La mayoría son cabezas de familia; conductores ebrios, un peligro constante
Hay 670 mujeres en el ejército olvidado de limpia de la ciudad
Son mil 117 personas que, antes de las 23 horas, debajo de un puente o en uno de los cinco campamentos en que dividen el Distrito Federal, inician su transformación, se ponen los uniformes, cuentan sus vicencias, se animan unos a otros, toman sus herramientas y salen a dar la batalla de todas las noches.
Es -como ellos mismos se definen- el "ejército olvidado", integrado por 670 mujeres de entre 18 y 45 años de edad (la mayoría de ellas madres solteras o cabezas de familia) y 447 hombres de 35 a 65 años, que con casacas amarillas de rayas fluorescentes salen a las 21 vías rápidas de la ciudad de México a realizar labores de barrido manual, limpia de mobiliario urbano y jardinería, borrado de grafiti y propaganda, y retiro de animales muertos; aunque ya en una ocasión encontraron a una persona despedazada en un tramo de una vialidad o un feto en un frasco de cristal.
Sus armas son las escobas de mijo, palas, carretillas, botes y espátulas, que todas las noches, de manera alternada, utilizan en Circuito Interior, Periférico, Viaducto Miguel Alemán, Río San Joaquín, Eje 5 y 6 Sur, Eje 3 Oriente, Constituyentes, Ermita Iztapalapa e incluso Santa Fe, para lo cual se dividen en cuadrillas de 10 personas, acompañadas de un camión de volteo y otro de redilas, para agilizar su limpieza.
A menos de que sea necesario cerrar uno o dos carriles de circulación, su labor pasa inadvertida para los usuarios de estas vialidades o, de plano, es menospreciada por los trasnochadores, que con unas copas encima o drogados, les echan los vehículos encima o, cuando menos, les mientan la madre. Su imprudencia, no ha cobrado víctimas mortales en los últimos dos años, pero sí han dejado lesionados y "muchos sustos".
Rigoberto Ledezma Moreno, jefe del área de barrido manual en la zona oriente, explica que a diferencia de los trabajadores de limpia de la Sección Uno del SUTGDF, dedicados a la recolección domiciliaria de basura y su separación; los empleados de la Dirección General de Servicios Urbanos o empresas subcontratadas se encargan de los ejes viales, las vías rápidas, accesos carreteros y vialidades principales enviándola al centro de transferencia, para su tratamiento.
De las 22 a las 5 horas recolectan mil 300 toneladas de basura, principalmente colillas de cigarros, tierra, latas o envases de plástico en vialidades de las zonas de "ricos", aunque no faltan los muebles reciclados, colchones, alacenas, cajas de cartón, desechos de víveres en grandes bolsas de plástico, cascajo o partes de autos, en las colonias proletarias, paraderos de autobuses o concentraciones de ambulantes.
Al igual que en la sociedad "aquí también hay un estatus de la basura, según la zona de que se trate, pues no es lo mismo recoger latas, que pedazos de muebles viejos o soportar a conductores que colocan su bolsa de basura en la defensa, la arrojan a los camellones o crean tiraderos clandestinos", explica Ledezma Moreno. Actualmente, se tienen contabilizados 2 mil 400 puntos, de los cuales 300 están en las vías rápidas, como son Circuito Interior, Periférico y Viaducto; y el resto en el interior de las colonias populares, explica.
Por ello, la batalla de los soldados del "ejército olvidado" es todas las noches, de todo el año, sin importar si llueve o tiembla, porque su obligación es mantener limpia las vías rápidas, donde ya se cuenta hasta con un récord de limpieza de propaganda política de árboles, postes y puentes de 48 horas, aunque "son las mujeres quienes ponen más empeño en su tarea para ganar quincenalmente 914 pesos o mil 200 pesos, según sea su patrón el gobierno o alguna empresa subcontratada.
La falta de preparación académica, la necesidad económica y el sueño de convertir a sus hijos en técnicos o profesionistas, alejados de esta "ingrata labor, menospreciada por la mayoría", orilló a Julia, Norma, Emma, Amalia, Yolanda, Edith, Alejandra y Martha a formar parte de los "soldados amarillos", que todas las noches recorren la ciudad con sus escobas.
La tranquilidad de que sus hijos duermen mientras ellas trabajan y unas horas después se reunirán para ir juntos a la escuela, hacer la tarea y hasta darse una vuelta en el parque, si hay tiempo, compensa los sinsabores, el temor, el riesgo de pescar una enfermedad contagiosa todos los días o morir a causa de la imprudencia de un conductor en estado de ebriedad, principalmente los fines de semana, cuando "agarran el Circuito Interior, Insurgentes o Eje Central, como zonas de alta velocidad".
A ello agregan el asedio de algunos hombres cuando viajan en el micro o los asaltos de que son objeto cuando se dirigen a trabajar. "La angustia es de todos los días, pero confiamos en el poder de los rezos y que nada malo nos va a pasar, para seguir viendo por nuestros pequeños", comentan mientras sacan la basura de las jardineras y banquetas, para que sus compañeras hagan los montoncitos y los hombres los apaleen al bote color naranja o al camión de volteo.
"No se crea, es feo que le llamen a uno barrendera y menosprecien la labor que hacemos para que la ciudad esté limpia, pero no nos queda de otra, sobre todo, cuando somos madres solteras o cabezas de familia y tenemos la obligación de sacar a nuestra gente adelante y lo logramos", comenta Amalia cuyos hijos cuenta con una carrera y se han alejado de esta labor.
El mismo fin para sus pequeños buscan Julia y Norma, a quienes no les importa recorrer más de 10 kilómetros, aguantar el dolor que les produce tanto caminar y las ampollas en sus manos.