Oficialmente muertos
Alguien hizo decir al presidente Vicente Fox que los trabajadores atrapados en la mina de Pasta de Conchos están muertos. Seguramente sus asesores, basados en elementos técnicos y científicos, llegaron a esa conclusión, y el gobierno federal en su nivel más alto lo ha informado así a todos los mexicanos. Los 65 mineros atrapados en la mina de carbón en Coahuila están oficialmente muertos. Pero, con todo respeto, nadie puede certificar la muerte de una persona sin la persona muerta, es decir, sin el cadáver.
Alguna vez perdí todos mis documentos, acta de nacimiento, pasaporte, credencial de elector, curp, trajetas de crédito... y dejé oficialmente de existir. Pero yo estaba aquí, en este mundo, comiendo unos tacos en el Tizoncito, en la colonia Condesa. Extraoficialmente estaba vivo.
La muerte se mueve en un universo aparte. Es injusta, inasible, inevitable, cruel, odiosa, hiriente, retadora, despreciable, cobarde, casi siempre inesperada y al margen de toda razón. Todos sabemos o hemos oído de las dificultades que existen para determinar cuando una persona ha muerto. Por algún motivo corresponde a la ciencia y a la medicina decir la última palabra. En una sala de terapia intensiva, por ejemplo, se pueden mantener las funciones cardiovasculares y respiratorias de manera artificial e indefinida. Hay, sin embargo, un acuerdo casi unánime entre los expertos para identificar la muerte cuando cesa la actividad eléctrica cerebral. Aun así hay problemas éticos, pues no todos aceptan en estos casos que la persona ha muerto. Como quiera que sea, el dictamen científico tiene un peso. También aquí se trata de una oficialización de la muerte... Pero al menos hay un cuerpo.
En la mina se trata de una hipótesis, de una suposición basada en datos indirectos, no en la presencia de cuerpos sin vida. Si somos rigurosos, bajo ningún concepto se puede afirmar que los 65 mineros atrapados desde hace nueve días en Pasta de Conchos estén, en este momento, muertos.
Lo único cierto es que ocurrió una explosión, que provocó derrumbes en la mina. También es cierto que hubo sobrevivientes de uno de los dos lados. Once mineros sufrieron quemaduras de primero y segundo grados, algunos salieron por su propio pie. De la boca de la mina hasta el sitio en el que se produjeron los derrumbes no hubo un solo muerto. Del otro lado, hoy todos están oficialmente muertos.
El anuncio oficial que dictamina la muerte de los mineros atrapados se basa en muestreos sobre la calidad del aire. Elevadas concentraciones de metano y bajos niveles de oxígeno, incompatibles con la vida. Esto es cierto hasta el punto en el que pueden llegar las sondas por las cuales se realizan los análisis químicos. La mina tiene una extensión de kilómetros. Hay ventiladores que han estado funcionando. ¿Sobre qué base se puede inferir que la calidad del aire medida sea la misma en todas las partes de la mina?
Otro elemento para determinar la muerte oficial de los mineros atrapados es que la explosión produjo temperaturas por encima de los 600 grados centígrados. Bueno, al menos no se expresó eso del lado externo pues, como dije, entre la entrada de la mina y los derrumbes no hubo pérdidas humanas. Podríamos pensar entonces en un efecto unilateral de la explosión, que tendrían que explicar los expertos que asesoraron al presidente Fox, pues subió la temperatura a 600 grados sólo de un lado. Además, si así hubiera ocurrido, los deudos sólo recibirán cuerpos calcinados, imposibles de identificar, lo cual podría ser contrastado con los hallazgos que se produjeran cuando se llegue a los sitios de la mina donde se encuentran los mineros atrapados.
Los reportes técnicos y científicos por los que se declara la muerte oficial de los mineros son a todas luces inaceptables, desde el punto de vista técnico y científico. Preocupa que se cambie la estrategia del rescate por otra más conveniente, pausada, en la que no importa la vida humana: al fin ya están todos muertos.
Podemos guardar un minuto de silencio, pues en realidad todos los mexicanos estamos oficialmente muertos.