El rostro de la negligencia
Después de nueve años de esperar justicia en los tribunales, es indignante la manera en que han actuado las autoridades laborales y de amparo en el caso de la periodista Alicia Herrera.
Dice Bertold Brecht que hay hombres que luchan un día y son buenos, hay hombres que luchan muchos días y son mejores pero hay hombres que luchan toda la vida y esos son los imprescindibles. Esto se aplica a Alicia Herrera Blanno, quien desde hace 11 años lucha porque se le haga justicia después de una espantosa operación que le hizo el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) al extraerle una muela dejándola semiparalizada. En Navidad, Herrera Blanno tuvo una gran crisis por falta de dinero y ya no se sintió capaz de vender ropa fuera de la escuela de su hija para sobrevivir, por el frío y el gasto de energías.
La víctima y protagonista del libro El rostro de la negligencia-¿Quieres ver mi cara?, se ha convertido en un testimonio "prohibido" por las autoridades que la dañaron.
La odontóloga Yolanda Córdoba Sentíes le sacó la muela del juicio y con ello destrozó su cara, su vida y la de sus hijos al seccionarle el nervio trigémino, en lo que ha sido la negligencia médica más difundida del IMSS.
Alicia Herrera es ahora perseguida por ser la primera en poner nombre y cara a las irregularidades del sistema político mexicano, por denunciar sin temor las injusticias de que fue objeto desde el día en que la operó Yolanda Córdoba Sentíes.
Pero allí no ha quedado el asunto, Alicia protesta día tras día. Pregunta: "¿Por qué no puedo tener una vida digna luego del terrible daño causado por el Seguro Social que me dejó incapacitada para el trabajo?, ¿de qué voy a vivir?, ¿dónde quedó la Alicia de antaño?, ¿estoy condenada a no poder realizar trabajo alguno para poder comer?"... Así espera con angustia el resultado del amparo en contra del fallo de la junta especial número cinco de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, que tiene como número de expediente 238/97, contra la Comisión Federal de Electricidad (CFE), lugar donde trabajaba como periodista en el momento de la tragedia.
No alcanza a comprender por qué tanta dilación en el asunto, por qué no puede resolverse la demanda que le permita vivir dignamente. Sabe perfectamente que tal ensañamiento no es más que el producto de no quedarse callada, de ejercer sus derechos hasta las últimas consecuencias, de denunciar el atropello en su contra en cuanto medio informativo ha podido y con cuanta gente la ha querido escuchar. Muestra de ello es que la Junta de Conciliación y Arbitraje, amañada con el representante de la CFE, se tardó más de un año en dictar la resolución, cuando la ley impone la obligación de hacerlo en un plazo máximo de 20 días, según los artículos 885 y 887 de la Ley Federal del Trabajo.
Pero no sólo fue el perjuicio en tiempo que le impidió recibir su pensión, sino que, además, los abogados omitieron tomar en cuenta que la CFE aceptó su monto de pensión y la cantidad que le deben de pensiones devengadas. Además tuvieron el descaro y la prepotencia de no asistir a las audiencias, quizá a sabiendas de que perderían.
Por supuesto que su licenciado, Gerardo Rodríguez Barajas, presentó demanda de amparo contra la resolución de la junta especial número cinco de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje.
Por ello Alicia, por conducto de su licenciado, se vio obligada a presentar un recurso de revisión en el que se espera que un tribunal colegiado resuelva su caso y de una vez por todas termine con su tortura física y moral, y así obtenga un poco de paz en medio del remolino de encubrimientos y hostigamientos que ha vivido en los pasados 11 años. Entonces podrá hacer uso del derecho a sus dos pensiones que ya los tribunales le han otorgado en definitiva desde el laudo de fecha 8 de julio de 2003. Con el pretexto de fijar su monto, la entrega se ha alargado más de lo que sus fuerzas pueden soportar.
Alicia Herrera no se da por vencida y renueva sus fuerzas mediante la lucha social y la denuncia, que la ayuda a soportar los intensos dolores que padece, a levantarse cada vez que cae y a esperar que el fallo sea justo y termine en parte su trágica e indignante historia.