Hace 30 años los militares argentinos derrocaron a Isabelita y desataron una carnicería
Esta noche, vigilia en Plaza de Mayo para recordar los horrores de la dictadura
López Rega, ex secretario de Perón, se había apoderado del poder y encabezó el exterminio
Los paramilitares de la triple A prepararon el camino para el más grande genocidio en AL
Ampliar la imagen Fotografía de archivo del cantante irlandés Bono y la banda U2 con miembros del grupo humanitario Madres de Plaza de Mayo, el 3 de marzo pasado en Buenos Aires Foto: Reuters
Buenos Aires, 22 de marzo. La noche de este jueves 23 de marzo comenzará en Plaza de Mayo una vigilia que tendrá un simbolismo muy especial. Entre las 2 y las 3 de la madrugada de próximo viernes, la Asociación de Madres de Plaza de Mayo mostrará en una pantalla gigante escenas inéditas que han logrado recoger, para recordar el momento en que aparecieron los primeros comunicados de la junta militar que tomó el poder el 24 de marzo de 1976.
Fue en la madrugada de ese día cuando las fuerzas armadas argentinas, como lo venían haciendo sistemáticamente desde septiembre de 1955, anunciaron nuevamente la toma ilegal del poder.
Ya a medianoche habían depuesto en silencio a la presidenta Isabel (Isabelita) Martínez de Perón, sucesora, sin méritos, de su esposo fallecido en 1974, Juan Domingo Perón, quien fue derrocado en 1955 por muchos de los militares que estarían también en 1976. Isabelita fue llevada prisionera en un helicóptero militar.
A la muerte de Perón (julio del 74), la derecha del peronismo se había apoderado del gobierno y el ex secretario de Perón, José López Rega, quien "digitaba" a Isabelita, era el hombre clave de la Alianza Anticomunista Argentina (triple A) en su tarea de eliminar a los cuadros dirigentes del peronismo revolucionario, que proponían un giro hacia el socialismo.
López Rega tenía una relación directa con embajadores y funcionarios de Estados Unidos, preocupados por ese giro a la izquierda que podía convertir al mayor movimiento político de Argentina en un "enemigo" en el contexto de la guerra fría. "Había que cortarle la yugular mucho antes", diría un viejo diplomático peronista, al explicar aquellos momentos.
Pero la situación del gobierno argentino se había tornado caótica, y el mismo López Rega sucumbiría ante sus propias ambiciones políticas. Durante todo el día 23 de marzo había un extraño silencio de presagios, en un escenario de terrores, cuando aún los paramilitares de la triple A seguían sembrado calles, carreteras, montes y baldíos de cadáveres.
Ya había desaparecidos en Argentina y los listados de la triple A engrosaban los informes de los sectores de seguridad de la ultraderecha del peronismo y sus aliados, lo que fue clave para la dictadura.
Todos esto estaba detrás, más otro hecho, sin el cual sería imposible entender lo actuado por la dictadura.
El ex capitán del ejército José Luis D'Andrea Mohr, ya fallecido, quien desafió a los dictadores desde un principio, recordaba como "el comienzo del espanto" el decreto 261 del gobierno de Isabelita, conocido el 5 de febrero de 1975, por medio del cual dispuso "ejecutar las operaciones militares que sean necesaria para neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos en Tucumán".
En esa provincia se habían producido intentos guerrilleros, del peronismo revolucionario, pero en 1975 era un grupo del izquierdista Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) el que emergía en aquel lugar de grandes conflictos sociales.
De hecho, la juventud se había cansado de asistir al constante derrocamiento de presidentes electos, por los militares. La democracia era un sueño lejano postergado prácticamente desde 1955.
El decreto de febrero del gobierno de Isabel Perón significaba dar entrada en escena a los militares y especialmente cuando esto se amplió el 6 de octubre de 1975 con otro que dispuso "ejecutar las operaciones militares de seguridad que sean necesarias a efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del país".
Como decía el ex capitán democrático D'Andrea Mohr en sus investigaciones sobre este periodo hasta la imposición del terrorismo de Estado de la dictadura militar, esos decretos, sin embargo, "no imponían un golpe de Estado para cumplir lo que se ordenaba a las fuerzas armadas, y el aniquilamiento en el lenguaje militar consiste en impedir que el oponente quede en condiciones de continuar la lucha. Naturalmente en los combates puede haber muertos y heridos. Pero continuar la agresión contra los prisioneros se llama exterminio y esa palabra no figura en manual alguno del ejército argentino" (entrevista con La Jornada, 1998).
Y exterminio fue lo que sucedió en el llamado Operativo Independencia, que realizó el ejército en Tucumán y otros lugares, y exterminio fue su accionar a lo largo de toda la dictadura, dejando unos 5 mil muertos y 30 mil desaparecidos.
El Operativo Independencia fue el "ensayo" contrainsurgente de la dictadura militar establecida en 1976. El 24 de octubre de 1975, el general Jorge Rafael Videla ya decía abiertamente que "si es preciso en Argentina deberán morir todas las personas necesarias para lograr la seguridad de la gente" y del país.
Son pocas veces citadas las directivas secretas del ejército enviadas el 28 de octubre de 1975, basadas en todos los elementos de la contrainsurgencia como estaba redactada en Estados Unidos en referencia al "enemigo interno" a combatir en el esquema de "la guerra fría", lo que anunciaba la instalación del terrorismo de Estado que sobrevino con el golpe militar.
En las directivas de 1975 ya se escenificaban las zonas en este caso como prioridades en la lucha contra la rebelión: uno era Tucumán; dos, Capital Federal-La Plata; tres, Córdoba; cuatro, Rosario- Santa Fe. Y así se cubriría todo el país.
Esta directiva del comandante general del ejército fijaba las normativas que fueron bases en el armado de la dictadura que, como señala el director de cine Fernando Pino Solanas, "no comenzó en el 76 sino en el 74, cuando ya se comenzó a tejer el tramado del horror".
En diciembre de 1975, Videla después del frustrado asalto del ERP a un cuartel en Monte Chingolo, provincia de Buenos Aires, que dejó el trágico saldo de más de 80 guerrilleros y seis militares muertos, envió un ultimátum al gobierno "para llenar el vacío de poder, combatir la anarquía y la inmoralidad".
El mismo general Videla dio letra al terrorismo de Estado, tal cual se diseñó en Washington para toda la región, en el llamado "Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional", aparecido en el Boletín Oficial del 31 de marzo de 1976.
En el armado del esquema se dividió el país en zonas y subzonas, y en este caso, al tratarse supuestamente de una "guerra urbana", aunque tal conflicto bélico nunca existió, se impusieron todos los elementos del aprendizaje en la Escuela de las Américas de Estados Unidos, uniendo a ello, la suma de enseñanzas de asesores franceses en otro tiempo de lo actuado por el ejército de ese país en Indochina y Argelia.
Pero hay que decir, como señalaba D'Andrea Mohr, que la dictadura no fue impuesta aquí por Francia, "sino que fue parte de todo el armado de seguridad nacional, donde América Latina quedó prisionera y víctima de los dictados de Washington. Y si no, sólo basta leer los documentos de todo lo actuado en los golpes militares en América Latina y los rostros que podían identificarse detrás de cada dictador títere en nuestra región".