Usted está aquí: sábado 18 de marzo de 2006 Política DESFILADERO

DESFILADERO

Jaime Avilés

Pasta de Conchos: lecciones del subsuelo

Notas para una nueva política en la industria del carbón

La desprotección de los mineros, asesinato colectivo

Créditos blandos, inspectores, cooperativas: urge actuar

Ampliar la imagen Una cuadrilla de mineros de la empresa General de Hulla espera turno para una revisión médica antes de ingresar a la mina Pasta de Conchos con el propósito de emprender los trabajos de rehabilitación, en San Juan de Sabinas, Coahuila FOTOMaríaMeléndrezParada

N o pude encontrar en la página www.lopezobrador.com.mx los compromisos del candidato de la coalición Por el Bien de Todos contraídos con el estado de Coahuila. Sé que el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal pasó por la ciudad de Monclova durante la primera etapa de su campaña, pero desconozco lo que haya dicho acerca de la principal actividad económica de la zona, que es la explotación de las minas carboneras. En todo caso, la visita de Andrés Manuel se produjo antes del 19 de febrero pasado, aquel fatídico domingo cuando a las 2:30 de la mañana explotó la mina Pasta de Conchos matando a 65 obreros que se ganaban la vida en sus entrañas.

Ahora, gracias a la copiosa información que ha surgido en torno del supuesto "accidente" -que en realidad fue un homicidio colectivo perpetrado a tantos iguales por la empresa Grupo México, el gobierno federal y la cúpula del sindicato nacional de los mineros-, hay elementos para trazar el boceto de lo que puede y debe ser una nueva política para esa industria y especialmente para sus trabajadores.

Tengo junto a la computadora donde escribo estas líneas un pedazo de carbón que recogí a 300 metros bajo tierra en un túnel de la mina La Esmeralda -la mejor de su tipo en México- y al verlo y tocarlo no deja de maravillarme el hecho de saber que 100 millones de años atrás formaba parte de un árbol y por ello de un bosque localizado aquí, en este paisaje semidesértico, salpicado de huizaches, mezquites y nopales, que rodea la mancha asfáltica de un pueblo triste llamado Palaú.

¿En qué momento ese bosque se hundió bajo las aguas saladas que sepultaron esta región con las olas y corrientes de lo que en la actualidad conocemos como Golfo de México? De que esa inundación se produjo dan testimonio los fósiles de pescados que pueden encontrarse con facilidad caminando desde esta zona hasta el semidesierto de San Luis Potosí. ¿Cómo fue que esa pulpa de madera se fue enterrando en el subsuelo, acomodándose entre capas geológicas y transformándose hasta convertirse en un vasto yacimiento de materia negra, inflamable y explosiva, rica en gas metano, casi idéntico por su estructura molecular al gas natural asociado al petróleo?

Datos de la Organización de las Naciones Unidas estiman que hoy por hoy nuestro planeta contiene reservas carboníferas que pesan en conjunto alrededor de un billón de toneladas y se encuentran en reservas accesibles y de fácil explotación gracias a la tecnología contemporánea. Un cálculo conservador considera que en el mundo hay cuatro veces más carbón que petróleo, pero su localización geográfica es muy distinta. Estados Unidos posee las mayores reservas (111.9 millones de toneladas) y lo siguen China (62.2) y Australia (45.3), individualizados como países dentro de una clasificación que después jerarquiza la importancia de los yacimientos al agruparlos por regiones.

Así, los países de la antigua Europa Oriental y los gigantescos territorios que formaban la Unión Soviética cuentan con 135.4 millones de toneladas, el resto de Asia (sin China) 70.6, Africa y Medio Oriente 60.6 y en último lugar América Latina con 5.6, región dentro de la cual México participa sólo con el carbón del norte de Coahuila.

Lejos de ser éste un dato sin relevancia, la verdad es que de cada 10 focos que brillan cada día dentro de nuestro país uno de ellos se alimenta de energía eléctrica producida a partir del carbón; en Estados Unidos, sin embargo, el gas metano que se desprende industrialmente del carbón es usado como generador de energía en forma creciente, lo que podría trazar una ruta para el futuro inmediato en México. Pero eso no es por ahora el problema que urge atacar.

Algunas medidas concretas

Si aprovechamos las enseñanzas que nos legaron los 65 mineros de Pasta de Conchos, su sacrificio puede tener consecuencias positivas para el gremio al que pertenecían y para la industria que sirvieron hasta su último aliento. La tragedia que los destrozó puso de manifiesto, en primer término, la irresponsabilidad del "gobierno" del (ex) presidente (en funciones decorativas y declarativas) Vicente Fox, que supervisaba la seguridad laboral de las 150 minas carboneras del norte de Coahuila con dos inspectores dos, como quien dice uno para cada 75 socavones, cifra que los obligaba a visitar 15 cada uno de los cinco días laborales de la semana.

Eso no puede seguir igual. Bajo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador debe haber, por lo menos, un inspector gubernamental por cada mina, respaldado por un equipo de especialistas que en cualquier momento practique revisiones por sorpresa y donde encuentre fallas actúe de inmediato en consecuencia.

Las empresas que explotan el carbón, con enormes beneficios económicos sin duda, mismos que ahora incrementarán gracias a la venta del gas metano que antes de la reforma de la semana pasada a la Ley Minera se limitaban a lanzar a la atmósfera, deberán ser obligadas a modernizar sus sistemas de seguridad hasta igualar los niveles alcanzados por minas como La Esmeralda (véase al respecto las notas acerca de ésta en La Jornada de ayer). Para ello, en los casos en que la situación financiera sea un obstáculo, el gobierno federal destinaría créditos blandos que aceleren el proceso y que podrían estar respaldados por la producción de coque para la Comisión Federal de Electricidad y por certificados del mercado de gas metano a futuro.

López Obrador ha expuesto con solidez su proyecto de ahorro interno para captar recursos que impulsarán la transformación de las áreas estratégicas de la economía nacional, y la industria del carbón cumple con todos los requisitos para ser incorporada a la lista de las prioritarias. Pero el problema no termina con la modernización de las firmas del ramo: queda el de los pocitos, esas microempresas que explotan los residuos de antiguos yacimientos ubicados alrededor de grandes minas ya vacías y abandonadas.

Cuando usted explota un manto de carbón durante décadas, con máquinas y hombres que realizan tareas especializadas, no extrae del subsuelo todo el material que encuentra sino apenas 75 por ciento de las reservas disponibles y deja las restantes para que sirvan como soporte o estructura de los túneles y galerías que forman el sistema del socavón. Pero cuando usted se va de allí, haciendo lo que se llama "labor de desborde" -en la cual se arranca el carbón sobrante, desmantelando cada túnel a medida que se avanza en reversa hacia la salida-, siempre habrá pequeños mineros independientes al acecho, aguardando la primera oportunidad para bajar al subsuelo en pos de las migajas que usted ya no alcanzó a llevarse.

Así es como surgen los pocitos. Alguien organiza una cuadrilla de mineros que andan por la vida coqueteando con la fortuna y escarba un hoyo de dos metros de diámetro y de 25 a 70 de profundidad. Luego coloca un malacate rudimentario y lo usa para subir y bajar a sus empleados y sacar la producción. Pero debido a la falta de normas de seguridad y recursos para aplicarlas allá abajo, los pocitos son fuente de continuas tragedias, ora porque se inundan, ora porque explotan, y ante esto el nuevo gobierno federal que encabezará López Obrador no puede cruzar los brazos.

Un profundo conocedor de la industria me dijo esta semana, en el curso de una entrevista, que para darle seguridad a las minas de carbón más modestas y, supongo yo, también a los pocitos, es factible instalar sistemas comunes de ventilación que den servicio a varios socavones colindantes. Como salta a la vista, hay propuestas, ideas y condiciones para acabar con el atraso, la injusticia y la brutalidad características de la vida laboral de los obreros subterráneos, cuya salud física merece un capítulo aparte, en el contexto de las conquistas que deben alcanzar con el apoyo de quien dentro de pocos meses ya será el nuevo presidente del país.

Pero nada será posible conseguir en este ámbito -y sin duda en muchos más- sin la participación fundamental de los sindicatos. El de los mineros, por desgracia, como tantos otros, ha estado sometido a la voracidad de una aristocracia dinástica, creada por Napoleón Gómez Sada, protegido y cómplice de Fidel Velázquez, y recibida en herencia por Napoleoncito Gómez Urrutia, hoy feroz y demagógicamente perseguido por la "justicia" de Fox, pero no menos culpable que el "gobierno" federal y los directivos y accionistas de Grupo México, que obligaban a trabajar a los mineros de Pasta de Conchos en el más insultante desamparo.

López Obrador tiene ante sí enormes posibilidades para intervenir en el inframundo de la industria del carbón. La opinión pública estará a la expectativa de las medidas que anticipe al respecto la próxima vez que pase por el norte de Coahuila, a donde por cierto, después de Semana Santa, llegará la otra campaña.

Rachel Corrie: tres años sin ti

Hace dos días, el jueves 16 de este marzo, cumplió tres largos años instalada en la muerte la pacifista estadunidense Rachel Corrie. Si su joven y hermoso cuerpo fue aplastado por un bulldozer del ejército israelí en la franja de Gaza, cuando trataba de impedir la demolición de una casucha de piedra en la que habitaba una familia de refugiados palestinos, su ejemplo y su recuerdo nunca serán olvidados y la historia, tarde o temprano, le rendirá el más alto homenaje que merece cuando se produzcan los cambios por los que cayó luchando y éstos le darán la razón y cerrarán la boca de quienes le reprochan su incomparable sacrificio.

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