Usted está aquí: jueves 9 de febrero de 2006 Opinión Hackers y crackers

Cuauhtémoc Valdiosera R.

Hackers y crackers

INMERSOS EN UNA de las revoluciones más dinámicas de la historia, después de la agrícola y la industrial, el proceso de conversión analógico-digital nos está llevando rápidamente a la sistematización global de las organizaciones y la sociedad, y a una auténtica era del conocimiento, basada en el uso intensivo de las denominadas infoherramientas.

Es en este escenario tecno-cultural donde las figuras del hacker, el cracker y el ciberpunk cobran forma como los nuevos adalides de la contracultura informática.

Desde el inicio del mundo de las computadoras existen varias subculturas alrededor de ellas. Dicen las viejas crónicas que en los años sesentas en los pasillos de las universidades se podían observar dos grupos de jóvenes de cabello largo y jeans que querían cambiar al mundo: los jipis y los geeks (el geek es una subespecie del nerd). Los jipis nos dejaron algunas canciones, mientras que los geeks crearon las hojas de cálculo, los procesadores de palabras y el correo electrónico... y cambiaron al mundo.

Simultáneamente a los geeks, había otro grupo de entusiastas que en lugar de enfrentarse a las máquinas con códigos y matemáticas usaban desarmadores y pinzas. Esos eran los hackers (el término originalmente se refiere a alguien que hace muebles rústicos con hacha). Aunque estos dos términos se pueden confundir, es importante saber que no es necesario ser geek (o nerd) para ser hacker.

Pero también los hippies influenciaron a los hackers y geeks. Entre las canciones, los lemas de paz y amor y las ideas de propiedad comunal, la seguridad de los sistemas no parecía muy importante, además de que la base de la investigación es el libre flujo de información. Usualmente se trabajaba con las redes de las universidades, donde la única información delicada eran las calificaciones y los reportes de los maestros. Por ello se desarrolló una cultura de libre intercambio de ideas que resiente todo esfuerzo por ocultar información, y que se expresa actualmente en el movimiento de software libre (freeware y shareware).

En esa época, ser hacker prometía puestos y sueldos importantes, aunque al verdadero hacker (o geek) esto le importaba poco, pues siendo fanáticos del trabajo como nadie, los hackers dejaban importantes ganancias pidiendo muy poco a cambio. Los creadores del procesador de palabras, el correo electrónico y la hoja de cálculo nunca ganaron ni un centavo. La única excepción importante fue cierto geek llamado Bill Gates.

Justamente por esta época nació la ética del hacker y su búsqueda eterna del hacking, término algo difícil de explicar: se refiere a modificar un sistema o programa para que haga algo para lo que no fue diseñado, desde hacer más rápida una computadora modificando la velocidad del reloj interno, hasta obligar a un sistema de seguridad a entregar sus contraseñas.

¿Pero qué es realmente un hacker? ¿Qué lo diferencia de un cracker o de un ciberpunk? ¿Existe ya una cultura del hacker? ¿Son héroes, genios programáticos, piratas informáticos o terroristas digitales, o todo lo anterior? ¿Dónde surge el mito y dónde comienza la realidad de la influencia de estos creadores de virus informáticos, desafiadores de sistemas, iconoclastas del sistema imperante en las nuevas fronteras digitales?

Surgidos desde los orígenes de la explosión informática de las últimas dos décadas del fenecido siglo XX, junto con el nacimiento y el auge de los sistemas personales de cómputo: las ubicuas PC, los hackers pueden ser definidos como aquellos individuos que han tomado como propio el reto de penetrar y alterar los sistemas de información establecidos, para imponer sus normas e intenciones más allá de cualquier restricción o legislación.

Son una expresión ejemplar del sentimiento ambiguo y de la fachada gótica que acompaña a los iconos hostiles a la ciencia cibernética. Son genios de los números computables, de la electrónica avanzada, incluso de las matemáticas y la astrofísica.

En una acepción muy simple podíamos considerar al hacker como un programador muy hábil, que se impone el reto de abrir programas, desproteger sistemas o entrar a una red restringida como un desafío para ver quién es más listo, el que programó la protección o él. Son profesionales y siguen un código de ética; llegan a la información, pero no se dedican a corromperla o venderla; son el grupo más amigable dentro de esta clasificación.

En el caso del cracker, aparte de imponerse un reto semejante, también se aboca al diseño de virus que pueden dañar un sistema, alterándolo, o bien entrar a un sistema y hacer cambios en él con fines propios, como pueden ser la defraudación, simplemente la burla o incluso el terrorismo, cosas totalmente intencionales. El cracker es la versión negativa del hacker.

Dentro del grupo de los crackers, los piratas informáticos robarán información para su comercialización ilegal, replicarán software y desencriptarán información para su beneficio económico.

El ciberpunk es la figura más contestataria, desde el punto de vista intelectual o literario, contra la sistematización acelerada de nuestros organismos sociales. Se destaca por incorporar a sus argumentos el uso de las tecnología de las redes de computadoras.

El caso del ciberpunk es particular, pues, al igual que la hiperciencia que le da nombre, se trata de una literatura híbrida, como sucedió al nuevo periodismo de la década de los años sesentas, mitad crónica, mitad ficción. La novela que inauguró este genero es la ya clásica Neuromancer, escrita en 1984 por William Gibson, donde se combinan elementos heredados de la novela gótica, una parodia de la primera ciencia ficción y la cultura alternativa de los años setentas, sobre todo en los países más desarrollados. En la trama, Case, un vaquero hundido en innumerables adicciones, ve la oportunidad de redimir su vida rompiendo códigos secretos de redes computacionales y robando datos, o sea crackeando.

Los phreaks son aquellos que les gusta interrumpir las líneas telefónicas de los demás, escuchar pláticas ajenas y hacer uso del servicio sin pagar.

Los hackers logran entrar a un sistema y muchas veces se conforman con dejar un archivo o una nota de "aquí estuve", sin causar más daños, dejando sólo su huella digital, algo así como clavar una bandera en el monte Everest y decir "lo logré, pude más que tú". En cambio los crackers no se conformarán con eso: alterarán los archivos, dejarán virus o bombas de tiempo digitales, como verdaderos vándalos digitales.

El término hacker ha pasado a formar parte de nuestra vida cotidiana en el ciberespacio y existe una tendencia generalizada errónea a asociarlo con un vándalo oscuro que destruye deliberadamente todo aquello que toca y carece de escrúpulos para utilizar información ajena en provecho propio.

Sin embargo aquellos que se consideran auténticos hackers reivindican una causa altruista, afirmando que su talento no es utilizado en su beneficio y se definen como románticos e idealistas, cuyo fin último es conseguir que la información circule libremente en la red.

Según Bruce Sterling, autor del libro The hacker crackdown, los hackers auténticos, esos entusiastas de las computadoras de mentalidad independiente, pero cumplidores de la ley, generalmente tienen su ascendencia espiritual en universidades de elite, especialmente el MIT y Stanford de los años sesenta.

Según la definición de The new hackers dictionary, de Eric Raymond, los hackers son inteligentes, intensos, abstraídos e intelectualmente abiertos, y se interesan por cualquier sujeto que les pueda proporcionar estimulación mental y es común que tengan una afición extrema por el hacking, en el que se desenvuelven competentemente.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.