¿Qué paso con Rancho Seco?
Los toros de Rancho Seco decepcionaron a los cabales en la Plaza México. Contagiados del resto de las ganaderías que se presentaron en la temporada que termina, resultaron, incluido el infaltable "regalito", uno tras otro, gordos, débiles, sin transmisión y rodando por el ruedo. Algunos de bella lámina, generaban aún más frustración. No expresaban la casta que les dio fama, ni se ajustaban del metro a la medida, libres como pájaros.
Imposible, con estos toros, recrear los viejos versos de Martínez Remis sobre el antiguo y hoy tan desprestigiado arte de torear:
En el pase natural parece
que los cuernos son más cuernos
se siente la calentura
de los pulsos del silencio
¡En el pase natural se palpa
la soledad del toreo!
Ese pase natural que no apareció ayer, y sólo aparece de milagro y casi nunca ligado, y mucho menos con esos toros que no se podían mantener en las cuatro patas, sin caer como fulminados, apenas le bajaban la muleta los toreros, que, hicieron lo que pudieron.
Uno de ellos, Christian Ortega fue alcanzado por el tercero de la tarde y terminó en la enfermería conmocionado y con fractura de clavícula.
Los toros de Rancho Seco, de indudable preciosa lámina, recordaban un jirón de los toros antiguos cuando salían por la puerta de toriles y palpitaban con desconocidos ritmos de pasión.
Toros de cuadros siniestros y sombríos que al encuentro con las cuadrillas mostraban que se habían adelantado a los carnavales, disfrazados de fieras, porque sólamente eran unos toritos engordados, sin gracia, ni casta, ni emoción.
Sin toros, como una vez más quedó tan tristemente de manifiesto la tarde de ayer, la fiesta brava deja de serlo y se vuelve una mala caricatura de lo que algún día fue
¡Que decepción!