Usted está aquí: domingo 26 de febrero de 2006 Opinión El aeropuerto del DF, un gran mall

Editorial

El aeropuerto del DF, un gran mall

Ayer sábado, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) tuvo que suspender actividades debido a un corte de energía que provocó que uno de los radares de la torre de control quedara fuera de servicio, lo que obligó a la cancelación de 45 vuelos, tanto nacionales como internacionales. Llama la atención que uno de los aeropuertos más importantes del mundo, tanto por el número de pasajeros que recibe y la cantidad de movimientos que se realizan en él, como por el volumen de carga que soporta, no tenga un sistema de urgencia que evite que se produzcan esas fallas. Ante lo ocurrido cabe preguntarse si esta terminal está en buenas manos. En tal sentido, resalta un hecho que, sin duda, afecta el correcto funcionamiento del lugar: el aeropuerto capitalino se ha convertido en un gran mall, descuidando aspectos vitales como la debida atención al público.

Para cualquiera que acude al AICM, el paso por esa terminal es poco menos que un calvario. Las salas de espera son insuficientes o están mal acondicionadas para atender a los miles de viajeros que transitan por las distintas áreas, por lo que muchos deben sentarse en el suelo para esperar a que salga su vuelo; las señalizaciones que deberían orientar a los pasajeros son confusas, lo que provoca que las personas terminen muchas veces perdidas, y las escaleras eléctricas que deberían facilitar el paso hacia las distintas zonas registran fallas continuas que provocan innumerables molestias a la gente, por mencionar sólo algunos aspectos. Eso sí, en su camino por la terminal la gente se topa con decenas de locales comerciales, sobre todo de empresas extranjeras, que ocupan prácticamente todas las áreas del AICM. Así, por ejemplo, los pasajeros que salen del área internacional tienen que caminar cerca de un kilómetro para llegar a la zona de taxis, pasando en el trayecto por innumerables tiendas de souvenirs y de ropa, locales de comida rápida, entre otros giros.

La totalidad de los comercios que se encuentran en la terminal son subarrendados por la empresa Inmobiliaria Fumisa, antes Grupo Herp, negocio que genera recursos millonarios. Esta concesión está vigente desde 1991. No es clara la forma como dicha compañía maneja las concesiones otorgadas por el gobierno federal, pues las autoridades no exigen ningún tipo de información, lo que hace suponer que existen un manoseo irracional de esos recursos, que a toda vista no benefician al AICM y únicamente sirven para mantener a punto las áreas comerciales.

Para colmo, desde el año 2003, el AICM ha sido objeto de innumerables obras de mantenimiento y ampliación que supuestamente terminaron en agosto pasado, con la presencia del presidente Vicente Fox. Sin embargo, aún existen obras por terminar. Eso sí, se nota una gran improvisación, de tal suerte que en ocasiones se realizan labores para remozar obras recién concluidas. Un aspecto particularmente oscuro es el financiamiento de esas construcciones. Y es que algunos de esos trabajos tuvieron que ser financiados con los recursos provenientes de la tarifa de uso de aeropuerto, que son destinados para cubrir aspectos vitales de la terminal como la seguridad, pues en un principio iba a participar la iniciativa privada. Sin embargo, sin ninguna explicación de por medio, los empresarios interesados en participar se echaron para atrás, dejando a las autoridades colgadas. Ante el problema de quedarse sin dinero para gastos básicos, los responsables del AICM están buscando cobrar una cuota de recuperación de ocho pesos por pasajero, pero la Secretaría de Hacienda y Crédito Público no ha dado su aval para que entre en efecto.

En suma, el manejo del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México es, a todas luces, irresponsable, tanto en el aspecto funcional y comercial, como en el mantenimiento del mismo. Resulta lamentable, así, que las autoridades responsables de la terminal le den prioridad al aspecto comercial, por encima de la gente y del pleno y correcto funcionamiento de la terminal aérea.

 
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