Usted está aquí: domingo 19 de febrero de 2006 Espectáculos En el Auditorio Nacional, Serrat, ahora sinfónico, volvió a enamorar al público

Hubo que desnudar las canciones, destilar su esencia y vestirlas con traje nuevo, dijo

En el Auditorio Nacional, Serrat, ahora sinfónico, volvió a enamorar al público

MARIANA NORANDI

Este fin de semana el cantante catalán Joan Manuel Serrat presentó en el Auditorio Nacional su más reciente producción: Serrat sinfónico. Este disco, grabado con la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña, incluye 16 canciones que abarcan de 1966 a 2002.

Según palabras del mismo compositor, "este trabajo no es una simple adaptación para orquesta sinfónica de canciones ya existentes. Se han tenido que desnudar, una a una, destilar su esencia, volverlas a vestir con traje nuevo... y se han reunido para ofrecer una sugerente panorámica del tiempo transcurrido y de los caminos andados". En este disco aparecen temas clásicos, como Mediterráneo, y otros más recientes, como La Bella y el Metro.

El auditorio estaba repleto. El Paseo de la Reforma, caótico. El tiempo no desgasta la admiración que el público profesa por este cantautor y son varias las generaciones que le agradecen que les haya cantado, en tiempos difíciles, versos de amor, libertad y utopía. Ese compromiso quedó forjado para siempre. De hecho, la mayoría del público que acudió la noche del viernes sobrepasa 40, 50 y 60 abriles. La mayoría guarda empolvadas las camisas a cuadros y ya no queda ni rastro de las melenas; esa imagen es parte de viejas fotografías. Hoy acuden a ver a Serrat con traje y corbata, faldas elegantes y zapatillas, pero el mensaje del melancólico catalán continúa liberándolos.

La Paloma, primera canción

A las 20:40 horas, en un escenario "vestido" de smoking, la Orquesta Sinfónica Nacional apareció en el escenario. Cada uno de los elementos ocupó su lugar. En esta ocasión, el catalán Joan Albert Amargón, quien dirige la sinfónica de Barcelona, estuvo al frente de la orquesta. Al piano, el legendario acompañante de Serrat, el maestro Ricardo Miralles. De manera muy discreta, sin las rimbombancias de trombones, platillos y contrabajos, interpretaron las primeras notas de La Paloma, poema del "último" de la generación del 27, Rafael Alberti.

Casi no habían cambiado la hoja de la partitura cuando el cantautor apareció en el escenario, con traje negro, en medio de un emotivo aplauso. Desde un principio demostró que sigue cantando como en sus mejores tiempos. No olvidemos que esta gira, la cual lo ha llevado por toda España y gran parte del continente americano, había sido suspendida a raíz de una intervención quirúrgica (oncológica) a la que El Nano fue sometido a finales de 2004.

Siguió con Mi niñez, Cançó de matinada, Herido de amor (poema de Federico García Lorca que musicalizó para el disco Lorquianas de Ana Belén), La Bella y el Metro y Princesa hasta llegar a una de las más esperadas y ovacionadas: Penélope.

En todo momento la orquesta sinfónica acompañó las canciones respetando totalmente la esencia de cada una. Muchos críticos, en países como Chile o Argentina, han descalificado este experimento musical del catalán tachándolo de que las canciones pierden melancolía o que parecen bandas sonoras cinematográficas. Sin embargo, las canciones de Serrat traspasan estilos o géneros musicales: pueden ser cantadas con "guitarra de palo" -como dirían los rupestres-, con acordes de rock -como en alguna ocasión hizo Estopa, Loquillo o Juan Perro-, pueden ser piezas flamencas -como demostró Ketama o Lole y Manuel- o pueden "cubanizarse" en voz de Omara Portuondo o Ibrahim Ferrer.

Durante todo el concierto el cantautor se mostró muy comunicativo con el público y bromeó de manera elocuente. "Cantar con esta orquesta es magnífico, pero tiene sus inconvenientes. Ahora mis amigos ya no me invitan a comer con los músicos".

El concierto acabó con No hago otra cosa que pensar en ti, con el piano a cuatro manos de Ricardo Miralles y Joan Albert Amargós. Cuando más de la mitad del público se había retirado, continuaron los incondicionales que solicitaban la presencia de Serrat de nuevo en el escenario, así que volvió con Lucía, acompañado al piano por Miralles. El compositor se despidió demostrando que entre su Mediterráneo y nuestro Atlántico no hay distancia gracias a sus canciones.

 
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