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UN NORTE QUE VIENE DEL SUR 27 de febrero de 2006
Una nueva ola de inversionistas indios vienen a México no sólo con su dinero, sino también con conocimientos: la clave, según ellos, del desarrollo de una economía moderna.

Ronald Buchanan y Edna Reyes

destinosPertenece a un grupo cuyas ventas anuales de 17 mil 800 millones de dólares son más del doble de las del Grupo Carso, de Carlos Slim, y representan 2.8 por ciento del producto interno bruto de India.

Sin embargo, las oficinas en México de Tata Consulting Services no se encuentran en los reductos preferidos de las trasnacionales –Polanco, Santa Fe y las Lomas–, sino en la clasemediera colonia Nápoles de la capital del país.

Tata tipifica así el bajo perfil de una nueva y cada vez más influyente ola de empresas indias que en los últimos años han levantado las inversiones de su país en México en más de mil 600 millones de dólares.

Ya había un antecedente muy importante. “Mittal
Steel ha de representar algo así como tres cuartos de las inversiones en México de nuestro país”, explicó Yogendra Pratap Singh, ministro de la embajada de India.

Mittal, el grupo siderúrgico más grande del mundo, adquirió del gobierno en 1992 el complejo Sicartsa II en Lázaro Cárdenas, Michoacán. Su inversión, sin embargo, es poco típica de los nuevos llegados. “Hay ya 67 empresas indias en México, muchas con coinversiones, sobre todo en sectores como la farmacéutica y la tecnología de información”, explicó Pratap Singh.

Las ventas en México de las empresas farmacéuticas indias han crecido rápidamente: aumentaron 66 por ciento hasta 56 millones de dólares sólo entre 2001 y 2003. Tampoco las inversiones se han hecho esperar.

Las recién llegadas incluyen a Ranbaxy Laboratories, con una coinversión que busca aprovechar la creciente demanda mexicana de las fármacos genéricos. Wockhardt, especialista en insulina y otros medicamentos para diabéticos, ha formado una coinversión con Representaciones e Investigaciones Médicas para comercializar sus productos.

Himalaya Drug Company, de Bangalore, tiene otra coinversión para producir fármacos.

Como muchas empresas de India, lo que Himalaya busca es comercializar sobre todo sus conocimientos. “La nuestra no es una inversión muy grande”, explicó el director general Ravi Prassad. “Simplemente buscamos la transferencia de tecnología a nuestros socios mexicanos.”

Esa filosofía comparten los inversionistas indios en la tecnología de información. La meta de la recién inau-
gurada escuela de Aptech Computer Education, en el Distrito Federal, es, en voz del director general de la empresa, Pramod Khera, satisfacer la demanda de las empresas mexicanas con personal altamente calificado. “Estamos abriendo una nueva era para estudiantes en México”, dijo.

Sasken Communication Technologies, que se especializa en la subcontratación (outsourcing) de servicios de telecomunicaciones, desde el año pasado ha establecido un centro de operaciones en Monterrey con espacio para 100 ingenieros y técnicos.

Para Sasken, el plan incluye el desarrollo de proyectos con empresas y universidades locales “para plantar las semillas de una estrategia mexicana para el desarrollo de programas de cómputo (software)”.

Una misión parecida tiene Ankur Prakash, director de operaciones de Tata Consulting Services para México y Centroamérica.

En sus oficinas, en la colonia Nápoles, Prakash explica que la empresa tiene tres años en el país, durante los cuales ha invertido 3 millones de dólares, “pero en 2006 vamos a duplicar la cifra”, aseguró.

Tata vino con la intención de asociarse con una consultoría local de software. Finalmente no se llegó a un acuerdo, pero para Prakash la esperanza no muere: “Tata siempre está dispuesta a asociarse, con tal de que se pueda llegar a un buen
arreglo”.

No hay razón para que México no pueda seguir el modelo indio de desarrollo de software, insiste. “Realmente, talento hay mucho. Lo que falta es la educación en tecnología.”

En México ha encontrado que la mano de obra es más cara que en su país; y menos eficiente. “Pero una vez capacitados los mexicanos, el trabajo que podrían lograr en 100 días, lo desempeñan en 80. Así de rentable es la capacitación.”

Conseguir visas para los ejecutivos indios ha sido un proceso difícil y tardado, dice Prakash. “Pero lo demás está bien. Los mexicanos son muy abiertos, las leyes permiten lo que necesitamos. Problemas no hay más” §


 
EL SEÑOR DEL ACERO

Su fortuna personal, calculada en 25 mil millones de dólares, coloca a Lakshmi Mittal en el lugar número tres de los hombres más ricos del mundo de la revista Forbes, apenas por encima del mexicano Carlos Slim (23.8 mil millones).

Algo de Slim hay en Mittal, quien hace unas semanas hizo una oferta pública para comprar en 22 mil 700 millones de dólares Arcelor, la firma europea del acero, que lo consolidaría como el principal productor de este material en el mundo. Ha construido su fortuna en la compra, muchas veces a precio de ganga, de compañías estatales que otros empresarios ven como causas perdidas, para luego convertirlas en generadoras de miles de millones de dólares en ganancias.

Sin embargo, a diferencia del magnate mexicano, cuyo imperio de negocios es diversificado, Mittal se ha concentrado en una sola cosa: el acero. Su empresa, Mittal Steel, es el productor número uno de acero en el mundo. Mediante su complejo en Lázaro Cárdenas, Michoacán, antes Sicartsa II, ha contribuido con más de tres cuartos de los mil 600 millones de dólares que los empresarios indios han invertido en México.

La compra de Sicartsa II en 1992 fue una jugada clásica de Mittal, cuya empresa entonces se conocía como Ispat International. El gobierno había invertido 2 mil 200 millones de dólares en el complejo pero, en medio de una recesión en la industria mundial del acero y la crisis financiera de México, estaba trabajando a 20 por ciento de su capacidad y plagada de problemas técnicos.

Mittal, viendo un complejo flamante y una fuerza laboral con un promedio de edad de apenas 27 años, pagó 220 millones de dólares –la décima parte de lo que había invertido el gobierno– con la promesa de invertir 350 millones más.

Casi de inmediato recuperó 135 millones con la venta a una empresa sudcoreana de una planta de placas que el gobierno había comprado para el complejo, pero ni siquiera se había desempacado. Años después, con los problemas técnicos resueltos y con base en muy altos índices de productividad, Lázaro Cárdenas estaba inundando el mercado estadunidense con losa de acero que vendía en menos de lo que las empresas de allí gastaban en producir.

Mittal personifica la globalización. Los directores de todas sus empresas en cuatro continentes se reúnen cada día en videoconferencia para intercambiar experiencias y diseñar su estrategia. Ciudadano de India, apenas está a punto de hacer su primera inversión allí.

El domicilio fiscal de Mittal Steel está en Holanda, pero su centro de operaciones se encuentra en Londres, donde el año pasado, con casi 4 millones de dólares, Mittal se hizo el primer contribuyente del Partido Laborista de Tony Blair. Vive en una mansión que le costó 138 millones de dólares, por lo cual se conoce como la casa más cara del mundo.

Pero no ha olvidado la tierra que lo vio nacer: las columnas de la mansión están hechas del mismo tipo de mármol con que se construyó el Taj Mahal § 

RB y ER

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