MERCOSUR SE DIVIDE |
20 de febrero de 2006 |
Uruguay,
uno de los miembros pequeños del bloque ha lanzado el
anzuelo de negociar un acuerdo comercial con Estados Unidos, bajo el
argumento de que no ha recibido el mismo caudal de beneficios que los
gigantes Brasil y Argentina Paulo
Braga, Buenos Aires
No bien se disipó la euforia de la Cumbre de Mar del Plata cuando, a principios de noviembre, el Mercado Común del Sur (Mercosur) logró dar una demostración de unidad, al rechazar presiones por el reinicio de las negociaciones del Area de Libre Comercio de las Américas. Pasados dos meses, el bloque comercial volvió dar señales de crisis interna. El proyecto de unión aduanera, que en diciembre dio el visto bueno para el inicio del proceso de adhesión de Venezuela al seno del Mercosur, ha sido motivo desde principios de este año de disputas entre sus cuatro miembros plenos (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay). El síntoma más claro salió a relucir a comienzos de enero e, irónicamente, en dirección contraria a lo acordado en el balneario argentino. El ministro de Economía uruguayo, Danilo Astori, afirmó que su país pretende iniciar pronto y concluir aun este mismo año negociaciones de un tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos (EU). Dicha pretensión choca frontalmente con la esencia del Mercosur, cuyos estatutos afirman que los países que optaron por integrarlo como miembros plenos tienen que negociar acuerdos comerciales en bloque. Tras las declaraciones de Astori, autoridades de su país salieron a desmentirlas, mientras otras las reiteraron, en un panorama confuso. Uno de los más importantes ministros del gabinete del presidente Tabaré Vázquez, el titular de Ganadería y ex guerrillero tupamaro, José Pepe Mujica, sintetizó el sentimiento de frustración en su país al afirmar que “el Mercosur no sirve para un carajo”. Pero agregó que no tiene ilusiones en cuanto a las posibilidades de que Uruguay obtenga concesiones relevantes en una negociación con EU. El descontento repercutió en Asunción, y empresarios paraguayos se sumaron a los reclamos, reivindicando que su país también mire hacia el norte, ya que se sienten frustrados por considerar que el Mercosur sólo atiende a los intereses de los socios mayores, Brasil y Argentina. Las quejas de los países pequeños son en parte reflejo de la necesidad de responder a la sensación entre la opinión pública, de empresarios y de sus gobiernos de que el bloque no ha contribuido lo suficiente para mejorar las posibilidades de inserción mundial de sus economías y mejorar el estándar de vida de la población. El ejemplo de Chile, que decidió no atarse al Mercosur y emprendió una agresiva estrategia de apertura de mercado a sus exportaciones por medio de la firma de tratados de libre comercio, se señala cada vez que las cosas parecen no funcionar bien en el bloque liderado por Brasil. Aunque las posibilidades de que Uruguay y Paraguay puedan desgarrarse del Mercosur sean remotas, la amenaza de que lo hagan podría funcionar como moneda de cambio para la obtención de concesiones. El ex canciller uruguayo, Sergio Abreu, califica la situación de “desencanto”, sosteniendo que el Mercosur fracasó “de manera estrepitosa” en tres frentes: incrementar el comercio (hoy el nivel de intercambio de Uruguay con los socios del bloque es similar al comenzar los años 90), ampliar la inversión (la diferencia de escala y políticas de incentivos fiscales, particularmente en Brasil, hicieron que los países grandes fueran beneficiados por entradas de capital externo) y en la ausencia de políticas macroeconómicas coordinadas (Uruguay fue perjudicado por las devaluaciones de Brasil, en 1999, y de Argentina, en 2002, y sufrió el contagio de la fuerte crisis económica de su vecino del río de la Plata). La asunción del izquierdista Vázquez en Uruguay hizo surgir la expectativa de que las afinidades ideológicas con Luis Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner pudieran facilitar las concesiones a ese país, pero hasta ahora el resultado ha sido decepcionante. Fue mal recibido en Uruguay, por ejemplo, que los presidentes de Brasil y Argentina se hayan reunido a mediados de enero con el venezolano Hugo Chávez para discutir la construcción de un gasoducto que pretende conectar Venezuela y Argentina, pasando por Uruguay, sin que el gobierno haya sido invitado. Pero lo más grave y más reciente es la oposición de Buenos Aires a la construcción, en suelo uruguayo, de dos fábricas papeleras que, según los argentinos, pueden contaminar el río Uruguay, en la frontera entre las dos naciones. Las papeleras son la inversión extranjera más importante en Uruguay, unos mil 700 millones de dólares. Con el apoyo de las autoridades nacionales, el gobierno de la provincia de Entre Ríos, en la frontera con Uruguay, se ha unido a asociaciones de vecinos y promovido bloqueos en los puentes entre los dos países. Los piquetes han impedido el tránsito de carga y de turistas en pleno verano, y hasta fines de enero las autoridades argentinas sostenían la postura de no intervenir para liberar las carreteras. Uruguay, en tanto, alegaba que los bloqueos violan el principio de libre circulación de bienes y personas en el territorio del Mercosur. Ante la escalada del conflicto, Buenos Aires ha manifestado la intención de llevar el caso a la Corte Internacional de La Haya, ya que rechaza un informe elaborado a pedido del Banco Mundial que concluyó que las plantas no dañarán el ambiente. Paralelamente, Brasil y Argentina han intentado mostrar sensibilidad a los reclamos uruguayos y han hecho una especie de mea culpa. Ante la posibilidad de que Montevideo inicie negociaciones de un TLC con Washington, el canciller brasileño, Celso Amorin, dijo que “si Uruguay no ve que el Mercosur le haya traído beneficios suficientes”, como indican las quejas, “es porque tal vez no hemos hecho bastante”. “Tenemos que ver qué más necesitamos hacer, como ya hablamos con Paraguay, para que los socios menores tomen pleno partido de esa integración”, añadió en visita a Brasilia el canciller argentino, Jorge Taiana, ocasión en la cual los dos países intentaban sortear sus dificultades en el área comercial. El mensaje de los cancilleres fue, además, de advertencia, porque resaltaron que la negociación con EU implicaría una renuncia a la membresía al Mercosur. Abreu, senador por el Partido Nacional y ex candidato a la vicepresidencia, considera que la pertenencia al Mercosur no es una cuestión de opción, “ya que no existe una máquina que nos recorte y nos haga flotar en el océano Atlántico”. La alternativa, entonces, sería que el resto del bloque concediera una salida para permitir que Uruguay entable negociaciones autónomas con otros países, en una concesión que podría compensar las asimetrías de desarrollo en comparación con los socios mayores. Pero es evidente que ésa no sería una concesión sencilla para el bloque, más allá de los embates que generaría en la coalición uruguaya. Y sería más difícil hacer dicha concesión cuando Caracas comienza su proceso de adhesión al bloque, una negociación iniciada en diciembre en Montevideo, proceso que debe tardar todavía algunos años, pero por lo menos aparentemente conduciría al bloque a un mayor enfrentamiento con Washington, al contrario de lo que pretende Uruguay. Cómo conciliar todos esos intereses debe ser la clave de la continuidad y relevancia del Mercosur § |