Por
Jean Beauberot *
De manera un tanto esquemática, se puede decir que al nombrar el término
secularización se describe la pérdida de control de la sociedad
por parte de la Iglesia. Por tanto, la secularización es afín a
la modernidad. Este proceso sucede por la emergencia de la sociedad civil, al
margen de la influencia estrictamente religiosa.
Dos ejemplos de secularización: en la Francia del siglo XVIII, los ricos,
que tenían bienes que podían heredar a sus hijos, dejan poco a
poco de hablar de religión en sus testamentos. No es que dejen de ser
religiosos, sino que adoptan una concepción de religión más
interiorizada. Tampoco se trata de un conflicto que enfrente al poder político
con el religioso, sino que se trata de una evolución de las mentalidades.
Otro ejemplo es, en ese mismo siglo, la baja demográfica en Francia, más
temprana que en otros países, por el uso de anticonceptivos, métodos
de regulación de la sexualidad no aprobados por la Iglesia Católica.
Eso sucede por la evolución cultural. Son decisiones que se dan en el
seno de la sociedad y escapan a las fuerzas políticas y religiosas.
Citemos otro ejemplo contemporáneo. Hoy Italia es un país en donde
hay una fuerte práctica religiosa, no es un país laico en el sentido
en que yo lo entiendo, pero es el país de la Unión Europea en que
la natalidad es más débil, contrariando el mandato de la jerarquía
católica. Por tanto, se puede decir que en Italia hay cierta secularización,
aun cuando la Iglesia Católica está muy presente, pero no de la
misma manera que antes.
Otro ejemplo es el de Dinamarca, un país donde la luterana es una religión
nacional, oficial. Por lo tanto, no es un país laico y, sin embargo, la
práctica religiosa es débil y la Constitución prohíbe
todo tipo de censura religiosa. La libertad sexual en Dinamarca ha sido más
precoz que en los países latinos, por lo que se puede decir que es una
sociedad ampliamente secularizada aún cuando tiene una religión
oficial. Dinamarca no es un país laico, pero sí hay procesos de
laicisación, es decir, la política ha intervenido para restarle
influencia a la religión en lo social e institucional. En este país,
por tanto, predomina la secularización, es decir, la evolución
de las ciudadanas y los ciudadanos, que pueden abrazar una religión, pero
que reducen su presencia en el orden de lo público.
Es el mismo caso de Estados Unidos, un país que nació plural. En
su declaración de independencia se dice que Dios creó al ser humano
con derechos inalienables, o sea que Dios es el autor de los derechos humanos.
A partir de ese principio hay muchas denominaciones religiosas, confesiones distintas,
la mayoría vinculadas al protestantismo. Tal pluralidad permite pensar
en un Dios que escapa a cada iglesia. Ninguna iglesia es dueña de Dios.
Difícilmente una religión se podría imponer a toda la sociedad
o al gobierno en EU.
La construcción del laicismo
En Francia, el catolicismo tenía el monopolio de la religión, su
credo era el único legítimo para el Estado. Ese monopolio había
sido construido de manera violenta, porque habían sido expulsados los
judíos y protestantes. El filósofo ilustrado Juan Jacobo Rousseau,
para romper dicho monopolio, intentó crear una religión civil. Ésta
reconocía la existencia de Dios, hablaba de la remuneración de
los justos y el castigo a los malos, con el propósito de reconciliar la
justicia con la moral, y rechazaba cualquier intolerancia. Con estas medidas,
pretendía que fueran sacralizados los ideales revolucionarios, como el
culto a la diosa razón y a la diosa libertad. Pero la Revolución
Francesa se encontró que en la realidad no era posible construir una sociedad
con una religión civil.
En 1792, Napoleón Bonaparte, basado en los postulados de la Revolución
Francesa, determinó hacer laico el matrimonio, y lo volvió civil,
sin excluir, como una opción no obligatoria, el matrimonio religioso.
Hasta ese momento, la religión era una institución hegemónica:
la medicina debía respetar las prohibiciones religiosas, en la escuela
los cursos eran impartidos por religiosas y religiosos. La religión era
una institución que dominaba todas las instituciones. El laicismo fragmentó ese
monopolio. Por la acción política de separar los ámbitos
del Estado y de la Iglesia, la religión dejó de dominar las instituciones
médica y educativa, las cuales, con el tiempo, cobraron autonomía
civil. Así, la religión pasó a ser una institución
de la sociedad, entre otras muchas.
Posteriormente, Francia reconoció legitimidad, junto con la Iglesia Católica,
a los protestantes y los judíos, no obstante que casi 95 por ciento de
los franceses eran católicos. Por ello, el pluralismo religioso se construyó gracias
a una acción política del Estado.
La liberación de los cuerpos
La laicización permite una separación, primero legal y luego real,
entre las diversas instituciones. La medicina se hace una institución
autónoma y ya no tiene que obedecer y respetar las prohibiciones religiosas.
Un proceso que llevó tiempo: durante el siglo XIX se registran constantes
tensiones entre médicos, incluso médicos católicos, y la
religión.
Antes de la Revolución Francesa, entre las obligaciones del médico
estaba decirle al enfermo que la hora de su muerte se acercaba; no hacerlo se
consideraba una falta y podía castigarse con la cárcel, porque
el enfermo debía recibir la extremaunción, última ceremonia
que le permitía llegar al paraíso. Pero en el siglo XVIII, a medida
que la medicina se vuelve mas segura en sí misma, comienza a orientarse
hacia la cura del enfermo, lo que hace que la costumbre cambie. Ya no se le dice
al enfermo que va a morir, por el contrario, se le dice todo el tiempo que puede
curarse si es que obedece las prescripciones del médico. Por lo tanto,
muchos enfermos mueren sin haber recibido la extremaunción, porque llaman
al cura demasiado tarde. Este es un conflicto importante entre los médicos
y la Iglesia, que muestra hasta qué punto se trataba ya de dos instituciones
independientes.
El laicismo también ha influido en otros temas que tienen que ver con
los cuerpos, por ejemplo, el problema del aborto. Desde 1975, en Francia existe
el derecho al aborto, está en la ley, que también prevé que
los médicos contrarios a la interrupción del embarazo puedan hacer
objeción de conciencia y negarse a practicarla. La legislación
prevé que algunas personas estarían en desacuerdo con la ley y
establece el respeto a sus convicciones, lo cual significa que no se obliga a
nadie a ser favorable con la medida, pueden hablar con toda libertad en contra
del aborto. Lo que no pueden hacer es agredir a los médicos que lo practican
o a las mujeres que deciden interrumpir su embarazo. No se puede rechazar ser
tolerante con la intolerancia, pero, al mismo tiempo, no se puede dejar sin defensa
el estado de libertad. Ahí radica la dificultad, pero quizá también,
la belleza de la democracia.
La mente emancipada
Al inicio de la Revolución Francesa se proclamó la libertad de
conciencia en la Declaración de los Derechos Humanos, la cual señala
que nadie puede ser molestado por sus creencias religiosas, con la condición
de que sus manifestaciones no agraven lo establecido por la ley.
La garantía de este derecho se apoyó en la laicización de
la educación. El primer principio es la fragmentación institucional,
es decir, que la escuela se convierte en una institución autónoma
en relación con la Iglesia y la religión, con el principio de la
necesidad de una capacidad profesional para poder enseñar. Se necesita
un título de capacitación, es decir un diploma, signo de profesionalización
y de institucionalización. Estas características influyen en la
idea de un saber objetivo, que puede ser enseñado sin perjudicar la libertad,
hallazgo que se debe no sólo a la razón filosófica, sino,
sobre todo, a los resultados del descubrimiento de la ciencia. A medida que transcurre
el siglo XIX, la ciencia se convierte en el criterio más importante para
justificar el saber del maestro.
El primer terreno de la educación que se desplaza del ámbito de
la religión es la educación superior. En la Francia napoleónica
hay una institución independiente, autónoma, que escapa del control
religioso, la Universidad Imperial. Pero para la Iglesia es muy difícil
aceptar a la escuela laica, le va a costar mucho tiempo. En Francia, va a ser
aceptada realmente después de la Segunda Guerra Mundial. Antes genera
una fuerte polémica, pues para la Iglesia, la neutralidad es algo imposible
y el laicismo deja entre paréntesis las respuestas de la religión
a las grandes preguntas, lo que consideran una manera de decir que estas respuestas
no tienen importancia y por lo tanto es, para el punto de vista católico
militante, una manera de negar la religión.
En 1925 todavía los obispos católicos van a decir que el deber
de los padres católicos es mandar a sus hijos a una escuela católica
y mandarlos a la escuela laica solo cuando no tienen de otra opción. En
la realidad durante estos años, entre las dos guerras, solo 20 por ciento
de los niños franceses fueron a las escuelas privadas. Eso significa que
la gran mayoría de los católicos mandan a sus hijos a las escuelas
públicas, lo que marca una disociación, hay dos interpretaciones
de la libertad de conciencia. Para los obispos es necesaria una escuela católica
y la neutralidad es hostil, pero para la mayoría de los católicos
no es así, estiman que su libertad de conciencia es respetada.
La laicización de la educación permite difundir no sólo
el principio de libertad de conciencia sino el principio de la libertad de pensamiento,
punto de partida para construir lo que la Revolución Francesa llamó “hombre
nuevo”. Y para que el ser humano se emancipara debía haber libertad
de creencia y de pensamiento. Esa libertad de pensamiento se planteó no
sólo frente a las religiones, sino hacia los ideales de la revolución
misma. Es decir, no había que enseñar a los niños a que
recitaran de memoria la Declaración de los Derechos Humanos, sino permitirles
que pudieran examinarla con mente crítica, para que no la consideraran
como un nuevo evangelio, como un nuevo sistema simbólico que lo comprendía
todo. Y ante esa diversidad de mentes críticas surgió la Razón,
para permitir el acuerdo de las y los ciudadanos más allá de sus
convicciones diferentes. Así, la razón se aprecia como el valor
universal y fundador del vínculo social.
*
Extractos de la conferencia dictada en El Colegio de México,
en mayo de 2000. |
El
impertinente Juárez
El laicismo es obra de acciones políticas con el propósito
de reducir la influencia de las iglesias en la sociedad y las instituciones.
El momento fundador de la laicización tiene su origen en la Revolución
Francesa, en 1789. Casi un siglo después, los liberales mexicanos
emprendieron acciones políticas, mediante las Leyes de Reforma para
separar las instituciones del Estado de la Iglesia Católica. El
predominio de la Iglesia era casi absoluto, lo que provocó que la
jerarquía se resistiera a perder el dominio material o ideológico
sobre instituciones como las de salud, educación o, incluso, el
registro de nacimientos, casamientos y fallecimientos.
Encabezados por el presidente Benito Juárez, los liberales Melchor
Ocampo, Ignacio Ramírez, Miguel Lerdo de Tejada y Guillermo Prieto
elaboraron y consolidaron la Constitución de 1857 y las Leyes de
Reforma, que ordenaban que la Iglesia no tomara parte de los asuntos del
Estado. México entraba con ello a la modernidad laica y suprimía
los privilegios del clero católico. Las bases eran las siguientes:
•
La Ley Juárez (por Benito Juárez), de 1855, suprimía
los privilegios
del clero y del ejército, y declaraba a todos los ciudadanos iguales
ante la ley.
•
La Ley Lerdo (por Miguel Lerdo de Tejada), de 1856, obligaba a las corporaciones
civiles y eclesiásticas a vender las casas y terrenos que no estuvieran
ocupando a quienes los arrendaban, para que esos bienes produjeran mayores
riquezas, en beneficio de más personas.
•
La Ley Iglesias (por José María Iglesias), de 1857, regulaba
el cobro de derechos parroquiales.
La Constitución declaraba la libertad de enseñanza, de imprenta,
de industria, de comercio, de trabajo y de asociación. Volvía
a organizar al país como una república federal. Entre otras
cosas, incluía un capítulo dedicado a las garantías
individuales, y un procedimiento judicial para proteger esos derechos conocido
como amparo. También apoyaba la autonomía de los municipios,
en que se dividen los estados desde un punto de vista político.
En la argumentación de las Leyes de Reforma (1859), el gobierno
constitucional señaló: “para poner un término
definitivo a esa guerra sangrienta y fratricida, que una parte del clero
esta fomentando hace tanto tiempo en la Nación, por sólo
conservar los intereses y prerrogativas que heredó del sistema colonial,
abusando escandalosamente de la influencia que le dan las riquezas que
ha tenido en sus manos y del ejercicio de su sagrado ministerio, y despojar
de una vez a esta clase de elementos que sirven de apoyo a su funesto dominio,
es indispensable:
•
Adoptar, como regla general invariable, la más perfecta independencia
entre los negocios del Estado y los puramente eclesiásticos.
• Suprimir todas las corporaciones de regulares (ordenes religiosas sometidas
a una regla) del sexo masculino; y cerrar los noviciados de los conventos
de monjas.
•
Declarar que han sido y son propiedad de la Nación todos los bienes
que hoy administra el clero”.
La sabiduría popular jugó sus cartas del lado de los liberales.
Finalmente, los liberales y el presidente Juárez impulsaron otras
leyes que dieron al Estado, en detrimento de la Iglesia Católica,
el control de los nacimientos, matrimonios, funerales y otras que separaron
aún más las funciones del espacio civil de las funciones
del espacio religioso. Frente por la Cultura Laica |