El balance de Irak
La política es el mundo del cinismo; ¿alguien lo duda? A tres años de la invasión, como si fuésemos idiotas, George W. Bush ha cambiado una vez más el motivo para la ocupación de Irak. Ya no son las armas de destrucción masiva, que se convirtieron en hazmerreír de comediantes, caricaturistas y analistas políticos; ni la mentira de la participación de Saddam en la matanza del 11 de septiembre. La semana pasada, en conferencia de prensa en la Casa Blanca, el vocero presidencial esbozó la nueva teoría, mientras contestaba una pregunta de Helen Thomas, una leyenda del periodismo político estadunidense. "Por supuesto que la guerra es legal -dijo el vocero-: ejercimos nuestro derecho de legítima defensa."
"¿Defensa contra quién?", cuestionó en tono de burla la corresponsal, que ya lidiaba con presidentes cuando el vocero vestía pantalón corto. Elevando la voz, Thomas añadió, irónicamente: "¿Nos van a decir ahora que Hussein planeaba invadir Estados Unidos?"
El vocero, con cara de "voy de frente y no respondo", recitó de memoria, como niño obediente, la nueva patraña, fraguada para evitar el naufragio político de la administración: "Digamos que simplemente ejercimos una teoría aceptada por el derecho internacional público: ¡el ataque preventivo!; el derecho de atacar primero a quien planea atacarnos".
Tres días después, Thomas no quitó el dedo del renglón e increpó al mismo Bush: "Presidente, ¿cuál fue la razón; cuál fue el motivo?"
El cinismo no tiene límites, pero el bajo porcentaje de popularidad y las próximas elecciones legislativas no están para juegos. Bush y su vocero podrán decir misa, pero los resultados de la guerra en el tercer aniversario de la invasión lo dicen todo. Las cifras son alarmantes: 2 mil 300 jóvenes muertos en la flor de la edad, la mayoría después de la arrogante declaración presidencial de "misión cumplida" en mayo de 2003, tres meses después de la invasión; 17 mil heridos, llamados amputees, porque requerirán prótesis y largo tratamiento médico y sicológico para remplazar brazos y piernas que fueron arrancados por las bombas insurgentes a las orillas de los caminos; 80 mil civiles iraquíes asesinados durante la campaña Shock and awe, y en bombardeos posteriores del ejército estadunidense o atentados de la insurgencia; 250 mil millones de dólares erogados en armas, vehículos blindados, aviones, helicópteros "inteligentes", combustible, servicios de correos e Internet, equipos médicos, sueldos, consultores, constructores, seguridad privada y guardaespaldas para los proveedores.
(Es importante advertir que mucho de este dinero ha ido a parar a las bolsas de Halliburton, antigua empresa de Dick Cheney, a la que podríamos designar como "gran proveedor", y cuyas utilidades y valor por acción se incrementan, cínicamente, en proporción directa al número de muertos y heridos.)
Las consecuencias políticas son aún peores: la guerra destruyó la oportunidad de crear un mundo multipolar, con la superpotencia como primus inter pares, y otorgó a la derecha la oportunidad de instalar un estado policiaco con la Ley Patriótica; la invasión desató finalmente una guerra civil que impide la organización de un Estado democrático y facilita el establecimiento de una teocracia fundamentalista, a la manera de Irán, incrementando el riesgo de futuros conflictos regionales; el desperdicio de enormes reservas petroleras (verdadero motivo de la guerra), porque pozos e instalaciones sufren un promedio de tres atentados al mes; una insurgencia multinacional que se nutre de iraquíes, sirios, jordanos, árabes y palestinos, y que provoca temor y desequilibrio político en la región; la caída libre de la popularidad de Bush (34 por ciento), la más baja de la historia, y de Cheney, 18 por ciento (a propósito de Cheney, un famoso comediante dijo que la cifra era un error, que no se trataba de porcentaje, sino de los 18 miembros de su familia); el desprestigio militar, político y diplomático de Estados Unidos; el escándalo de los secuestros políticos, los presos de Guantánamo y los abusos de Abu Ghraib, que destruyeron la teoría de que Estados Unidos es un país que respeta el Estado de derecho; finalmente, el abandono de todos los otros temas importantes de política interior y exterior: medio ambiente, relaciones con Europa, el olvido de América Latina, el fracaso del seguro social, la creación del mayor déficit presupuestario de la historia y una deuda que distribuida entre la ciudadanía tocaría a 132 mil dólares por cabeza, financiada casi en su totalidad por Japón, China y los países árabes.
(Existe en Internet -www.toptips.com/debtclock- un reloj digital que muestra a velocidad vertiginosa la deuda total, y el monto acumulado desde el momento en que el investigador entra al sitio. Yo permanecí diez minutos y la deuda aumentó en ese tiempo 9 millones de dólares.)
El balance es negativo, pero en el planeta surrealista llamado "Washington" Bush "celebró" el tercer aniversario de la guerra con la siguiente declaración: "La mejor forma de construir la democracia en ese país es declarando que jamás abandonaremos Irak".