No lo intenten: hay que saber perder
Antes de abandonarse a una bo-rrachera, como es el Mundial de Futbol, la mayoría de la gente se inclinará por dejar las cosas en claro, no vaya a ser que en medio de la cruda, uno no sepa ni para dónde jalar. Las elecciones tendrán lugar el 2 de julio, el gran acto futbolístico arrancará a principios de junio. Eso quiere decir que para muchos electores (aunque quizás no para la ma-yoría de las electoras), la carrera por los votos se verá recortada en cuatro se-manas. Si a ello restamos las vacaciones de Semana Santa, la Pascua y los puentes, a dicha contienda le quedan algo así como ocho semanas y media.
Madrazo Pintado se encuentra francamente en la lona, y para demostrarlo basta con preguntar al lector si sería capaz de enumerar alguna propuesta ordenadora de su campaña, algo que dé coherencia a su ir y venir, algo que nos aclare cómo sería el futuro de nuestro país con él a la cabeza, aparte de su gran capacidad para acuchillar correligionarios.
Felipe Calderón comienza a revelarse como una alternativa un poco más consistente en la medida en que ha sabido poner un signo de igualdad entre el viejo PRI (es decir, Echeverría y López Portillo, con sus finanzas públicas desastrosas y sus devaluaciones), y López Obrador, quien no representa, según la visión panista, una opción de izquierda responsable, como la chilena, sino que estaríamos ante un desnudo nacionalismo autoritario, ante un hijo pródigo del septuagenario nacionalismo revolucionario que hoy se propone reconcentrar el poder en el jefe del Ejecutivo (por algo, como se ha machacado hasta la saciedad, tantos viejos priístas lo acompañan).
La nueva campaña de Calderón pone, pues, el acento en la imagen autoritaria de AMLO, frente a una plural y democrática que él ostenta. A ello se agregan dos novedades en la nueva estrategia de campaña: como expresó claramente Josefina Vázquez Mota, ha llegado la hora de distanciarse del foxismo: "será un presidente que gobierne solo" (en clara descalificación de la imagen de la pareja presidencial, "no tolerará el chantaje de los machetes", "buscará la estabilidad económica, pero con empleo" e "impulsará la inversión en infraestructura, para combatir el rezago social".
La nueva estrategia se combina con un lenguaje muy agresivo del candidato panista, un lenguaje que le va mal a su reducida talla, de cabeza grande y cuerpito estrecho. No concuerda anunciarse como el paladín de la pluralidad, las libertades y el antiautoritarismo y adoptar de golpe un lenguaje bravucón y altanero.
Al lado de esto comienza a ser sintomático el que muchos medios de comunicación se muestren tan complacientes con el candidato panista, entrevistándolo largamente en sus noticieros, haciéndole preguntas acordadas para su personal lucimiento. Está resultando claro en la nueva etapa calderonista que los más poderosos intereses de nuestro país (incluido naturalmente el aparato gubernamental) se han ido a fondo con su candidatura.
Resulta, sin embargo, que el 12 de marzo toda esta estrategia se topó con una mala noticia: aunque el candidato del PRI parezca acabado, la maquinaria de ese partido no cede tan fácilmente; es decir, las elecciones del estado de México mostraron que, aunque Madrazo no parece levantar, su partido será capaz de conservar más de una cuarta parte de la votación nacional (obtuvo 34 por ciento el pasado domingo). Esto vino a complicar tremendamente las cosas, porque la estrategia panista implicaba que desde el momento en que Madrazo cayera a un claro tercer lugar, pasarían a los arreglos para asegurarle el voto útil a Calderón. Pero las cosas están volviendo imposible esta salida. Es más, Madrazo está argumentando que si él se retirara, los votos priístas irían con más facilidad hacia López Obrador que hacia el panista y que, por lo tanto, es más eficaz capitalizar el voto sacando del juego al "hijo desobediente". Lo más grave es que la estrategia antiobradorista se enfrentó a un nuevo dato que la ha puesto al borde de un ataque de nervios: la encuesta de El Universal del pasado lunes, a la que por una razón bastante explicable no se le dio la difusión que merece, otorga a AMLO 42 por ciento de las preferencias electorales.
El PRI no se va, AMLO no cede y Calderón no levanta. El tiempo se acaba, las nuevas estrategias fracasan y mover las piezas se vuelve cada vez más difícil: vamos a vivir dos meses delicadísimos en que los medios de difusión y las empresas encuestadoras van a recibir presiones indescriptibles. Lo peor es que la manipulación electrónica y la compra directa e indirecta del voto no están mostrando mucha eficacia. Ahora debemos redoblar la vigilancia y el castigo ante la mínima intención de patear el tablero. Hay que saber perder.