Número
116 | Jueves 2 de marzo de 2006 Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER Directora general: CARMEN LIRA SAADE Director: Alejandro Brito Lemus |
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El
futuro del condón femenino |
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Por Susie Hoffman, Joan Mantell, Theresa Exner y Zena Stein* Han transcurrido más de 10 años desde que el condón femenino se volvió ampliamente disponible, y hoy sigue siendo el único medio de iniciativa femenina para prevenir las infecciones sexualmente transmisibles, incluyendo el VIH. Con el apoyo del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/sida (ONUSIDA), de patrocinadores públicos y privados, y fabricantes, más de 90 naciones en desarrollo han incorporado este método a través de la distribución pública, las campañas de mercadeo social, o las plazas comerciales. En países que han promovido activamente su utilización, como Sudáfrica, Brasil, Ghana y Zimbabwe, las ventas del condón femenino se han incrementado constantemente, lo que sugiere que los programas eficaces bien pueden generar una demanda. Al mismo tiempo ha habido desengaños. La captación en países desarrollados y en algunos países en desarrollo ha sido más baja de lo que se había anticipado en un principio, con lo que se demostró que la entrada del producto no será tan exitosa como podía esperarse. Algunos estudios señalan que el método no es popular entre ciertas mujeres. De hecho, aún persisten lagunas en el conocimiento de cuán aceptable es el condón femenino para un uso prolongado y si puede ayudar a reducir los índices de infecciones de transmisión sexual. A pesar de éxitos y desengaños, la promoción del condón femenino sigue siendo importante, particularmente ante índices de infección heterosexual del VIH en franco incremento a nivel mundial. Por ello es de lamentar que haya surgido un discurso que margina el uso de este método de protección como una alternativa viable de prevención, debido a su alto costo y a la necesidad que tienen las mujeres de obtener la cooperación de sus compañeros para poder usarlo. La necesidad de protección femenina Con el reconocimiento de las desigualdades basadas en el género como fuerza principal en la evolución de la epidemia, se ha vuelto una exigencia el desarrollo de métodos de prevención sobre los cuales puedan las mujeres tener algún control. A partir de una vigorosa campaña, la Food and Drug Administration de Estados Unidos aprobó el condón femenino en 1993. Una década después, aún no se han reducido las desigualdades de género. Vemos como resultado que la proporción de mujeres seropositivas se ha incrementado continuamente a nivel mundial; las mujeres representan la mitad de las 40 millones de personas que hoy viven con el VIH/sida. La mayoría de estas mujeres están casadas o tienen relaciones estables, y posiblemente contrajeron el virus con su primera pareja masculina. Actualmente, el femenino es la única alternativa al preservativo masculino como medio de protección contra el embarazo y las infecciones de transmisión sexual. Dificultades técnicas Estudios sobre la aceptabilidad de corto plazo del condón femenino revelan las dificultades de algunas usuarias para insertarlo. Las proporciones de usuarias con dificultades para colocarlo van de 33 a 50 por ciento en algunos estudios; sin embargo, con práctica y un mayor uso, muchos de los problemas desaparecen. Otro desafío se relaciona con la negociación de su uso entre las parejas. El condón femenino fue diseñado para brindar a las mujeres un control mayor de su propia protección, sin tener que depender de sus parejas masculinas para utilizarlo. Con todo, muchos estudios confirman que la cooperación de la pareja es necesaria para que las mujeres lo usen exitosamente. Aunque las actitudes de los hombres ante el condón femenino —obtenidas indirectamente a partir de informes de las mujeres o directamente de ellos mismos— son por lo general positivas, algunas mujeres han citado la no aceptación del método por su pareja como un motivo para discontinuarlo. Algunos hombres pueden creer que el condón femenino confiere a las mujeres demasiado control sobre el sexo. Es por eso que comúnmente se dice que este condón es más de “iniciativa femenina” que de “control femenino”, para señalar que su uso no está totalmente en manos de mujeres. La necesidad de negociar con los hombres ha llevado a algunos defensores de salud pública a concluir que el condón femenino no resuelve la desigualdad básica ligada al uso del condón masculino. Aunque el preservativo femenino no puede, por sí solo, alterar el control de las mujeres sobre su sexualidad, como antes lo hicieran la píldora o el acceso seguro al aborto (en los lugares donde es legal), los métodos de iniciativa femenina sí brindan a las mujeres un control mayor que los métodos de iniciativa masculina. Estudios cualitativos muestran que las mujeres contemplan al condón femenino como un medio para incrementar su poder de negociación de un sexo más seguro dentro de la relación. Enfrentar los desafíos La promoción extendida de este método para mujeres se ha enfrentado a múltiples barreras políticas y sociales. En Estados Unidos estas barreras incluyen la ridiculización del condón femenino en la prensa, la publicidad y promoción limitada, precios más altos que los del masculino, asesoría inadecuada por parte de los responsables de atención a la salud y una distribución restringida dentro del sistema de salud pública. Una lección capital es que la introducción del condón femenino no significa simplemente colocarlo en los estantes de una farmacia. Se requiere, más bien, de estrategias bien planeadas para incorporarlo en el conjunto de métodos anticonceptivos de un país, en los sistemas de monitoreo en curso y en estudios de impacto bien diseñados. Además, es primordial que los gobiernos y las organizaciones de apoyo garanticen un suministro sustentable. El precio más elevado del preservativo femenino, comparado con el del masculino, se identificó como una barrera al uso sostenido del método en algunos de los primeros estudios de aceptabilidad, y todavía hoy sigue infestando los programas nacionales, a gran escala, sobre dicho método. A pesar de las percepciones populares de que la aceptabilidad del condón femenino es baja debido sobre todo a factores interpersonales, el costo elevado del método bien puede soportar muchos de los retos ligados a su promoción. Sin un suministro continuo de condones femeninos gratuitos o económicos, que puedan comprarse y distribuirse a través de organizaciones nacionales e internacionales, o que los propios consumidores puedan adquirir directamente, es poco probable que su incorporación aumente. Actualmente se desarrollan y prueban condones femeninos de látex más baratos que el poliuretano. El potencial para reutilizar el condón femenino puede también en parte responder al reto de hacerlo más accesible, al menos en lugares donde su reutilización sea aceptable. El condón puede lavarse con blanqueador, secarse y volverse a utilizar hasta siete veces sin dañar su integridad estructural. Con todo, la Organización Mundial de la Salud recomienda un solo uso, dejando la decisión de un uso múltiple a los gobiernos, proveedores o usuarios. El condón femenino representa una aportación importante al conjunto de métodos anticonceptivos y de prevención de infecciones de transmisión sexual, pero sigue en espera de una evaluación y una promoción adecuadas. Los esfuerzos para resolver los desafíos que plantea su utilización darán la mejor oportunidad de cumplir su potencial de método de barrera de iniciativa femenina y sentar las bases de trabajo para la promoción de métodos similares en la prevención del VIH, como los microbicidas y los diafragmas, una vez que hayan demostrado su eficacia. Mientras tanto, necesitamos de toda herramienta a nuestro alcance, por imperfecta que pueda parecer. * Las autoras son académicas de la Universidad de Columbia, Nueva York. Versión editada de la investigación publicada en International Family Planning Perspectives, número 3, septiembre de 2004. Traducción: Carlos Bonfil. |
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