Usted está aquí: jueves 16 de marzo de 2006 Opinión Perspectivas del agua

Editorial

Perspectivas del agua

El cuarto Foro Mundial del Agua, que se inicia hoy en esta capital, constituye una oportunidad para percibir y contrastar actitudes, propuestas y perspectivas, tanto las gubernamentales ­las cuales se presentarán en ese encuentro­ como las que habrán de expresarse en el Tribunal Latinoamericano del Agua, la reunión alternativa en la que se dan cita, desde hace tres días ­y pese a las restricciones migratorias impuestas a sus participantes por el gobierno foxista­, representantes de movimientos sociales de la región.

A reserva de las recapitulaciones necesarias al final de ambos encuentros, cabe apuntar, de entrada, algunas reflexiones sobre el tema del agua.

Por principio de cuentas, es claro que el modelo económico en vigor es ecológica e hídricamente insostenible. El mundo ha llegado a una situación extrema de desperdicio y depredación de las fuentes de agua, y prácticamente no hay actividad humana que no deba ser reformulada si es que la especie pretende sobrevivir a su propia irracionalidad ambiental: las industrias extractivas y de transformación, la agricultura, el comercio, los servicios, las propuestas urbanísticas y arquitectónicas, los patrones de consumo y hasta los hábitos de higiene personal deben ser repensados en función de evitar un agotamiento no muy lejano del líquido.

El mayor desafío inmediato en tal sentido es el escepticismo de las poblaciones en general ante las fundamentadas advertencias de los expertos acerca de la insuficiencia próxima. Para quienes viven en los cómodos entornos de las clases medias resulta inimaginable la desesperada falta de agua que padecen desde hace ya tiempo miles de millones de seres humanos en las regiones marginadas del planeta. La humanidad ya rebasó el escenario demográfico y económico en el que los recursos hídricos eran inagotables, y ahora se impone la tarea de cambiar esa noción antigua. Es posible, incluso, que en razón del tamaño de la población mundial, el agua deba pasar a la categoría de recursos naturales no renovables.

Una segunda tarea consiste en convencer a los gobiernos de que adopten políticas y medidas de distribución orientadas a establecer una mínima equidad en el acceso al líquido. Por hoy, en Estados Unidos y Europa predomina la tendencia contraria, entregar la distribución a capitales privados, los que a su vez encarecen el recurso en forma pareja y acentúan, con ello, la desigualdad, de por sí pavorosa, que divide a la humanidad en dos grandes grupos: quienes tienen agua abundante y barata y quienes carecen de ella o deben adquirirla a precios desmesurados. Y es que una de las paradojas de la circunstancia actual es que los pobres, en términos generales, pagan más por el abasto de líquido. Un ejemplo claro y cercano ­en México se da el caso­ es el contraste entre los que habitan en zonas con servicio regular de agua potable y los que deben adquirirla de camiones transportadores, o el abismo entre las corporaciones que utilizan millones de litros semanales para regar los prados de sus campos de golf y las familias que deben solventar sus necesidades de alimentación e higiene con unas decenas de litros. "Cobrar hasta que duela" por el abasto del líquido puede ser una consigna necesaria para las primeras, pero ante las segundas resulta criminal, inaceptable y hasta genocida.

Por otra parte, es necesaria una cuantiosa inversión en tecnología para modificar procesos en muchos ámbitos ­agricultura, agroindustria, industria, ingeniería civil, entre otros­ a fin de crear procedimientos y usos efectivos de ahorro de agua.

La presente generación puede heredar soluciones a las venideras, pero puede también legarles una catástrofe hoy inimaginable. Y el momento de la decisión es ahora.

 
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