El grupo Penny Black se presentará este jueves en el teatro Benito Juárez

Pese a que el blues ha ganado espacios, lo remunerativo es aún asunto difícil: Puga

TANIA MOLINA RAMIREZ

Penny Black en concierto: el cantante anuncia la canción blusera Further on up the road: "Es algo así como Arrieros somos", dice. Y sí, el género nacido en el sur de Estados Unidos tiene mucho que ver con nosotros los mexicanos, que tenemos tanto lamento y tanto festejo en la sangre.

La banda Penny Black toca el blues en la ciudad de México y florece en la diversidad: reúne varias generaciones y un abanico de formaciones musicales.

"En nuestra época -los años 60 y 70-, el blues y el rock estaban fundidos, los grupos de rock tocaban mucho blues. Para nosotros era natural escucharlo", cuenta, en entrevista, el armonicista Mario Martínez, de 51 años. En cambio, para la generación que ronda los 30, a la cual pertenece el bajista Alejandro Ruiz, de 28 años, fue una placentera sorpresa descubrir al abuelo del rock.

Vivir del blues

Penny Black nació a raíz de un taller de blues que impartió el cantante y guitarrista Juan Puga en la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles.

Durante una época tocó en plazas comerciales del Distrito Federal puro repertorio de The Beatles. Hasta que ya no convino a los comerciantes: "Se paraba la plaza", cuenta el tecladista Raúl Cano; la gente dejaba de consumir.

De los cinco artistas, Alejandro Echenique, El Chino, es el único que ha vivido de la música. Lo ha logrado gracias a que ha combinado ser socio de una compañía de tocadas comerciales y acompañar a músicos, desde Dulce hasta Armando Manzanero.

El Chino es, pues, de los músicos que están detrás de los artistas. "Todos dependen de nosotros", sólo que ellos "cobran 500 mil pesos por tocada y a nosotros nos pagan 6 mil".

Puga dice que siempre ha insistido en que les paguen la tocada, pero no es fácil, sobre todo porque siempre hay músicos dispuestos a tocar aunque no les paguen.

Así las cosas, aparte del baterista, el resto tiene alguna ocupación remunerada: Mario Martínez, el armonicista, es arquitecto; Puga, guitarrista y cantante, es dibujante y diseñador; Alejandro Ruiz, el bajista, realiza un doctorado en bioquímica; Francisco González, el guitarrista, es diseñador de material ortopédico; Raúl Cano, el tecladista, es comerciante.

Ante la falta de espacios para el blues en México, la Asociación Mexicana del Blues (próximamente Amigos del Blues), de la cual Penny Black es miembro, ha logrado abrir espacios en teatros gubernamentales, delegaciones y escuelas, entre otros.

Para audiencias muy pequeñas

El pago sigue siendo un asunto difícil. "El blues tiene fama de ser un género poco remunerativo; para audiencias muy pequeñas"; y "los empresarios no confían en que los grupos sean rentables", dice Puga. Quienes se dedican a tocar esta música "disfrutan tanto que lo hacen sin cobrar. Me parece bien; lo que no me parece bien es que los organizadores (de los espectáculos) no destinen algo de sus ganancias a los grupos". Penny Black, en cambio, ha intentado conseguir que les paguen siempre: "Los músicos necesitamos comprar equipo, pagar transporte, comida. (Cuando) nos fijamos una tarifa mínima, hemos tenido éxito no sólo para nosotros, sino para todas las bandas que tocan ese día".

Penny Black tiene, además, una composición propia, Qué voy a hacer, escrita por Puga y arreglada, en sesión histórica, por todo el grupo. "Fue muy padre", cuenta el más joven de la banda. "Juan dijo, escuchen esto, Mario hizo una figurita en la armónica, bien dulce", y cada uno enriqueció la canción. "Podría decirse que nos salió a la primera; se combinó el feeling de cada quien".

Penny Black y Blues 40 se presentan en el contexto del 16 Encuentro de Blues Hecho en México, el jueves 16, a las 19 horas, en el teatro Benito Juárez, Villalongín 15, colonia Cuauhtémoc.