"Recuperar un niño es recobrar la vida, y un golpe a los dictadores", afirman abuelas
Perverso, no decir dónde están los 30 mil desaparecidos: Madres de Plaza de Mayo
Casi 500 bebés nacidos en cautiverio siguen sin ser encontrados; fueron botín de militares
Con la anulación de leyes de impunidad se abrirá otro camino para la justicia: sobreviviente
Ampliar la imagen Integrantes de Madres de Plaza de Mayo marchan en Buenos Aires frente a la Casa Rosada, la residencia presidencial argentina Foto: Reuters
Buenos Aires, 23 de marzo. "Estuve largos meses en el infierno de la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma) conmuriendo, compartiendo la sensación eterna de la muerte, con cientos y cientos de desaparecidos, escuchándolos partir hacia la noche y la niebla. Imaginando el adiós silencioso. Y cuando acabó la dictadura dijeron que habían sido 5 mil los desaparecidos".
Así recuerda Graciela Daleo, sobreviviente de la Esma, aquellos días, y ahora nunca descansa buscando cada dato, "cada camino de luz" hacia la verdad.
"Un año y medio estuve allí -rememora- y aprendí con otros compañeros a acumular saberes, con el compromiso no expresado de que si vivíamos lo íbamos a contar todo, para que el crimen tuviera castigo. Con los ojos vendados, uno les fue conociendo las manos, la voz, los pies, el nombre de guerra. Digo la mano por la picana, la voz por los interrogatorios, las órdenes, las amenazas, las sentencias, las burlas, los pies por las patadas. Era su forma de relación con nosotros".
Como ella lo dice, "con los ojos vendados el terror se multiplica, pero los sentidos se agudizan y se graban los nombres, esos nombres-apodos Tigre, Sérpico, Pantera y tantos otros. Y así fuimos armando el rompecabezas de cada uno. Un dato aquí, otro allá. Las voces, las voces y hasta el olor de muerte que cada uno llevaba".
Y lo lograron. Pudieron reconstruir la historia, ella y otros sobrevivientes dieron sus testimonios y esto sirvió para los juicios y ahora "más que nunca" después de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto final, impuestas en 1986 y 1987, de la reapertura de las megacausas y de la posibilidad de anular los indultos que permitieron, en 1989 y 1990, la libertad de los jefes de las juntas militares, "otro camino" se abre para la justicia.
"Hemos buscado la justicia siempre. Jamás tomamos la justicia en nuestras manos, porque hubiera sido como que la dictadura se prolongaba en nosotros. Nada ha sido fácil, porque la herencia de la dictadura se prolonga hasta estos días, y en esos niños que mueren de hambre, en los desocupados la dictadura también está viva, Por eso la lucha va más lejos", dice Nora Cortiñas, de Madres Fundadoras de Plaza de Mayo.
Para las Abuelas de Plaza de Mayo el tiempo pasado les ha permitido acumular una experiencia que están transmitiendo a todo el mundo. "Fuimos uniendo hilos, convirtiéndonos en detectives, siguiendo rastros, tocamos puertas. Al principio nos amenazaban. Teníamos miedo, cómo no tenerlo, pero nunca dejamos de dar los pasos que teníamos que dar. Fue un trabajo que ocupó todo nuestro tiempo y esa fue la única forma de revivir a los hijos. Recuperar a un nieto es recobrar la vida, es un golpe a los dictadores. Les arrancamos la vida desde la muerte. Las abuelas estamos viendo ya frutos, aunque falta mucho, pero esos 82 niños que hemos recuperado están creciendo en libertad, recuperando su identidad, su nombre, reconstruyendo su propia memoria. No ha sido fácil. Cuando encontramos un nieto empieza otra historia para las familias y para el que había vivido en el engaño hasta ese momento. No es fácil. Pero cada paso que damos nos permite encontrar además otro puente hacia la verdad, hacia la memoria".
Estela Carlotto, presidenta de la organización humanitaria Abuelas de Plaza de Mayo, sabe que el rencuentro, y aceptar la verdad, necesita mucho tiempo: "¿Cómo puede en un solo día un joven dar vuelta su vida de esa manera? Hay sentimientos hacia la que fue su madre sustituta en esos tiempos. Es algo muy perverso, como lo es que nadie hable y diga dónde están nuestros 30 mil desaparecidos".
Las Abuelas de Plaza de Mayo buscan a casi 500 niños nacidos en cautiverio, que fueron arrancados a sus madres, antes de matarlas y desaparecerlas.
"Fue este uno de los mayores actos de perversión de la dictadura. Dejar a nuestras hijas embarazadas vivas para que tuvieran sus hijos en las mazmorras y después robárselos y repartirlos como si fueran un botín. Hemos pasado tantas noches imaginando lo que sufrieron nuestras hijas, que ya son como una larga agonía de muchos años con la que convivimos. Por eso este aniversario debe significar un enorme salto hacia la justicia", afirma Carlotto.
Así van hablando cada una de ellas, las protagonistas trágicas de esta historia de horror. Laura Bonaparte, madre de Plaza de Mayo, recuerda que los militares decidieron una estrategia clandestina, "una guerra sucia" que no tuvo descanso. "Fue un plan de aniquilamiento, sistemático, secuestro, tortura y asesinato, desaparición forzada. Delitos todos de lesa humanidad. Una metodología cruel que apuntó a la impunidad no sólo para el presente sino para asegurarla hacia el futuro".
Complicidad del Poder Judicial
Para el sociólogo Juan Moledo, "la desaparición eliminaba el cuerpo del delito y, a la vez, al testigo. Por lo tanto no había crimen, tampoco culpable. Aquí entró la complicidad del Poder Judicial, ya que los jueces rechazaron miles de habeas corpus presentados por los familiares de los detenidos ilegalmente".
Esa impunidad comenzó a prepararse desde lejanos tiempos. El documento final del golpe de Estado, del 28 de abril de 1983, estableció que sería el "juicio histórico" el que consideraría sus acciones y "presentó la muerte genérica, global, innominada de los desaparecidos, sin culpable alguno", dice el analista .
La lista de cómplices es también muy extensa y se exhibe hoy como nunca antes había sucedido, "porque la democracia argentina protegió a los genocidas, pero ya ese tiempo debe terminar y cada uno asumir su responsabilidad".
Sin embargo, desde aquellos momentos en que los militares dictaron una ley de autoamnistía, el 22 de septiembre de 1983, que fue anulada en febrero de 1984, llegarían los juicios a las juntas y luego la persistencia de los familiares, las madres y los organismos de derechos humanos permitirían abrir juicios en todo el mundo. Y ahora vienen nuevos pasos, porque ya no hay "cadenas" de sujeción para la verdad que está saliendo y "anda como los mares".
No hubo un tiempo de "bajar los brazos", pero ahora, como dicen las madres, "tenemos otra nueva esperanza. Los hijos de nuestros hijos. Ellos tomaron la bandera y están junto a nosotras, que caminamos cada vez más lentamente, pero sólo caminamos lentamente por el peso de los años, porque en lo otro, en la lucha, nos volvemos cada día jóvenes".
Para los hijos de desaparecidos, haber encontrado este camino de lucha, que "comenzó como acompañamiento de las abuelas y los familiares, es como estar siguiendo la luz al final del túnel. Hemos aprendido tanto amor y luego debimos aprender a amar a nuestros padres, a conocer las razones de su lucha. Nosotros debemos asumir un rol y éste es claro. Estamos más que nunca seguros de que andamos por un camino de la vida. Ya no solamente somos nosotros, sino que son todos los jóvenes que también necesitan rescatar su derecho a la vida.
"No podemos olvidar, no podemos perdonar, porque se trata de justicia. Nosotros tenemos el derecho de poder decirle a nuestros hijos donde están sus abuelos. No podemos seguir mirando las aguas del mar y pensando que por ahí en ese fondo están los padres. No podemos pensar en el calvario de nuestras madres. Necesitamos saber y contar esa historia. Saberla para que nunca más sea. Nosotros queremos hablarle a los hijos de esos abuelos, que murieron por querer algo distinto. Si ellos hubieran ganado, hoy no estarían miles de chicos en las calles. Somos los aprendices de otra clase de amor. Y en eso derrotamos a los criminales de lesa humanidad. Nosotros somos la vida digna", concluyen los Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S, de los desaparecidos).