Repetición de lugares comunes durante la presentación de la orquesta en el Auditorio
El tiempo acaba con la era del Buena Vista Social Club
El empuje y el magnetismo de la formación original, ausentes en los músicos que tocaron el miércoles por la noche
Comienza la búsqueda de los nuevos ritmos que saldrán de Cuba
Ampliar la imagen Omara Portuondo y Juan de Marcos, durante su presentación del miércoles pasado en el Auditorio Nacional
Con el fallecimiento de Pío Leyva y la deslucida presentación del remedo del Buena Vista Social Club concluye un capítulo importante en la música popular cubana.
La noche del miércoles no le fue nada bien al colectivo cubano que, sin sus grandes figuras, se presentó en el Auditorio Nacional con el nombre de Buena Vista Social Club. Y no le fue bien por la escasa respuesta de público y la rutinaria actuación de los músicos. Salvo por algunos destellos de Omara Portuondo, lo que escuchamos esa noche fue pan con lo mismo.
Juan de Marcos atribuyó la baja intensidad del espectáculo al cansancio de un viaje largo, pero lo cierto es que ya la formulita se les agotó. No hay novedades, por lo tanto no hay prendidez. Aquí cabe señalar: se desligan del mito o se despiden del público que, para el caso del Auditorio, ocupó menos de la mitad del butaquerío.
"Que nos vendan música sí, pero ya no la gran vaina del proyecto BVSC, porque eso ya no existe", comentó Luciano, uno de los buenos soneros de la ciudad.
Nada nuevo bajo el son
Aquí podría haberse dado la crónica de una jornada musical con epítetos y rascabucheos. Pero narrar lo que sucedió el miércoles en el recinto de Reforma sería repetir lo que ya se ha escrito y dicho hasta la saciedad: el incitante soneo campesino de Eliades Ochoa, la gracia y gran voz de Omara Portuondo, la exquisitez instrumental de Aguaje Ramos, el enorme piano de don Emilio Morales; que si el bolero aquel, que la guaracha aquella... Así, hasta plagar el espacio con puros lugares comunes.
No hubo nota, nada que llamara la atención. Sólo quizá (y que no se entienda esto como un denuesto) hacer notar que al Guajiro Mirabal ya se le acabó el aire, que a Manuel Galbán le pesan los dedos y no digita como antes; que a Amadito Valdés, llamado pomposamente baquetas de oro, le exageran sus dones... que traer al inmenso pianista Robertico Fonseca para que toque sólo dos temas es un lujo que sólo Juan de Marcos se da, que incluir a la violinista y cantante Osiris (¡mima!) Valdés en el formato orquestal es un gran acierto...
Bendecido por la parroquia más cool de la musifilia internacional, el BVSC se convirtió, hace diez años, en la propuesta escénica y bailable más fresca del ecuador a los dos polos. Pero eso ya se acabó. ¡Se acabó, se acabó!, como dijera el son. Y se fue a bolina en el momento en que sus grandes y legendarios héroes empezaron a desaparecer.
El empuje y magnetismo que tuviera en un inicio el proyecto de marras no lo tienen los que ahora se presentan bajo ese denominativo. De eso ya nos dimos cuenta hace años, pero los avorazados mercaderes de la música siguen exprimiéndole jugo al mito con la aprobación cómplice de un público que se excita tan sólo ver el logotipo.
Hay que recordar qué fue lo que provocó todo esto y después hacer la referencia del caso con lo que es la música cubana sin llegar a la conclusión, como se percibe en esa gente que por moda o por pose acaba de descubrir que existe el son, que "de ahí pa'llá no hay más pueblo". Porque con todo y lo que ha significado el BVSC en términos de mercado y promoción de la música cubana, no es lo más valioso. Al frondoso árbol de la música cubana le sobran nutrientes para hacer reverdecer cuantas veces sea necesario el son tradicional, la timba, el bolero o cualquier otro género autóctono e incluso foráneo, como es el caso del jazz.
¿Habrá o no enseñanza en la experiencia BVSC? Creo que una de ellas tiene que ver con los tipos de música que se están promocionando en Cuba como posibles cartas de triunfo. Con sus limitantes pero también con sus grandes iniciativas, la música cubana mantiene hoy una expectativa mayor de la que tenía antes del fenómeno Buena Vista. Al parecer ya muchos en la isla han entendido que la música es hoy por hoy una industria tan poderosa como la que más, y que la cubana es tan fuerte que bien manejada podría reportar ingresos tan elevados como los del turismo o el tabaco.
Ese es el camino
Juan de Marcos, que en la producción del álbum BVSC fungió como "asesor de artistas y repertorio", entendió muy bien la lección y ahora, tras la inevitable desarticulación del "proyecto", se revela como uno de los productores y empresarios más vigorosos de la escena musical cubana. Director de los Afro Cuban All Stars, su banda de siempre, mantiene proyectos como la empresa GG&LL, en la que engloba ediciones musicales, discográficas, representaciones artísticas y producciones de espectáculos.
Su idea es promover el talento cubano, "que es mucho", desde una sede foránea. Para tal caso ha elegido a la ciudad de México y como representante y asociada a la experimentada promotora Rocío Montes.
La primera acción de GG&LL será el lanzamiento, a finales de mayo, de su sello discográfico DM, mismo que inaugura con el álbum Step forward, la más reciente grabación de los Afrocuban All Stars, que presentará tentativamente en El Lunario.
En ese mismo sello se incluirá el proyecto Divas Cubanas, con el que de Marcos rinde tributo a las voces femeninas más relevantes de la isla y los trabajos del pianista de jazz David Alfaro y el saxofonista David Suárez, integrantes de su banda.También tiene proyectada una producción con músicos cubanos exiliados y músicos que viven en Cuba.
Hace 10 años, Juan de Marcos González soñó con una serie de producciones que alentara el alma de la música tradicional cubana y lo logró. Hoy, con otras miras, otras ambiciones, sigue en la pelea. Aunque, claro está, debe desligarse de la sombra del BVSC. Por lo pronto su banda, los Afrocuban All Stars, no contiene ya ninguna referencia. El ha dicho: "Hasta la vista Buena Vista".