Narrativa tseltal
Veremos quién irá primero enredado en
sus pies
Armando Sánchez Gómez
--Si yo tuviera güevos --dijo mi abuela con ironía, cuando hijos, nietos y tíos discutían por la tierra y los árboles que hace años no se daban porque se pedía permiso, se comunicaban para trabajar la tierra, cuando rozaban vigorosos pinos, robles y encinos para preparar el nuevo suelo de la siembra.
--Ahora que ya no tienen abuelos ni padres, solitos vagan en sus trabajos, en sus destinos; acabó el respeto, el mando, la palabra del abuelo de nuestro clan. Si vivieran sus abuelos padres, aunque estuvieran lamiendo sus mocos, los tendrían que respetar y no discutirían, ni pelearían por sus tierras, ahora están solos como los pájaros que vuelan de copa en copa en la floresta.
Mi abuela solía asolearse a las diez de la mañana en su patio, para aliviar los reumas de sus rodillas cuando el padre sol deja correr atrás las sombras de los dos collados redondos. Siempre la miré con un paño de imagen zapatista, amarrado a la cabeza por la migraña. Quien sabe quién se lo regaló, uno de mis tíos tal vez. Con sus 95 años de edad vestía siempre de jalbilpak' bordado y tejido de colores, desde muy joven lo portaba así, ahora meses le lleva para tejer y bordar su jalbilpak'.
Me decía cada vez que iba a visitarla:
--¿Eres tú, hijo mío? Perdona que no te reconozca, no te alcanzo a ver. ¿Viniste por el problema de la tierra? Pobres tus tíos y tus hermanos que están discutiendo con palabrerías ¡Cómo van a decir eso! Veremos quién irá primero enredado en sus pies, como la raíz torcida y trenzada del ocote, miremos quién irá primero embrollado en sus pies, como la raíz torcida y trenzada del ocote. ¿Qué significado tienen estas palabras? Que se van a encarcelar entre ustedes o van a ser ofrecidos con los Ajawetik para sus muertes. Si yo tuviera güevos los pondría en orden, dicen que saben... ¡saben ignorancia! No saben respetarse, no saben amarse, sólo saben ofrecerse muerte.
Sentada en su ts'amte', encogidas sus rodillas, expresó su bella humilde palabra; yo miraba sus lágrimas en su rostro arrugado por lo que estaba pasando en la vida de sus hijos y sus nietos. Me dictó su último consejo:
--Tú estás bien, tú no has cortado ni un árbol, tú no dices dónde sembrar, no mencionan tu nombre, óyelo, que te sirva de guía para tu vida.
Después de esta exhortación mi abuela cogió un paño, limpió su llanto y continuó diciendo:
--Desde la madre tierra
emerge
la envidia del corazón
la discusión por la tierra
la muerte por ella.
Morada de vida
mansión de sabiduría
hogar de corazón envidioso
suelo de muerte.
Mi abuela quedó viuda por el pedazo de tierra que poseía con mi abuelo, le llegaba hasta lo más hondo de su corazón la palabra ofensiva que vivieron en sus sesenta años de edad, que solían decir entre hermanos de su marido, entre tíos abuelos: Veremos quién irá primero enredado en sus pies, como la raíz torcida y trenzada del ocote, miremos quién irá primero embrollado en sus pies, como la raíz torcida y trenzada del ocote.
¡Tan dulce era su palabra, mientras el viento mecía
las flores del lomerío y ahí aleteaban los mirlos y los colibríes!
Llegó hasta medio día la conversación con ella y luego
me ofreció una taza de pozol recién molido para beberla con
un platillo de verdura de mostaza y una pizca de sal con chile... Nunca
peleé con mis hermanos.
Armando Sánchez Gómez. escritor, poeta, pedagogo y promotor cultural. es originario de Chaonil (Oxchuc, Chiapas). Representa, junto con Marceal Méndez Pérez y Josías López Kana, a la narrativa tseltal, una de las más vigorosas de la literatura contemporánea en lenguas indígenas. Este relato proviene de Palabra de Ajawes (Sk'op Ajawetik). Ediciones El Animal, San Cristóbal de Las Casas, 2005.
jalbilpak': el atuendo tradicional de las mujeres tejido por ellas mismasAjawetik: dueño del mundo, tierra
ts'amte': banco de trozo, tallado por ellos mismos