De Villepin invita a sindicatos a dialogar este viernes
Jóvenes universitarios y de barrios marginados toman las calles de París
Ampliar la imagen Una protesta contra el Contrato del Primer Empleo en la Plaza de los Inválidos, en París derivó ayer en enfrentamientos que provocaron al menos 60 heridos Foto: Ap
París, 23 de marzo. Cerca de medio millón de universitarios, jóvenes de barrios marginados de las zonas suburbanas, sindicalistas y militantes de izquierda volvieron hoy a las calles de las principales ciudades de Francia para protestar contra la reforma laboral destinada a los trabajadores menores de 26 años.
La manifestación en París terminó con una lucha campal entre decenas de jóvenes de los suburbios y agentes policiales, esta vez en la explanada de Los Inválidos -cerca de la Torre Eiffel-, donde varios automóviles fueron incendiados.
Tras el recrudecimiento de las protestas y los enfrentamientos callejeros -a sólo cinco meses de la llamada "revuelta de los suburbios" que derivó en la incineración de miles de automóviles en decenas de ciudades del país-, el primer ministro francés, Dominique de Villepin, convocó para este viernes a las cinco mayores organizaciones sindicales a una reunión para buscar salidas a la crisis.
La invitación de De Villepin sucede a cinco días de la fecha para la realización de la huelga general, convocada en demanda de la anulación del Contrato de Primer Empleo (CPE).
Entre 30 mil y 40 mil personas protestaron en la capital contra el CPE, que aumenta de uno a 24 meses el periodo de prueba y cuya creación se debe al primer ministro, Dominique de Villepin.
Con el CPE el jefe de gobierno pretende convencer a los patrones de empresas con más de 20 empleados de que no corren "ningún riesgo" si contratan trabajadores menores de 26 años carentes de la calificación para el puesto. O sea, dar empleo a aquellos que en su mayoría son hijos de inmigrantes árabes y africanos, que crecieron en los suburbios y abandonaron tempranamente la escuela.
El gobierno intenta paliar el desempleo juvenil de 20 por ciento de esta población -poco más del doble de la tasa general-, pero el CPE es visto como un retroceso en la legislación laboral por estudiantes de bachillerato y universidades.
Apoyados por la clase trabajadora sindicalizada, los jóvenes han rechazado el CPE desde la segunda semana de febrero pasado, en un número cada vez mayor de ciudades de Francia. La máxima concentración llegó a millón y medio de personas el 18 de marzo en 160 localidades de todo el país.
Poco a poco, más jóvenes suburbanos de los que saldrían en principio beneficiados por el CPE, acuden a las marchas, aunque sin incorporarse en contingentes escolares o sindicales. Muchos de ellos pisan por primera vez en su vida las calles parisinas, aunque nacieron a pocos kilómetros de aquí.
Este jueves salían de las estaciones del metro en el Barrio Latino en grupos de cinco a diez, hasta que formaban aguerridos contingentes de 100 ó más muchachos y algunas muchachas.
Cubiertos con la capucha de sus sudaderas y su típico caminar balanceado, retaban a policías que rodearon la Universidad de París (La Sorbona) antes de alcanzar la marcha en el bulevar Montparnasse.
Caminaban aprisa por la acera, rebasando a los manifestantes y arrebatando de paso bolsas o teléfonos, corriendo por encima de los coches o rompiendo vitrinas, como la del restaurante mexicano La Hacienda del Sol, cuyo propietario originario de Durango, barría gruesos vidrios e impedía el inesperado pillaje, en ausencia de la policía.
Al llegar a su destino en Los Inválidos, los marchistas atemorizados se dispersaron rápidamente, mientras los jóvenes suburbanos, bien entrenados durante los motines de noviembre, volteaban automóviles y les prendían fuego, además de agredir a algunas personas que estaban en la zona. Más tarde, la policía antimotines rodeó a los violentos, que habían quedado aislados del resto. El saldo fue de 60 heridos y 141 detenidos.
El sentimiento que esta corresponsal recogió entre varios manifestantes, reporteros alemanes e italianos y espectadores, fue de una sorpresa que revela lo lejos que está la realidad de los suburbios para los parisinos -y para los franceses en general-, que les ha caído como un tsunami. Y ello pese a que la vieron durante tres semanas de noviembre último por la televisión... deben haber creído que era un reality show.