El muro fronterizo, "retórica" pura en EU
Descarta el experto Papademetriou reforma migratoria integral este año
Ampliar la imagen Legisladores mexicanos (al fondo) atestiguan la reconstrucción del muro en Tijuana, BC Foto: Ap
Washington, 17 de febrero. La perspectiva es tan pesimista para los promotores de una reforma migratoria integral que no tienen otra opción que derrotar cualquier iniciativa legislativa que pudiera surgir este año, considera Demetrios Papademetriou, director del Migration Policy Institute (MPI).
Analista destacado a escala internacional en la materia, Papademetriou declara en entrevista con La Jornada que la dinámica política en Washington sobre el tema ha anulado este año la probabilidad de una reforma amplia y a fondo, que podría ser una solución real a la crisis actual.
Peor aún, lo que podría surgir del debate sería una legislación que se enfoca casi exclusivamente en medidas de seguridad y un limitado programa de trabajador huésped, diseñado sólo para satisfacer demandas políticas, pero que no representa ninguna solución real.
A la vez, señaló, algunas de las propuestas más controvertidas, en particular la del muro, nunca llegarán a ser realidad; son parte de la guerra retórica para fines político-electorales de ambos lados de la frontera.
"Será un periodo difícil para los dos países en el tema migratorio, ya que ambos entran a ciclos electorales. Las cosas podrían entrar en una espiral fuera de control. En México hay una mitad de la demagogia que existe en Estados Unidos al respecto, y durante los próximos seis meses podrían enfrentar cada vez más tensiones. Los incidentes en la frontera y la violencia no ayudarán", dice.
Papademetriou estima que esta coyuntura es resultado de la combinación de una falta de liderazgo político de la Casa Blanca; la demora de promotores de una "reforma comprensiva" (integral) en el Senado y sus aliados para mantener la ofensiva en el debate, y la capacidad de un grupo de opositores a un cambio real para manipular la creciente ira de sectores sociales en todas partes del país, que ven el asunto como otro ejemplo de cómo Washington ignora los problemas sociales.
De hecho, un grupo de legisladores ha logrado descarrilar los esfuerzos para una reforma incluyente y nutrir el sentimiento antimigrante, que a nivel de bases está creciendo y se está descontrolando. "No se trata de un asunto fronterizo o limitado a eso. Uno puede escuchar las frustraciones por todo el país respecto a Washington y la inmigración ilegal", dice.
"No se trata de políticos creando todo esto, se trata de mucha gente por toda la nación descontenta con el tema, mientras que la Casa Blanca no hace nada, y por lo tanto no tiene con qué defenderse, ya que nadie aquí ha tenido la voluntad de presentar medidas que pudieran convencer al estadunidense común que el tema se está tomando en serio."
Los ciudadanos no son tan tontos, agrega. "Cuando ven todo esto sobre muros, el estadunidense común sabe que no ocurrirá, como tampoco los miles de millones en gastos y miles de agentes fronterizos más que proponen los políticos; apenas podemos pagar lo que estamos haciendo ahora, con Katrina y todo lo demás. Saben que otro atentado terrorista podría cerrar la frontera, pero que eso no resolverá la inmigración ilegal ni el caso de los 11 millones de indocumentados que ya están aquí", señala.
La ciudadanía desea, añade, "una serie de ideas centristas" en las que se impongan ciertos requisitos para lograr la residencia legal. No se opone, pero sí desea ver compromisos reales y que se compruebe que los migrantes no van a implicar más costos a sistemas de bienestar social a escalas local y estatal. También desea una fórmula real para restablecer el control de la frontera. "La gente no quiere reducir la migración ilegal, sino ser informada de que casi desaparecerá".
Los políticos no tienen respuesta a esto. Agrega que "la gente no sólo está harta de la inmigración indocumentada, sino del desorden en los mercados laborales en Estados Unidos, con los graves problemas del sistema de salud, con un gobierno que parece no estar interesado en problemas sociales", y subraya que esta ira popular no se reduce al asunto migratorio, forma parte de un amplio desencanto social con los políticos en Washington.
Es en este contexto que, a pesar de varias propuestas legislativas que proponen una reforma integral y que cuentan con el apoyo de algunas de las organizaciones nacionales más poderosas del país -como la Cámara de Comercio, las centrales sindicales, la Iglesia católica y los latinos-, las fuerzas antimigrante están ganando la jugada. "Finalmente, los que están definiendo el debate son ciudadanos furiosos en las calles y un grupo de legisladores republicanos en la Cámara, muy seguros... con sus relecciones garantizadas por representar distritos donde no tienen competencia. Estos son los Tom Tancredo, los Lamar Smith, que están nutriendo el debate y captando a la vez la enorme insatisfacción por parte del estadunidense común", comenta.
Aunque diversas organizaciones nacionales, junto con el gobierno de México, continúan expresando optimismo (e invirtiendo fondos en cabildeo) en la posibilidad de una reforma integral, son las propuestas antinmigrante las que han prosperado y ahora determinan el debate. Por tanto, ahora en lugar de promover sus propuestas, están considerando sólo tácticas defensivas.
"Todos en la comunidad pro-inmigrante básicamente piensan en cómo organizarse para bloquear cualquier situación negativa que pueda suceder este año (en la legislatura)", expresa Papademetriou.
Estas fuerzas, dice, ahora suponen que cualquier proyecto de ley que surja de negociaciones entre ambas cámaras acabará más inclinado hacia la propuesta del representante James Sensenbrenner aprobada por la Cámara, que incluye medidas como la criminalización de todo inmigrante indocumentado y de cualquier ciudadano u organización que les preste asistencia de cualquier tipo, y el famoso muro de mil kilómetros en la frontera, entre otras medidas de seguridad pública.
La evolución del debate legislativo
¿Pero cómo se llegó a esto, cuando el año pasado había cierto optimismo de que podría lograrse una reforma real?, se le pregunta.
"Empecemos con la última mitad del año pasado. Después de un largo periodo de promesas, por fin vimos un proyecto de ley bastante amplio en la forma de la propuesta de los senadores Edward Kennedy y John McCain, y algunas más. Eso básicamente puso sobre la mesa la arquitectura de la reforma... con las cuatro o cinco cosas que se necesitaban para hacerlo bien", indica Papademetriou.
Esto captó toda la atención nacional: unos 200 medios de todo el país se pronunciaron en favor, y había "un coro" dando la bienvenida a la iniciativa. "Sin embargo, nadie se molestó en llevarlo al siguiente nivel en el debate", para definir qué tipo de programa de trabajador temporal, qué tipo de normas y protecciones para los trabajadores tanto inmigrantes como estadunidenses, y los detalles clave para poder aplicarlo.
"Sobre todo, McCain y su gente deseaban algo que no afectara los intereses de los empresarios. Kennedy deseaba algo que ofrecería máximas oportunidades para legalizar a los que ya estaban aquí. El resultado fue pocos requisitos impuestos a los patrones, y una oportunidad bastante generosa y abierta para que los inmigrantes pudieran 'ganarse' aquí la legalidad. Por supuesto, la falla más grave es que no pensaron mucho en un acuerdo negociado legítimo sobre los aspectos de seguridad pública", resume.
En julio, otros dos senadores, John Cornyn y Jon Kyl, ofrecieron su propio proyecto de ley, el cual se enfocaba más en el aspecto de las medidas de seguridad, proponiendo miles de millones de dólares y miles de agentes más a esfuerzos de control de frontera, seguridad interna contra migración indocumentada y medidas que hacían casi imposible que esos migrantes lograran legalizar su situación.
Por su parte, la Casa Blanca, "que durante esa primavera y verano nos había dicho que estaba por tomar las riendas en el asunto y que presentaría su propuesta, continuó demorando su intervención hasta octubre, y para entonces el debate ya había estallado, y más republicanos habían presentado iniciativas sólo con medidas de seguridad", en una competencia para ver quién era más duro. La Casa Blanca sólo repetía las mismas frases ambiguas de siempre", señala Papademetriou.
Para entonces, el representante Sensenbrenner, presidente del Comité Judicial, ya preparaba su proyecto de ley. Citando la creciente impaciencia del electorado por la falta de acción de Washington en el tema, prometió no sólo presentar su proyecto, sino lograr que fuera aprobado para demostrar que algunos políticos sí estaban dispuestos a "hacer algo" para "defender a Estados Unidos".
Este proyecto, que provocó furor en México y otros países, fue denunciado por una amplia coalición en este país -incluía a la Cámara de Comercio, las dos centrales obreras, organizaciones latinas y de defensa de inmigrantes- y hasta fue calificado de "inmoral" por la Iglesia católica, pero coronó los esfuerzos de las fuerzas antimigrante en la Cámara de Representantes, donde fue aprobada. Sus medidas, todas enfocadas en control fronterizo y "seguridad", cambiaron el debate de manera decisiva y pusieron a la defensiva a los promotores de la iniciativa Kennedy-McCain, "la cual está moribunda, si no es que muerta".
Papademetriou reitera que el asunto del muro no procederá. "Ningún republicano, toma en serio lo del muro. ¿Eso implica que no habrá muros? No, implica que habrá unos tramos de tres a cinco millas de extensión en dos o tres lugares de la frontera... y así, Sensenbrenner logrará satisfacer a los que desean muros. Ubicarán uno o dos lugares en Arizona y en Texas, donde pondrán unas rejas. Nadie, y quiero enfatizarlo, lo toma en serio, se están riendo de la noción de un gran muro. Los muros son altamente ofensivos para México, lo entiendo, pero esto ahora se está usando en el contexto de la temporada electoral tanto allá, en México, como aquí", afirmó.
Perspectivas en el Senado
El debate se realizará en el Senado. Por ahora, el senador Arlen Specter, presidente del Comité Judicial, tiene una plataforma legislativa que combina algunos elementos de la iniciativa de McCain-Kennedy y de la de Cronyn-Kyl, y eso está sobre la mesa. Por otro lado, Bill Frist, líder de la mayoría en el Senado, prepara su propia propuesta, que en esencia es una versión del proyecto de Sensenbrenner, "para asegurar así que cualquier cosa que salga del Senado tenga un fuerte componente de medidas de seguridad... para competir con la propuesta de Specter... quien él cree no es leal al Partido Republicano en varios temas, particularmente éste".
Ante esto, se espera que el Comité Judicial del Senado proceda en estas iniciativas a partir de la segunda quincena de febrero o principios de marzo, aunque podría postergarse. Si eso ocurre, se pronostica que ese comité podría aprobar algo en algún momento de marzo y con ello se iniciarían las negociaciones para presentarlo ante el pleno, algo que determina el líder de la mayoría Frist, y por lo cual prepara su propia iniciativa, justo para este momento, con la cual modificar la propuesta.
Si todo esto avanza así, los estrategas legislativos y la Casa Blanca calculan que si no prospera una iniciativa de ley en junio, el asunto quedará anulado para este año, dado el ciclo electoral de elecciones legislativas programadas para noviembre. Pero si el Senado logra aprobar un proyecto de ley, este tendrá que ser negociado con la Cámara, y ahí todo depende de si los legisladores logran un consenso entre ambas versiones, una de cada cámara, para presentar una al Ejecutivo.
Para la Casa Blanca, afirma el experto, lo esencial es que se incluya alguna versión de un programa de trabajador huésped, ya que ''el presidente y su gente han repetido una y otra vez que no aceptarán nada a menos que tenga un programa de ese tipo".
Aquí existe un peligro: que la combinación final incluya los elementos de Cornyn-Kyl, con sus limitaciones y obstáculos para legalizar a los indocumentados en el país, junto con las medidas policiacas de Sensenbrenner, más el programa de trabajador huésped -"eso podría tener posibilidades de aprobarse".
Aunque sólo sea un programa de trabajador huésped muy limitado, la Casa Blanca se vería obligada a promulgar la ley, ya que de no hacerlo sería percibido como "una derrota" de su partido en el contexto electoral, el presidente sería acusado de "débil" en el control del problema migratorio y podría enfrentar una rebelión dentro de sus propias filas partidarias.
Por eso, concluye Papademetriou, ante este panorama, las fuerzas pro-inmigrantes sólo tendrán una opción este año: detener todo o tener la peor opción posible en sus manos.