ASTILLERO
Gobierno charro
Derechismo cómplice
Fox, un día después
Bolsa de Valores Empresariales
EL FOXISMO, NECESITADO de aliados de cualquier tipo para establecer cierta gobernabilidad mínima, se convirtió de origen en cómplice del sindicalismo charro. En contra de las promesas depuradoras que hizo durante la campaña electoral de 2000 -el exterminio de las víboras prietas y las tepocatas- y de la esencia doctrinaria de su propio partido -que postula el valor de la individualidad y no el manejo corporativo-, Vicente Fox acabó siendo, ya como presidente de la República, un lamentable adulador de los cacicazgos sindicales y un garante institucional de la continuidad del esquema de privilegios y fueros para esos lidercillos parásitos.
EL AVENIMIENTO DE la actual administración federal con el sindicalismo charro ha tenido extraños operadores. En primer lugar, monseñor Carlos Abascal, quien nunca sufrió frente a la terrible realidad laboral los ataques de religiosidad justiciera que luego le afectarían al llegar a la Secretaría de Gobernación: los actos de porrismo más deleznables fueron una y otra vez aceptados por el Abad Carlos en ceremonias oficiales (porrismo tradicional de "a la bio, a la bao... Abascal, Abascal, ra, ra, ra" y porrismo golpeador de disidentes), y éste a su vez llenó una y otra vez de impensables elogios a los traficantes de contratos de trabajo. La línea Abascal fue sostenida por el sucesor, a quien el propio obispo de Bucareli propuso para el relevo, Francisco Xavier Salazar Sáenz, ingeniero químico y ex dirigente del sindicalismo universitario conservador, que pasó de subsecretario a secretario del Trabajo y a quien tocó enfrentar el caso de San Juan de Sabinas, Coahuila.
EN LO QUE va del sexenio (es decir, con los secretarios Abascal y Salazar), los líderes sindicales charros han tenido una de sus mejores épocas. Navegando entre los discursos presidenciales de cambio, sonríen ejemplares de colección como Joaquín Gamboa Pascoe (y, antes, la güera Leonardo Rodríguez Alcaine), Víctor Flores, presidente del Congreso del Trabajo, o su opositor actual, Napoleón Gómez Urrutia (Napito, o Napoleón II). Maltratado superficialmente por necesidades propias de una campaña de imagen que finalmente de nada sirvió, el petrolero Carlos Romero Deschamps tampoco tiene quejas de fondo que presentar. Y la profesora Elba Esther Gordillo ha vivido la temporada de pesca más exitosa de su historia, consolidando controles en el gremio sindical y en el ámbito general de la burocracia federal.
Y SI ASI ha sido tratada la parte representante de los trabajadores, a nadie debe extrañar que a los capitales los cuide y beneficie extraordinariamente un gobierno que de entrada se definió como de y para los empresarios. Un gobierno federal que se puso al servicio de Industrial Minera México, según la voz del gobernador de Coahuila, el profesor Humberto Moreira -que para muestra de nepotismo tiene a uno de sus hermanos, Rubén, como subsecretario de Gobierno encargado de asuntos políticos-, y que inexplicadamente jugó con la esperanza de que hubiera sobrevivientes cuando las evidencias científicas disponibles mostraban lo contrario.
ES POSIBLE QUE Moreira pretenda sacar raja política de la desgracia minera, como se ha mencionado extraoficialmente desde ámbitos del gobierno federal, pero más allá de tal especulación está el hecho, comprobado día a día por los televidentes de todo el país, del enredo y la indecisión que caracterizaron el comportamiento del secretario del Trabajo, Salazar Sáenz. Pero el colmo de la desatención y la frivolidad lo ofreció el propio presidente Fox el sábado 25, unas horas después de que todo México se había enterado de la decisión de suspender por tres días la búsqueda de los mineros sepultados (lo que generó inclusive una agresión leve de un coahuilense contra el secretario del Trabajo). Apenas se iban acomodando los familiares de los desaparecidos a la idea de que estos habían muerto -como su propio instinto les decía minutos después del estallido- cuando el jefe del Estado mexicano, en un acto de extrema irresponsabilidad, decía con ese desparpajo voluntarista que le hace ver cambios y avances donde sólo hay estancamiento y abandono: "los trabajos no se han suspendido", e inclusive "se hacen trabajos de barrenado donde se pretende poder abastecerlos de oxígeno, abastecerlos de alimentos".
EN ESE CUADRO de complicidades e irresponsabilidad, a nadie debe extrañar que crezca la percepción de que el manejo de la crisis minera se dio en términos que fuesen favorables para el Grupo México, en particular reteniendo información fúnebre hasta que los acomodos financieros sufriesen menores daños. Ya el vicepresidente de ese consorcio, Juan Rebolledo Gout (políticamente relacionado con José María Córdoba, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo) ha dicho que es un despropósito pensar que la información definitiva sobre la muerte de los mineros se habría embargado para soltarla después que la Bolsa de Valores hubiera cerrado operaciones. Pero los empresarios y sus voceros, los líderes charros que convalidan trabajos de altísimo riesgo, y los funcionarios del cambio (con Vicente Fox a la cabeza) les deben a los mexicanos muchas explicaciones, acaso constitutivas de delitos (una de ellas, ya para cerrar estas parrafadas, la de saber si de verdad fueron puestos en peligro extremo los rescatadores enviados a trabajar en los días de televisión presente, para que así se diera la impresión de que se luchaba "con todo" aunque los niveles de concentración del gas metano habían llegado a 52 por ciento cuando el máximo permisible debía ser solamente uno por ciento).
ASTILLAS: Y MIENTRAS LOPEZ Obrador explica cómo estuvo eso de comisionar a la secretaria de Desarrollo Social del gobierno capitalino para que, en sus "ratos libres", sea enlace de la campaña pejerredista con organizaciones no gubernamentales, ¡hasta mañana, en esta columna que recibe correos de lectores que en diversos puntos del país siguen viendo y oyendo la propaganda presidencial según eso prohibida por la Corte!
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