La mirada distanciada, que se abrirá en el museo Tamayo, incluye 20 cuadros
Primera exposición individual de Ruscha en México
El formato predilecto del artista estadunidense Edward Ruscha (Omaha, Nebraska, 1937) es el paisaje horizontal extendido, estilizado, que procede en gran parte de las pinturas paisajísticas de su país natal.
Ese, precisamente, es el formato que da cuerpo a la primera exposición individual de Ruscha en México, La mirada distanciada, que gracias al apoyo de la Colección Jumex será inaugurada el jueves 16 a las 19:30 horas en el museo Tamayo. Se trata de 20 cuadros, óleos y acrílicos, que miden entre dos y ocho metros de largo, realizados en los años 70 y 80.
Hoy, a la misma hora, el artista vinculado con el pop art, el arte de proceso, el arte conceptual y el realismo fotográfico, charlará con el curador de la muestra, el escritor Dave Hickey, en el auditorio del museo.
Conocido sobre todo por sus pinturas en las que las palabras y las frases juegan un papel central, Ruscha, quien creció en Oklahoma, se mudó a Los Angeles en 1956 con la idea de convertirse en un artista comercial. Para ello se inscribió en el Instituto de Arte Chouinard, que también ofrecía una doble carrera en las bellas artes.
De allí que Ruscha fue entrenado para acercarse al lienzo en forma espontánea a la manera del expresionismo abstracto, al que no le vio futuro.
La planeación cuidadosa y precisión del arte comercial le proporcionaron los medios para extender las fronteras de la pintura al obligarlo a un diálogo con aspectos diversos de la cultura, inclusive la lingüística. Sus imágenes vernáculas de las gasolineras Standard y otros emblemas comerciales lo llevaron a destacar como el líder del pop art de la costa oeste en los años 60.
Además, los fondos de las pinturas de Ruscha se remiten a la relevancia del paisaje para los artistas de su país, mientras sus acabados inmaculados y oficio se vinculan con los precisionistas estadunidenses de los años 30 del siglo pasado.
Para Hickey el arte pictórico de Ruscha se aparta del paisaje tradicional estadunidense, primero al pintar un espacio ingrávido del lenguaje y de la imaginación, que por más ineludible que sea su realidad, le resta importancia a los acontecimientos fortuitos.
Segundo, mientras ''el futuro" se ubica siempre a una distancia en el fondo de la pintura, donde el ocaso cede su lugar al amanecer, para Ruscha el tiempo puede intercambiarse por el espacio y moverse en sentido lateral.