El investigador habla de su nuevo libro, publicado por Ediciones Era
Recoge Gilly seis visiones de ''la historia como un fuego vivo''
Analiza el pensamiento de Benjamin, Polanyi, Gramsci, Thompson, Guha y Bonfil Batalla
''Ahora las elites viven la utopía perversa de ver las relaciones humanas mediante el dinero''
Ampliar la imagen Adolfo Gilly revisa cómo se ilumina ''esa profunda y extensa parte del pasado que no aparece en los museos, los archivos públicos y las narraciones políticas de guerra y paz, salvo como una especie de sombra que sigue a lo que queda y es registrado'' Foto: Guillermo Sologuren
El historiador y colaborador de La Jornada Adolfo Gilly reúne en su reciente libro Historia a contrapelo: una constelación (Ediciones Era) una serie de ensayos acerca de seis autores que, en espacios y tiempos diferentes, coincidieron en ver la historia como una de las fuerzas en movimiento del presente, ''no como una carga muerta, sino como un fuego vivo" que alimenta lo actual.
Encabezados por el teórico marxista Walter Benjamin (1892-1940), estudiosos como Karl Polanyi (1886-1964), Antonio Gramsci (1891-1937), Edward P. Thompson (1924-1993), Ranajit Guha (1922) y Guillermo Bonfil Batalla (1935-1991) ven la historia ''como una narración intensa de vidas y de hechos, no de efemérides".
Voceros de las clases subalternas
En particular, explica Gilly en entrevista con La Jornada, esta constelación de pensadores se ocupa de los personajes que la historia tradicional considera secundarios, ''de aquellos que no aparecen en las historias de las instituciones, aquellos sobre cuyos trabajos reposan éstas, pero que permanecen fuera haciendo la vida cotidiana; su historia no queda registrada en las fuentes, pero sin ellos no existirían los hechos que están registrados en los archivos o los objetos de arte o las memorias que todos tenemos".
A su manera, cada uno de los filósofos o historiadores que cita el autor de La revolución interrumpida aborda ''la riqueza de la vida de los que se consideran o se llaman clases subalternas para dar voz y presencia en la historia a ese inmenso reparto secundario y hacer justicia a sus vidas y a sus hechos",
Así ''se cepilla la historia a contrapelo", añade Gilly, ''para iluminar esa profunda y extensa parte del pasado que no aparece en los museos, los artefactos, los archivos públicos y las narraciones políticas de guerra y paz, salvo como una especie de sombra que sigue a lo que queda registrado y es conocido".
En particular, ''para iluminar en parte nuestro presente y a nosotros mismos, como siempre sucede con los estudios históricos; para entender mejor todo el amplio arco de posibilidades -posibilidades, no oportunidades- que todos nuestros pasados, que hoy se reúnen y se entrecruzan a través de la mundialización, la violencia y la guerra, han heredado a nuestras generaciones".
El historiador como artesano
Por ejemplo, detalla Gilly, "¿quién enseñó a los habitantes de esta ciudad lo que había que hacer cuando hubiera un terremoto? Nadie. Las instituciones no sabían nada, la gente hizo todo; sabía cómo organizarse. ¿Quién enseñó a los bolivianos a organizarse contra las trasnacionales que querían apoderarse del agua? Sabían por sí mismos cómo se hacía porque heredaron el saber organizarse, el saber cómo se hace una asamblea, cómo se discute, cómo se toman decisiones. Eso se aprende de las costumbres y tradiciones.
''Cuando los partidos son reales y no se institucionalizan, ellos recogen estos saberes. Las elecciones en México de 1988 son un ejemplo. Se trata de un conocimiento que está en la experiencia, que se transmite en la relación entre viejos y jóvenes. Todos los historiadores que reuno en mi libro buscan este tipo de historia, la que los conquistadores le quieren negar a los pueblos conquistados.
''Es una idea de la diversidad de la historia. Por eso Benjamin dice que los historiadores son artesanos, narradores, marineros que cuentan la historia de países lejanos. En el trabajo del artesano, señala el teórico marxista en El narrador, existe una relación estrecha entre el alma, el ojo y la mano. Esta antigua coordinación del alma, el ojo y la mano es de origen artesanal y la hallamos en el arte de narrar cada vez que éste está en terreno propio.
''Eso no quiere decir que el historiador no busque sus fuentes", añade Gilly, ''porque tiene que probar sus dichos, pues no puede afirmar nada que no pueda probar. Al artesanado los une su arte de seguir huellas, encontrar indicios, reunir pruebas y someterlas a una forma de la crítica similar a la que ejerce el carpintero sobre sus maderas y el tejedor sobre sus hilados."
Historia a contrapelo deja claro que las elites y grupos dirigentes ''viven la utopía perversa de la acumulación y de ver todas las relaciones humanas a través del dinero. Si se revisa la historia se verá que esto es nuevo. No defiendo a las clases dominantes anteriores, pero no vivían esa utopía.
''Por eso los autores que cito ponen énfasis en la vida de los seres humanos, en sus relaciones, en sus lazos. Entre los seres humanos que no figuran en la historia tradicional están las mujeres, son personajes secundarios de los secundarios, pero en la vida real son quienes toman una cantidad impresionante de decisiones.
''Benjamin, Polanyi, Gramsci, Thompson, Guha y Bonfil Batalla son una constelación en medio de una serie de pensadores que, sin tener propiamente una escuela de pensamiento, miran la historia como un todo dinámico y permanentemente en movimiento", concluyó Gilly.