Usted está aquí: jueves 9 de febrero de 2006 Opinión Reservas

Orlando Delgado Selley

Reservas

En este proceso electoral largo y tedioso a ratos, uno de los asuntos importantes para los votantes consiste en saber de dónde vendrán los recursos para financiar los proyectos de inversión que están planteando los candidatos. Importan dos de ellos; el otro se hunde cada vez más. En el caso de López Obrador, en los 50 compromisos se plantean diversos proyectos de inversión pública, destacadamente los petroleros, los dos trenes bala -uno a Nuevo Laredo, pasando por Monterrey, y otro a Mexicali, cruzando Guadalajara-, carreteras en el sureste, entre otros. En el caso de Calderón, la inversión sería realizada por los capitales nacionales y extranjeros, a los que se permitiría participar en la industria eléctrica y en la petrolera.

Así que en una propuesta se busca ampliar la capacidad de crecimiento potencial de la economía a través de inversiones públicas, mientras en otra la responsabilidad recae en los inversionistas privados, aceptando que la propiedad estatal se reduzca de nuevo. López Obrador ha planteado insistentemente que se liberarán recursos con las reducciones de sueldos y prestaciones de los altos funcionarios públicos, pero ciertamente serán insuficientes. Habrá recursos también de la mejoría en la capacidad recaudatoria y en la ampliación de la base contribuyente, pero también serán insuficientes y, además, no llegarían de inmediato.

Un nuevo dato ha aparecido: el monto de las reservas internacionales de divisas en poder del Banco de México es de 69 mil 609 millones de dólares y la deuda externa al cierre de diciembre pasado fue de 67 mil 365 millones. Es obvio que, como han hecho recientemente los gobiernos argentino y brasileño, podríamos pagar la deuda externa de inmediato. Ello implicaría que en el presupuesto del gobierno federal ya no aparecerían los intereses que pagamos por esa deuda. En 2005 esos intereses sumaron 7 mil 82 millones de dólares, lo que en pesos significa poco más de 73 mil millones. De modo que ese dinero se podría usar para financiar proyectos de inversión pública.

Sin embargo, Guillermo Ortiz ha sentenciado que para pagar la deuda externa con reservas, primero tendría que generarse superávit en las finanzas públicas y con ése comprar los dólares al banco central para pagar anticipadamente la deuda externa. Resulta que el gobierno federal, propietario de las reservas de nuestro país, debe comprar al Banco de México sus divisas y para hacerlo tiene que retirar dinero a la economía -eso es lo que quiere decir tener superávit. Así que lo que nos ahorraremos con el pago, antes implicaría reducir la capacidad de compra de quienes habitamos en este país.

Ortiz piensa -apoyado días después por el secretario de Hacienda- que habría que generar en 2006 un superávit fiscal cercano a uno o dos puntos porcentuales del PIB, para después, en 2007, poder comprar dólares al banco central y pagar la parte de la deuda que fuera posible, lo cual no servirá para ampliar el gasto público, sino que resultaría apenas una compensación. El asunto puede plantearse de modo distinto: la reserva es del gobierno y puede usarse para los fines que el propio gobierno decida con la aprobación del Congreso de la Unión. No es necesario comprar lo que es de la nación.

Pagar la deuda externa conviene al país, no importa quién sea el próximo mandatario. Quienes lo elegiremos podremos darle el mandato, para eso lo mandatamos, de usar esos recursos para el desarrollo económico en proyectos que sirvan para crecer y reducir las enormes desigualdades sociales. Esos proyectos podrían ser para el desarrollo industrial, lo cual elevaría nuestra capacidad potencial de crecimiento y generaría empleos permanentes. Este nuevo proceso de industrialización tendría que apoyarse en innovaciones y en inversiones en nuevas actividades industriales, tal como han hecho países exitosos: Corea, Irlanda, España, China, India. Demandará una fuerza de trabajo mejor capacitada, lo que le daría un sentido adicional a una reforma estructural fundamental, la educativa.

Tomar la decisión de pagar la deuda externa con las reservas, que provienen de lo que se exporta, petróleo pero también manufacturas, de las remesas que envían nuestros compatriotas a sus familias, sería muy útil para quienes habitamos en este país. Por fortuna, esa decisión no la tiene que tomar el gobernador del Banco de México ni el secretario de Hacienda, sino el Ejecutivo federal y los diputados federales y senadores. De hacerlo, verdaderamente estarían sirviendo a la nación.

[email protected]

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.