anticipó el gran patriota latinoamericano don Pedro Albizu Campos; sería el preludio de nuestra independencia. Descartada la colonia por los mismos que la engendraron y ante la imposibilidad de la anexión como estado de la Unión Americana, la independencia de Puerto Rico -la agenda inconclusa del proyecto libertario de Bolívar- se evidencia y se confirma como lo que siempre ha sido, la solución natural a nuestro problema colonial; es cuestión de tiempo y circunstancia.

Queda convocado todo el que tiene por patria a nuestra América; todo el que siente como Martí: "De América soy hijo: a ella me debo... América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación me consagro".

Presidente del Partido Independiente Puertorriqueño, presidente honorario de la Internacional Socialista, vicepresidente de la Copppal

 
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