ENTORNO TECNOLOGICO
Nueva administración para las armas nucleares de EU
Ampliar la imagen Estados Unidos realiza en laboratorios experimentos sobre armas nucleares FOTO Archivo
HACE POCO MAS de 60 años, Robert Oppenheimer demostró el poder de una asociación entre el gobierno estadunidense y la academia. Su equipo de científicos universitarios desarrolló y construyó las primeras bombas nucleares en un conjunto de edificios de Los Alamos, en el desierto de Nuevo México. El equipo logró este éxito asombroso en menos de dos años.
Desde ese momento, en 1943, el Laboratorio Nacional de Los Alamos ha estado a cargo de la Universidad de California. Pero una embarazosa serie de fallas en materia de seguridad y de protección al personal, que condujo recientemente a la suspensión de todo el trabajo clasificado durante varios meses, ha impulsado al gobierno a insistir en que la universidad encuentre un socio industrial cuando vuelva a concursar por el contrato para administrar la instalación, el próximo 9 de julio.
Los Alamos es uno de los laboratorios nacionales que trabajan en armas nucleares. Durante más de medio siglo, la Universidad de California ha manejado este laboratorio y el Lawrence Livermore, que se especializa en ciencia nuclear, por cuenta del gobierno estadunidense. El tercero -el Laboratorio Nacional Sandia-, responsable de componentes no nucleares e ingeniería de sistemas, es administrado por la empresa de ingeniería Lockheed Martin. Los contratos para administrar los tres se someterán a licitación.
El trabajo en los laboratorios ha variado en forma considerable desde que se suspendieron los ensayos nucleares, en 1992. En vez de desarrollar armas, los científicos se ocupan en la "supervisión de existencias", programa diseñado para garantizar que las cabezas nucleares del país continúen operando conforme a lo previsto al paso del tiempo. Este trabajo comprende simulaciones computarizadas de la explosión y pruebas "subcríticas" que no incluyen detonaciones nucleares.
Los laboratorios llevan a cabo dos grandes experimentos físicos. El primero, en Los Alamos, es una máquina de rayos X de gran tamaño que utiliza material no fisionable para examinar lo que ocurre cuando el núcleo fisionable de un arma nuclear -conocido como "hueco"- hace implosión. En un arma, esta implosión desencadena la explosión nuclear; en el laboratorio no la hay. El segundo experimento es la Instalación Nacional de Ignición (NIF, por sus siglas en inglés), diseñada para generar temperaturas y presiones cercanas a las creadas por los huecos, para detonar pequeños proyectiles de explosivo nuclear.
La política amenaza hoy a la NIF, que se construye en el laboratorio Lawrence Livermore de California. Se suponía que debía completarse en 2003, a un costo de mil 400 millones de dólares. A la fecha se han gastado 2 mil 800 millones -cifra un tanto complicada por la mezcla de costos de construcción y operación- y aún faltan cuatro años para que quede lista.
El primero de julio, el Senado votó por detener por completo su construcción, como parte de una iniciativa de asignación de recursos por 31 mil millones de dólares. La propuesta fue de Pete Domenici, senador republicano por Nuevo México, que encabeza el subcomité correspondiente. En ese estado se encuentran tanto el laboratorio de Los Alamos como el de Sandia (aunque éste tiene un sitio en California).
La mayoría de los investigadores creen que la NIF tiene importancia científica para el estudio de la fusión nuclear, pero hay controversia en cuanto a que sea útil para la supervisión de existencias. Sidney Dreell, físico y especialista en control de armas del Centro del Acelerador Nuclear de Stanford, California, dice que es "esencial" para esa función, mientras Pike la describe como "un barquillo de helado que se lame solo: no sirve a ningún fin práctico". Algunos físicos están de acuerdo, aunque no lo declaran en público.
Tres revisiones recientes de la instalación, realizadas por los departamentos de Defensa y de Energía, llegaron a sugerir que sin ella Estados Unidos tendría que reanudar los ensayos nucleares. Mientras más se apoye el país sólo en simulaciones de computadora para buscar fallas, en vez de las microexplosiones que la NIF puede realizar, menos seguro estará el Pentágono de que las cabezas nucleares funcionen conforme a lo previsto.
La supervisión de existencias tiene otras funciones. Conserva un cuerpo coherente de pericia nuclear en el país y evita que los científicos del ramo sean seducidos para irse a trabajar a otras naciones. Por desgracia, la incertidumbre sobre el futuro ha bajado la moral del personal, lo cual causa un daño potencial a este segundo objetivo. En Los Alamos, el nombramiento de un ex admirante irascible como director no ayudó, aunque ya fue remplazado. Un blog extraoficial que permite a los empleados disgustados hacer publicaciones anónimas enumera un agravio tras otro. Los más antiguos -alrededor de 39 por ciento tienen 50 años o más- se han estado jubilando a un ritmo sin precedente, por temor de que sus generosos paquetes de pensión se reduzcan si la universidad pierde el contrato. En el Lawrence Livermore, 300 investigadores fueron considerados prescindibles después que el Congreso redujo el presupuesto de construcción de la NIF.
Con todo, hay esperanzas de un futuro menos sombrío. Está en consideración un cambio de enfoque respecto del mantenimiento de las armas nucleares del país. El Congreso autorizó recientemente un estudio a dos años para determinar si es posible manejarlo en otra forma. El programa llamado "remplazo confiable de cabezas nucleares" apunta a averiguar si es posible construir armas más baratas sin ensayos nucleares, modificando los componentes. Allí podría haber oportunidades para los desmoralizados científicos.
Históricamente, la Universidad de California ha administrado los laboratorios sin fines de lucro. Para estimular la competencia, funcionarios del Departamento de Energía planean incrementar los honorarios por administración, para añadir un elemento de ganancia. Después de hacer un examen de conciencia en cuanto a si la universidad debe seguir participando en trabajos con armas nucleares, sus directivos han decidido presentarse a la licitación en sociedad con Bechtel, firma de ingeniería y construcción con sede en San Francisco. La Universidad de Texas ha anunciado que concursará también, en sociedad con Lockheed Martin.
Gane quien gane -el resultado se anunciará el primero de diciembre-, probablemente sea buena idea que los laboratorios de ciencia nuclear sean administrados al menos en parte por académicos. Históricamente, la administración universitaria ha resultado mejor que la industrial para proyectos de investigación a largo plazo. La cultura de investigación en las universidades es abierta y flexible, lo cual atrae a científicos talentosos y les evita emigrar a lugares donde su capacidad pudiera dedicarse a usos que el gobierno de su país desapruebe.
TRADUCCION: JORGE ANAYA