Editorial
Fox, fuera de foco en el tema migratorio
Las desafortunadas declaraciones formuladas el jueves pasado por el presidente Vicente Fox sobre el fenómeno de la migración, y las posteriores explicaciones dadas ayer viernes, revelan que el mandatario tiene una percepción superficial, por decir lo menos, respecto de este vital tema para el país, situación que dificulta la negociación de un acuerdo migratorio con Estados Unidos.
El jueves, durante una entrevista con la British Broadcasting Corporation (BBC), el Presidente sostuvo que "en 10 años Estados Unidos estará suplicando, estará rogándole a México que le envíe trabajadores, y México no lo va a hacer porque va a tener ocupada a su gente", dando a entender que en el lapso de una década el país habrá superado sus rezagos en materia de desempleo. Además, señaló que "estamos en el mejor momento para llegar a una solución", en clara referencia a un acuerdo migratorio con el vecino país del norte.
Ante el rechazo y las críticas provocadas por estas afirmaciones en el Congreso, el jefe del Ejecutivo intentó corregir el rumbo al día siguiente, cuando dijo que este panorama se deberá a una doble coyuntura demográfica. Por una parte, la población de Estados Unidos estará compuesta por una gran cantidad de adultos mayores, por lo que su sociedad requerirá de mucha mano de obra para mantener a sus jubilados y pensionados. Por la otra, el crecimiento de la población en México ya no será tan fuerte, por lo que "nuestro país va a absorber y va a ocupar a toda su población joven en edad de trabajar, pero además lo tiene que hacer para sostener a sus jubilados y pensionados".
Este optimista punto de vista según el cual Estados Unidos anhelará con vehemencia a los trabajadores mexicanos no tiene correspondencia en la sociedad estadunidense. En términos históricos, la primera potencia del mundo se ha caracterizado por ser un tradicional receptor de olas migratorias a la vez que su sociedad exhibe una grave desconfianza hacia esas personas. Esta paradoja es especialmente cierta para los migrantes mexicanos, cuyos derechos son ignorados y vulnerados en territorio estadunidense aunque su mano de obra barata sea esencial para mantener la competitividad de la economía de ese país.
Peor aún, durante la administración del presidente George W. Bush la xenofobia y el racismo contra los migrantes mexicanos han experimentado un peligroso repunte, con medidas como el proyecto de ley HR 4437 actualmente en discusión en el Senado de esa nación, el cual implica criminalizar a las personas que crucen la frontera sin papeles. De hecho, el gobierno de Bush se ha esforzado por vincular la migración con varios aspectos del tema de la seguridad nacional, como el terrorismo y el crimen trasnacional, postura respaldada por los sectores más conservadores del Partido Republicano, los cuales también apuntan a la supuesta amenaza que implican los migrantes mexicanos para la cohesión e identidad nacionales de Estados Unidos.
Asimismo, el presidente Fox parece ignorar que esta actitud de las autoridades estadunidenses margina a los trabajadores mexicanos y los coloca en un estado de indefensión ante las necesidades de su mercado laboral: al no tener derechos, no hay posibilidad de reclamar mejores salarios, lo que deriva en bajos precios de la mano de obra mexicana y, por ende, redunda en millonarias ganancias para la economía de Estados Unidos.
Por estas razones, resulta lamentable que el mandatario no salga en defensa de los derechos de los migrantes mexicanos y, por el contrario, opte por hacer declaraciones que no tienen sustento en la realidad. En ese sentido, el Presidente debería imitar a los legisladores nacionales que participaron en la 45 Reunión Interparlamentaria México-Estados Unidos, quienes pidieron a sus homólogos comprensión, cooperación y sobre todo corresponsabilidad a la hora de abordar el problema de la migración.